Estoy ofuscado


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Esta mañana, de regreso a casa después de dejar a mi hijo en el colegio, venía yo caminando algo ofuscado. Tenía el ánimo afectado por un desencuentro matutino que se ha producido en casa. Comunicar patrones saludables de conducta a quien está bajo tu amparo no es siempre tarea sencilla, porque como ya he comentado otras veces se debe lidiar con la propia perspectiva del Universo de aquellas personas a quienes quieres o debes educar.



Haz lo que te toca, por favor

Algo tan sencillo como responder a una invitación a lavarse los dientes o recoger una prenda de ropa puede ser vivido como la más tiránica de las imposiciones que atentan contra la naturaleza individual e íntima de la persona. Ese individuo frente a ti, de mayor o menor tamaño, más capacitado o menos, tiene su propia opinión sobre lo que debería de hacer con el calcetín o el cepillo de dientes. Tal vez le parezca mucho mejor idea dejar el cepillo en el cajón de la ropa interior y el calcetín en el cuarto de baño; ¡cada cual entenderá sus propias razones!

Decía al principio que hay que saber lidiar con ello. Y reconozco que yo no siempre sé. En muchas ocasiones la fragilidad y la limitación inherentes a toda condición humana escapan de sus contenedores y me cargan de impotencia a la hora de transmitir los conceptos más –aparentemente– sencillos. 

En efecto, reconozco que el cajón de la ropa interior no siempre será el mejor lugar para dejar un calcetín. Alguna vez podrá convertirse en trompa de elefante o cola de león; quizás pueda transportarnos a lugares lejanos usándose como marioneta o servir como guante para jugar a superhéroes.

Pero resulta que, de tanto en tanto, el calcetín debe cumplir el propósito inicial para el que fue concebido y descansar en el cajón mientras no albergue un pie en su interior.

Una Iglesia plural

¿Qué relación puede tener todo lo anterior con el Reino de Dios?

Pues yo creo que mucha, la verdad. Ya te decía que regresaba a casa ofuscado por mis propias limitaciones a la hora de entender otras particulares visiones del universo. Sumido en tales pensamientos se me ocurría que en la Iglesia tampoco hemos sabido lidiar con situaciones similares. 

calcetines

Una Iglesia católica, verdaderamente Universal, tiene cabida para cualquier ser humano, no desde el punto de vista proselitista sino desde la posibilidad de que cada persona tenga un espacio en el que se sienta acogida, cuidada y respetada. Y eso supone una variedad de cosmovisiones abstractamente inabarcable para nuestra limitada inteligencia humana. 

Nuestra tradición milenaria cuenta con ejemplos documentados en los que a fuerza de imposición arbitraria se ha obligado a minimizar o eliminar la opción divergente. Resultado: cisma o descontento.

Pero mi pensamiento aún ha marchado después por otro camino.

Imaginaba a una persona sentada durante la celebración de la Eucaristía, escuchando la proclamación de las Escrituras, como por ejemplo: “Lectura del Santo Evangelio según San Mateo”. Y veía una idea discurrir en su cabeza: “Pues si San Mateo tenía un Evangelio… ¿Por qué voy yo a ser menos? Al fin y al cabo eso que dice no puede estar bien. ¿Que hay que hacer qué? ¿Qué dice de cómo tratar a “nosequien”? Ese no es el Jesús en el que yo creo”.

El Evangelio según Paquito el del segundo

No solo hemos fallado imponiendo, sino también proponiendo y explicando. A día de hoy, potenciada por una cultura ególatra e individualista, la actitud de la libre interpretación de las Escrituras es una realidad de facto en el tejido eclesial. Erramos en el consenso porque los intereses particulares se mezclan con la Revelación.

Si Luisa la del quinto tiene su propia versión de los evangelios, ¿por qué yo no? Me fabrico mi propia Historia de la Salvación, ¡faltaba más!, y si puede ser una en la que la asunción de responsabilidades quede siempre en parcela ajena.

Igual nos habría ido de otra manera si a la hora de poner títulos a los libros de las Escrituras hubiésemos elegido nombres como “Evangelio A/B/C/D”, “Relatos de Apóstoles y discípulos”, “Cartas” y “Último libro”. Al fin y al cabo los seres humanos tendemos a la sobredimensión de la existencia. Vemos una película del Señor de los Anillos y veinte años después hay quien la ha convertido en referencia para su vida cotidiana. Dos mil años escuchando hablar de santos y santas y terminamos pensando que eran capaces de lanzar rayos por los ojos. Perdemos la perspectiva histórica, mística y espiritual.

Lo dicho. A veces, los calcetines tienen que ir en el cajón que les toca.