MIÉRCOLES
Francisco apostó por él. Le rescató del ostracismo al que le habían desterrado sus propios compatriotas. Se dejó ver como un hombre de confianza. Se sabía el elegido y presumía de ello. Hasta que aquel que le redimió se fue. Un cuarto de hora tardó en revestirse con una casulla interior tan adusta y aterciopelada como para tumbar las reformas de Bergoglio. Incluido el nombramiento de una mujer como prefecto. Allá cada uno con su conciencia púrpura.
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JUEVES
“Una cosa es el ‘todos, todos, todos’, pero no vale ‘todo, todo, todo’”. Oído en las congregaciones generales de quienes se han convertido en intérpretes de un magisterio que no precisa de traducción.
VIERNES
Llegó para planificar cómo debían desarrollarse tanto los discursos como las votaciones. Pero la narrativa no ha ido ni mucho menos como esperaba. Quizá por eso, soltó lo que tenía preparado desde hace semanas y se volvió a casa. Cualquier tiempo pasado no sé si fue mejor, pero sí más influyente.
LUNES
Pidió la palabra. Se esperaba de él una descripción de cómo ha de ser el nuevo guía espiritual de los católicos de todo pelaje. Pero se limitó a reclamar que el nuevo Papa vuelva de nuevo a vivir a los Palacios Apostólicos. Porque echa de menos ver la luz encendida desde la habitación de Juan Pablo II. El apagón vaticano.
MARTES
Remate final del foro púrpura antes de ingresar en la residencia de Santa Marta. Becciu pide la palabra. Quien lo cuenta, asegura que lo hace con la intención de cerrar el precónclave. Sí, el purpurado condenado por malversación que se quedó a las puertas de la Capilla Sixtina buscaba su último minuto. Pero no lo tuvo.
MIÉRCOLES
Santa Misa ‘pro eligendo Romano Pontifice’. Homilía del cardenal Re. Cita a Pablo VI. Cita a Juan Pablo II. Cricrí. Cricrí.