Teresa García, responsable de Difusión de la HOAC
Responsable de Difusión de la HOAC

El cuidado comunitario


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Si “para educar a un niño se necesita toda una tribu”, para “el cuidado” se requiere a toda la comunidad. En la cultura en la que estamos inmersos, se nos arrastra, constantemente a dar la centralidad al yo, haciendo que nuestra vida gire en torno a uno mismo: mis gustos, mis conveniencias, mis deseos. Los mensajes de “piensa en ti”, “preocúpate por ti”, “cuídate tú”… que nos repiten persistentemente, van calando y nos va conformando como seres autosuficientes que no necesitan de nadie y a quienes no les interesa ni el bien del otro ni el común.



De esta forma construimos muros, vallas, alambradas para mantener las distancias, marcar nuestro territorio y no dejar que nos invadan nuestra intimidad, no vaya a ser que nos demos cuenta que hay vida más allá de mi ego.

En esta atmósfera, que todos y todas respiramos, nuestra humanidad se va atrofiando y vamos olvidando que somos seres sociales, necesitados de los demás para realizarnos como personas y constituirnos en una sociedad donde nadie sufra la soledad.

Laicos. Recortes

Lo humano, lo verdaderamente humano radica en la atención y el servicio, la preocupación y el ocuparnos de quienes nos rodean. Aceptar cuidar y que nos cuiden implica reconocer nuestra vulnerabilidad y dependencia, que solos no podemos realizarnos ni construir; además, implica el asumir la responsabilidad de hacernos prójimos y atender al prójimo, sobre todo al que está “tirado en la cuneta”.

Esta forma de vernos y de situarnos ante la realidad y los demás, se va forjando en el día a día junto a otros. Experimentar la cercanía y hacernos cercanos nos lleva a acompañar a quien está pasando por una situación adversa para que se sienta el centro de atención y de los desvelos de toda la comunidad, así su angustia se tornará en gozo al verse cuidado comunitariamente. Esta dinámica vuelve las dificultades en posibilidades, manteniéndonos la esperanza y en fraternidad.

Pero, como todo, esto es un proceso donde poco a poco vamos aprendiendo cómo construirnos como comunidad que cuida y acoge. Para ello debemos crear vínculos entre nosotros y nosotras, generar relaciones liberadoras y sanas, que nos ayuden a crecer en humanidad; encontrarnos, ser provocadores de encuentro donde conocernos y reconocernos, dialogar y comprendernos; hacer fiesta, festejar la vida donde reír, cantar y danzar, juntarnos para compartir mesa; mantenernos comunicados e interconectados, tejiendo redes solidarias y la fluidez en la información para ir acortando distancias y evitando prejuicios; dando y recibiendo, en la entrega y en la acogida, viviendo la pobreza, humildad y sacrificio.

Ser comunidad que se desvive por todos su miembros, que cuida de sus necesidades materiales, culturales y espirituales, testimonia otra forma de sentir, pensar y actuar desde Cristo, ofrece alternativa a este sistema que genera injusticia y se convierte en semilla de comunión.