El paso del tiempo para un médico


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Como médico clínico, intento mantener una distancia terapéutica con mis pacientes. El objetivo es mantener la ecuanimidad en el proceso de diagnóstico y tratamiento. Términos como compasión y empatía siempre se ponen en juego, pero sin implicarse de forma emocional; de otro modo, no podríamos tomar decisiones a veces dolorosas y afrontar un caso después de otro. Mantener la objetividad ayuda a lidiar con el estrés que se deriva de la asistencia clínica en situaciones diarias de gravedad vital, aunque, a veces, al salir de la habitación de alguien moribundo, tiemblen la voz o las piernas.



Cuando se es joven, las enfermedades que atendemos, a veces horrorosas, siempre parecen ocurrir a otros. Nuestra familia todavía no es añosa, quizás solo las abuelas, y que acaben muriendo es ley de vida. Sin embargo, el tiempo pasa para todos y la distancia es cada vez más difícil de mantener. La edad de mis pacientes se parece cada vez más a la mía, eso cuando no son más jóvenes. O podrían ser mis hermanas, o mis cuñadas. Cada caso clínico nos recuerda dónde podemos acabar o qué enfermedad nos puede afligir.

Médico general

En clave de soledad

Alguien que vive solo o no tiene hijos, como es mi caso, percibe de forma aguda la soledad de no pocos enfermos, cuidados por personas ajenas o visitados por sus sobrinos. Yo podría ser el paciente a quien atiendo y a quien informo de una enfermedad grave. Ya no puedo refugiarme en la idea de que “las cosas siempre les pasan a otros”.

Sin embargo, experimentar esa cercanía y sentirse cada vez más susceptible a las enfermedades y problemas que afligen a los enfermos también puede humanizarnos y aumentar nuestra sensibilidad. La compasión que antes citaba, uno de los sentimientos humanos más profundos, se acrecienta ,y aunque el ejercicio de la medicina puede volverse más difícil, quizás ahora soy mejor médico que cuando era más joven.

Experimentar la propia miseria

Del mismo modo que experimentar nuestra propia miseria nos enseña la importancia de la misericordia, percibir nuestra fragilidad nos permite profundizar en una atención médica lo más cercana posible.

Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.