MIÉRCOLES
Librería Paulinas. Presentación del libro de Rosa Ruiz. ‘Y el Espíritu abrazando la carne’ (Tirant Humanidades). Ella, porque sabe y puede, se adentra en la unción progresiva del Espíritu Santo en la humanidad de Jesús a partir de la teología de san Ireneo de Lyon. Yo, que soy neófito en el doctor de la Iglesia, me quedo descolocado por lo provocador de aquel que supo rebatir al gnosticismo de antes, que no se diferencia mucho del que se cuela hoy por las sacristías. Alguien pregunta a Rosa cómo discernir qué viene o no de Dios. Eso daría para algo más que una tanda de ejercicios. Ella resuelve: “Cuando somos capaces de vivir algo más allá de lo esperable, para mí tiene que ver con el Espíritu”. Respuesta docta.
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JUEVES
Esconderse detrás de pseudónimos para tirar la piedra y esconder la mano. No se puede pedir cuentas a una careta. Como dirían en ‘Mask Singer’: “¡Quítatela! ¡Quítatela!”. Y firma con todas sus consecuencias.
DOMINGO
Lectura de Amós: “El Señor lo ha jurado por la gloria de Jacob: ‘No olvidará jamás ninguna de sus acciones’”. Me quedo enganchado al verbo ‘olvidar’. Por esa manía que tenemos de retener aquello que hiere y de perder en la memoria cada caricia de Dios. Lástima de la misericordia desmemoriada.
LUNES
Almuerzo con Dolores y Juan Mari. Comentario de texto abierto a la nueva biografía de León XIV. Ninguno de los dos andaba intranquilo con el rumbo que pudiera tomar el pontificado. Ni antes ni después de la lectura y del coloquio. Ambos están curados de espanto. Pero a Juan Mari sí le preocupa que aquello no acabe de aterrizar aquí. Y aquello no es ni Prevost ni Bergoglio. Aquello es el Concilio Vaticano II.
MARTES
Antes de llegar a la detención, hay unos cuantos avisos. No con carteles luminosos ni con gritos de ansiedad. Alertas diminutas en estos últimos meses. Hay quien percibió algo, pero prefirió no complicarse. Hay quien hizo una pregunta, pero no quiso ir más allá por no meterse donde no le llamaban. No se trata de establecer un estado policial que audite. Pero, a la vista está, que falta acompañamiento. Cuando no se ha detectado nada, o casi nada, hasta que llega el escándalo público, no vale volcar la responsabilidad sobre la inestabilidad del susodicho. Porque no es el primero ni el segundo en estos años. La soledad del clero.
Carlos Loriente
