Discernir la conversión desde el Sínodo Amazónico


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La incapacidad de ambos polos en tensión durante el Sínodo Amazónico, sobre temas complejos procesuales como el de la ordenación de hombres casados, le despojó, le arrancó de las manos al Papa la posibilidad de dar un paso adelante en cuanto a reformas más explícitas sobre esto, que necesitaba un verdadero y profundo discernimiento orante.



La nota que Antonio Spadaro ha publicado en La Civilittà Cattolica, y qué tiene que ver con el proceso del sínodo y por qué el Papa no pudo ir adelante en este proceso, se relaciona también con todo el camino preparatorio del Sínodo.

En varias ocasiones, luego de la amplia escucha territorial que como REPAM conducimos, nos dimos cuenta que la necesidad explícita de la gente en el territorio era procesual, una presencia relevante, creíble, hermana, cercana y comprometida de la Iglesia con hechos, y que implicaba un camino de discernimiento ministerial, de profundización en los ministerios existentes, de reconocimiento de aquellos servicios eclesiales que ya estaban dando vida en la Amazonía.

Sin embargo, algunas posiciones muy valiosas, pero ideológicas, querían imponer un ritmo sobre un cambio específico en el tema de ministerialidad, sobre el ministerio ordenado, sobre sacerdotes casados, que no se percibía como algo que ya estaba listo o madurado.

El papa Francisco, en la apertura del Sínodo sobre la Amazonía

Un llamado a la autoevaluación

La riqueza de un discernimiento tiene que ver con identificar los signos de los tiempos y orarlos, para avanzar paulatinamente y responder en un sentido de integridad, fraternidad, consenso, y esto se sentía que no estaba. De hecho, es importante llamar a una verdadera autoevaluación. En varias ocasiones lo hemos dicho y hemos recibido también reacciones contrarias de rechazo. Hemos planteado que tendríamos que hacer una autoevaluación sobre nuestra propia incapacidad de un discernimiento más fino, sobre los tiempos, lugares y personas actuales en la Amazonía y en el proceso de reforma de la Iglesia, y darnos cuenta que hicimos más frágil al proceso por convertirlo en un elemento ideológico de lucha de opuestos.

Los grupos más conservadores de la Iglesia se fortalecieron cuando este proceso se ideologizó y perdió el sentido de discernimiento. Hay que insistir con mucha claridad que el Sínodo de los obispos es instrumento de consulta del Papa. La Episcopalis Communio, como Constitución Apostólica de la Iglesia, plantea la necesidad de un consenso moral para que el Papa pueda tomar estos elementos de un discernimiento fino, profundo y potente, y emprender cambios de fondo. Como dijo el Papa, no es un elemento asambleario, no es un parlamento; y en este tema, como en otros, se sentía que el sentido orante del discernimiento se rompía para convertirse en una pugna de opuestos.

Contribuir al consenso moral

Los temas son necesarios, urgentes; claman desde una necesidad de cambio en la realidad, pero la pregunta es ¿cuál es la procesualidad discernida a la luz del Espíritu para dar los pasos viables, los pasos posibles, y encaminar hacia el mismo destino? Creo que esto es una lección muy grande. Cuando Spadaro en otro momento entrevistaba al obispo de Roma decía que el Papa quiere lleva a la Iglesia a un proceso de ejercicios espirituales. Y en este caso concreto, en el Sínodo Panamazónico, nos dimos cuenta que hacía falta purificar la intención, y entender de que no se trataba de imponer una idea, ni una visión particular, autorreferencial, por más valiosa y necesaria que fuera, sino de contribuir con ese consenso moral para que el Papa tuviera todos los elementos y dar un paso adelante.

Es realmente muy significativo leer estas letras de lo que el Papa ha conversado con Antonio Spadaro, porque nos deja muchas lecciones, y al mismo tiempo confirma la noción de kairós. El kairós es un tiempo propicio, un tiempo de Dios, que se conecta en este caso con un camino de casi 60 años con el Concilio Vaticano II, y no se resuelve en un elemento de un acontecimiento eclesial o en un momento particular. La pregunta es cómo seguimos sembrando esas semillas de conversión en un momento de kairós, aunque nosotros mismos no veamos los resultados y frutos que hemos pensado, sentido y experimentado que el Señor nos llama. Es un proceso más allá de nosotros, y eso nos hace sentirnos humildes, sencillos y en una contribución a un proceso mayor, lo cual es muy sano porque purifica la intención.

La Iglesia no es una ONG, es una presencia de Dios en medio de la realidad que quiere acompañar los grandes procesos de cambio. Nos puede parecer lento, en cierto sentido por nuestra urgencia de cambio, pero este tiempo propicio lo que creo que va a asegurar es que cuando se dé –porque ese cambio sobre ministerialidad, sobre sacerdotes casados se va a dar– será de una manera sostenida, sólida, que se proyecta en el tiempo y no se convierta en un elemento de pugna, que cuando venga un cambio en el gobierno o liderazgo de la Iglesia, entonces se pueda retirar; sino que sea algo orgánico, desde dentro, desde el Espíritu y desde el discernimiento orante.