Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

¿Guerra o paz?


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¿Cómo será el futuro post-Covid-19? Todo está siendo nuevo, muchísimas cosas han ocurrido por primera vez en la Historia. Se están tomando medidas que nunca antes se habían supuesto. El nivel de volatilidad política es enorme por culpa de los populismos y económicamente la recesión es más profunda que la Gran Depresión del 29 y nunca había tenido una forma similar a esta, con una reducción drástica del comercio, la hibernación de la economía durante meses y una destrucción catastrófica de empleos. La respuesta inicial tendría que ser que lo más claro del futuro es que no sabemos cómo va a ser. Pero aceptemos el desafío, ¿qué pronósticos se podrían hacer en el terreno internacional?



El futuro gira hacia Asia

Asia es el gran ganador de esta pandemia. La reputación de China se ve dañada por el origen de la pandemia en Wuhan, pero no gana nuevos detractores que no fueran ya críticos con su régimen comunista. El Covid-19 no es el Chernóbil de China. Por otro lado, su política internacional ha sido más templada que la de Estados Unidos y es económicamente el gran ganador.

Si descubren la vacuna del Covid-19 en primer lugar –como es probable–, podremos afirmar que China se ha convertido ya en la potencia hegemónica del mundo. Junto con ella, el Extremos Oriente gana prestigio y plausibilidad como modelos sociales. Corea del Sur no solo está de moda culturalmente, sino por su extraordinaria gestión de la pandemia. Japón se encuentra en un boom literario. Singapur es la ciudad del futuro y Nueva Zelanda aparece como el nuevo horizonte social que antes ocuparon los países escandinavos.

¿Una guerra como reactivo?

El mandato de Donald Trump en Estados Unidos está dilapidando la reputación internacional del país y le ha hecho perder el liderazgo moral de las democracias occidentales. A corto plazo, las imposiciones de Trump le han hecho ganar una batalla económica, pero a base de minar la maquinaria de globalización multilateral que había construido y de introducir fuertes tensiones en los intercambios migratorios con los países hispanos que le habían permitido una masa laboral de muy bajo coste. La corrosión cultural en Estados Unidos es, además muy fuerte. La polarización política es extrema –la presencia de manifestantes armados con ametralladoras en el Capitolio de Michigan el 1 de mayo es un salto cualitativo– y la crisis de opiáceos no tiene precedentes en el país: en la década de 1970 había en torno a tres mil muertes por sobredosis y en la actualidad se ha multiplicado por diez, con unas treinta mil cada año. Estados Unidos continúa teniendo una posición prevalente como potencia militar y quizás ese es el mayor punto de riesgo de nuestro futuro inmediato.

No hay negocio más rentable que una guerra y en Estados Unidos se ha recurrido sistemáticamente a ellas cuando los gobiernos atraviesan dificultades de legitimación interna. Las guerras reindustrializan, legitiman altos niveles de endeudamiento público, generan mayorías políticas muy amplias y permiten una guerra comercial sin límites. Recordemos que la Patriot Act tras el 11-S de 2001, dio a todas las corporaciones estadounidenses en el mundo el estatus de prioridad de defensa nacional. Aunque Estados Unidos es un gran país, con una contribución extraordinaria a la historia, su posición actual es agudamente vulnerable.

Aunque Trump es el presidente internacionalmente más denostado de la historia de los Estados Unidos, goza a mitad de mayo de un apoyo del 48%, el más alto en todo su mandato. Aunque es enorme su fracaso de su grotesca gestión de la pandemia, con elecciones el próximo noviembre es muy difícil que pierda frente a Biden. Solo si Michelle Obama completa el ticket con Biden como vicepresidenta puede movilizar para votar a ese 49% que desaprueba a Trump. La líder emergente latina Alexandria Ocasio-Cortez está ya apoyando a Biden y supondrá una fuerte movilización del electorado latino por su religiosidad católica y su fuerte progresismo en materia de derechos sociales. Solo el triángulo Biden-Michelle-Alexandria podría derrotar a Trump.

Si continúa Trump, es muy probable que Estados Unidos, Reino Unido e Israel emprendan una guerra táctica para recuperar posicionamiento internacional y fortalecimiento interno. China no tiene interés en una guerra, Rusia no tiene dinero, Europa no tiene unidad y el mundo árabe sigue dividido. Hay dos lugares especialmente sensibles para que estalle una guerra: Libia (por el control del eje que va de Pakistán a Marruecos, pasando por Irán, en competencia con Rusia) y Nigeria (contra Boko Haram, pero supondría un reordenamiento del poder en África Central y Occidental, con fuertes intereses de Francia, China y Canadá). La guerra en Venezuela supondría una reacción popular de consecuencias imprevisibles en todo Latinoamérica y un conflicto que se puede vietnamizar. También puede aumentar la presión por el control de las rutas y recursos árticos. Ya hay un primer movimiento: el 4 de mayo, Estados Unidos y Reino Unido enviaron por primera vez a su flota al mar de Barents (al Norte de Noruega y Rusia).

Europa no tiene más remedio que ser más Europa

En todo caso, el mundo avanza hacia la polarización y Europa se encuentra en una encrucijada. En marzo de 2020 Europa vivió un momento de riesgo estructural. Todavía traumatizada por el Brexit, faltaba retomar el rumbo constructivo de Europa y la pandemia ha sido el catalizador. La decisión del 20 de mayo de emitir deuda europea -que cada presupuesto nacional puede gastar autónomamente- es un salto cualitativo hacia la federalización de la Unión Europea. Ninguno d ellos países europeos tiene posibilidades de prosperar solo en la arena internacional. El 25 de septiembre de 2019, Trump proclamó en la ONU que el mundo no es de los globalizadores, sino de los patriotas: en todo caso de los patriotas con naciones-mercado de más de 300 millones de consumidores (China tiene 1.394 millones, India son 1.353 millones y en Estados Unidos hay 330). La mejor oportunidad de los países europeos es ser Europa. Es inimaginable en una nueva alianza eslava, el Mediterráneo ha dejado de ser un horizonte de integración política y Latinoamérica es el mercado más abierto, pero culturalmente muy lejano.

Nuestra previsión es que, una vez que Reino Unido ya no es un freno, el eje franco-alemán va a liderar la federalización de la Unión Europea a través de tres líneas: elevación de los estándares de los productos de consumo dentro de Europa, la reindustrialización europea y un multilateralismo post-Atlantista.

Otra opción es la victoria de Biden-Michell-Alexandria. En ese caso, se podría reconstruir el eje atlántico, la comunidad de la OTAN y la reconstrucción de “Occidente”, lo cual da mayores probabilidades de prosperidad a todos sus participantes, pero también al conjunto de países en democracia.

El papa Francisco es el líder más valorado del mundo y repetidamente ha reforzado el multilateralismo, la cooperación internacional, el avance hacia una gobernanza mundial más democrática y ha clamado contra todas las guerras. Sin duda, el mundo cristiano tendrá un papel crucial, especialmente en los países y regiones donde hay mayor riesgo.

¿Guerra o Paz? No podemos permitirnos más que la paz, pero dependerá del grado que logremos de desarrollo de la sociedad civil internacional y la capacidad de Europa para crear una alianza multilateral con Rusia, India y China.