José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

El topo de la Permanente


Compartir

MIÉRCOLES 27. Cuando alguien lleva la misión ‘ad gentes’ en el ADN, aquello no se puede curar. Es genético. Apenas llevo una hora en Roma y me veo en la casa general de las escolapias. Por fin pongo rostro a Ángela, que ha forjado su vocación en un rincón de Guinea. Aunque es colombiana, su bata y su gesto respiran África. Han pasado dos años desde que dejó Akonibe, pero, en parte, sigue ahí.

JUEVES 28. A veces me da la sensación de que el Papa habla, pero no escuchamos. O lo hacemos con la misma ligereza con la que cerramos sin leer las ventanas que nos acechan en Internet. Aunque lo suelte con altavoz, en la basílica de San Pedro durante un consistorio. “Cuando perdemos de vista el rostro concreto de nuestros hermanos, nuestra vida se clausura en la búsqueda de los propios intereses y seguridades”. Miro a mi alrededor. Ni una reacción cutánea.

VIERNES 29. Concierto de Operación Triunfo en el Bernabéu. Hacía años que permanecía ajeno al fenómeno fan, si es que alguna vez lo toqué de cerca. Locura preadolescente ante un puñado de aspirantes a artistas, de los que apenas sobrevivirán un par de ellos. Pero ahí están mientras, en el altar musical. Aclamados. Y ellos, con el poder en sus manos de hacer que los que les ven desde el césped o la grada se ilusionen, sueñen, canten, desconecten de su rutina. Pseudo-religión o no, enganchan, conectan.

LUNES 2. El topo de la Permanente. Saben quién es. Retransmite en directo vía WhatsApp lo que ocurre dentro. Lo hace también en la Plenaria. Incluso cuando se recalca que se trata de sesión reservada. No tiene incontinencia comunicativa. Ni vocación periodística no resuelta. Sabe lo que se hace. Sacar a la luz una reunión privada y cordial entre Sánchez y Blázquez puede minar a ambos. Al laicista y al creyente. Sobre todo, cuando el Gobierno busca hacer ver a la opinión pública que es más anticlerical que La Tuerka para hacerse con un puñado de votos morados. Al clérigo nostálgico le viene como un guante mostrar a su feligresía al actual jefe de los obispos llevándose bien con un socialista que, ora remueve el cadáver de Franco, ora anuncia la expulsión de la Religión de las aulas. De paso, a Moncloa se le deja caer que en Añastro ya no se guarda el secreto de confesión. Que no hay reunión a puerta cerrada. Que los purpurados no son de fiar. El topo de la Permanente sabe lo que se hace. Saben quién es. Pero no se lo dicen. Por decencia.

Lea más: