Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

El cuarto de triques


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Hay momentos en nuestra historia personal en que nos invade el hastío, las palabras dejan de tener sentido y aunque estemos rodeados de información, las avalanchas de números, de cifras, así como las acusaciones, las excusas y las explicaciones, ya no nos dicen nada nuevo ni nos satisfacen y sólo parecen alimentar nuestra ansiedad, al tiempo que derrumban nuestra credibilidad en las personas y las instituciones.



¿Qué hacer cuando no sabes en qué dato, persona o institución confiar? ¿Cómo continuar confiando cuando las señales cambian sin que encontremos una justificación convincente? ¿A quién creerle, si dicen una cosa y actúan de otra manera?  Y si piensas que me estoy refiriendo sólo a la historia de la pandemia en nuestro país, debo aclarar que no es así, me estoy refiriendo a muchas otras situaciones que nos abruman al grado de casi lograr nuestra indiferencia: la tremenda cifra de abortos diarios, la ideología de género dirigida a menores de edad, el ataque sistemático a la institución del matrimonio, la erosión del derecho de los padres a educar a sus hijos, la baja calidad de la educación básica, la decadencia de la familia y la violencia que ello genera. Todos tenemos información de estos temas, pero llega un momento en que ya no deseamos saber más y decidimos llevar estas realidades al cajón de las cosas que sabemos importantes, pero que ya no queremos ver.

En algunas casas, existe una habitación que yo denomino “el cuarto de triques”. Quizá en tu región se llame distinto, pero se trata de una especie de bodega a donde van a parar las cosas que algún día te podrían ser útiles, pero que, por el momento, no las deseas tener cerca. Cosas que estorban, o que no tienen utilidad inmediata, pero no te atreves a deshacerte de ellas porque en el fondo tienen cierto valor sentimental, económico o utilitario, del cual no te quieres desprender. A veces no es una habitación, en ocasiones son algunos cajones, un armario o una caja. Al final, lo que allí dejas, termina siendo olvidado, y si acaso alguna ocasión buscas algo en el cuarto de triques, irónicamente resulta que no lo ubicas, debido a la confusión y el desorden en que se encuentra.

Pienso que hay cosas intangibles que no deberían ir a parar a nuestro cuarto mental de triques, sino que las debiéramos tener muy presentes de tal forma que nos motiven a continuar buscando ser felices y servir a los demás. A pesar de la inmensa ola de desinformación y desprestigio respecto al matrimonio y la familia, a pesar de la angustia y el miedo que provoca una pandemia, a pesar de la enorme violencia que se vive en el interior de muchas familias y de la inseguridad que se percibe en las calles, a pesar de todo, siempre podremos encontrar certeza en quien no te falla, siempre habrá una palabra viva y eficaz que te orienta y acompaña, siempre podremos contar con quien nos ha creado con la mayor dignidad y nos ama como la más maravillosa de sus creaturas, siempre encontraremos luz y esperanza en Dios. Esta certeza debe iluminar todo lo que hacemos y puede darnos la fortaleza para cruzar las tempestades de nuestras vidas, sabiendo que a Él, sí le importamos y le importamos mucho, le importamos lo suficiente para ofrecer su vida por nosotros.

Mi invitación de hoy es a ordenar e iluminar nuestro “cuarto de triques”, no olvidando las injusticias, no cerrando los ojos a la necesidad del hermano, no ignorando la realidad de nuestros tiempos, tomando conciencia de que el mundo no puede derrotar nuestra esperanza si ella está cifrada en el inagotable Amor de Dios. Los problemas de la vida son un escenario sobre el cual debemos aprender a caminar seguros, con la Gracia que Él nos regala. Las indignaciones y tristezas que vivimos deben ser un motivo para amar más, para servir más, para prepararnos más y mostrar con mayor claridad lo que somos: creación divina y signos de amor.