Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Democracia


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¡Porque lo mando yo! Era una expresión que a veces usaba mi madre conmigo. Durante muchas generaciones, fue el grito de batalla de los padres ante el embate de la inconformidad de los hijos. Ahora parece ir perdiendo su original fuerza ante la necesidad de educar a nuestros hijos en un ambiente de mayor armonía y cuidado. Sin embargo, y sin entrar en debate sobre los estilos, detrás de esa expresión estaba la certeza de que la formación de los hijos era responsabilidad absoluta de los padres, quienes tenían la facultad de educar a sus hijos con libertad, por la naturaleza misma de su rol.



Los hijos también entendíamos, sin que tuvieran que adoctrinarnos mucho al respecto, que teníamos la obligación de respetar sus indicaciones, lo que por lo general, era lo más conveniente para nuestro sano desarrollo. Y así, aprendí a hablar español, porque mis padres lo decidieron, fui al colegio porque ellos me enviaron, aprendí modales y valores que ellos me inculcaron en el ejercicio de su libertad para hacerlo, y por supuesto, en respuesta a mis derechos de ser protegido, amado y guiado por ellos.

No puedo decir que mi familia era perfecta, de hecho distaba mucho de serlo; sin embargo, entendíamos que mientras el conocimiento lo recibíamos de las instituciones, la formación provenía del hogar y en ese sentido no había democracia: no me dejaron elegir donde vivir, ni cuándo tomar vacaciones. No se puso a votación mi nombre, ni mi religión, ni mi forma de vestir. Y mientras no llegué a la juventud, ni siquiera elegí a cuál escuela acudir. Y no lo digo con tristeza, al contrario, lo digo con la gratitud y el reconocimiento a mis padres quienes, dentro de sus limitaciones y condiciones, supieron elegir lo mejor para mí.

Y es que, ¿Alguien podría tomar mejores decisiones que los padres respecto a la educación y formación de sus hijos? Entiendo que hay situaciones especiales, algunas dolorosas y otras de excepción, pero la excepción nunca hace la regla. De manera natural y por lo tanto institucional, los padres son quienes deben mantener el derecho y la facultad de tomar esas decisiones con total libertad. Es tan natural, que me siento extraño teniendo que defender este punto; sin embargo, en el ambiente social circulan ideas sorprendentes, que me parecen contrarias a ello. Por ejemplo: ¿Es correcto “Democratizar la Familia”?  Sin duda alguna, en muchos aspectos de la vida, es necesario y bueno tomar en cuenta la opinión de los hijos, pero ello dista mucho de que los puntos trascendentales deban ser sometidos a la “democracia” familiar. Otro ejemplo: ¿Es correcto que le indiquen a mis hijos que deben poner las ideas por encima de los hechos? ¿La ideología sobre la ciencia? ¿Las emociones sobre la reflexión? Claro que me estoy refiriendo a la ideología de género, al aborto y a la promoción de la sexualidad a temprana edad.  ¿Es correcto que le prohiban a los padres “interferir” con el flujo de información institucional contraria a sus valores?

En teoría, nuestra sociedad está gobernada por un sistema en donde la comunidad elige democráticamente a sus representantes, de tal forma que ellos responden a la voluntad de la mayoría que los ha elegido. En ese sentido, no tendríamos que preocuparnos mucho, pues la mayoría del pueblo mexicano y seguro que del Latinoamericano, consideramos a la familia como la institución más importante de toda nación y cuidamos los derechos que emanan de su naturaleza humana, como el de educar a los hijos.

Entonces, ¿Porqué hay tantas iniciativas legislativas que van en dirección opuesta? ¿Es que acaso los legisladores se han alejado de la voluntad y el corazón de las familias y se dejan llevar por otros intereses? ¿O quizá es por que las familias han dejado de manifestar sus posiciones fundamentales a quienes los representan?  Yo pienso que, en diferentes matices, ambas cosas están pasando.

No estoy basando mi opinión en consideraciones particulares ni posturas políticas o religiosas, sino en libertades fundamentales y universales: La Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU), establece en su artículo 16 que “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”, y en su artículo 26 indica que,“Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. Tan simple como eso.

Advierto entonces la necesidad de mantenernos en procesos de formación continua como padres, pero también, de no renunciar a la participación ciudadana. Esto puede implicar que se haga llegar con claridad nuestra voz a los legisladores para que reconozcan nuestros derechos, participar con decisión y valentía de puestos políticos, así como ejercer nuestro voto de una forma congruente, reflexiva e informada.

Invito pues a conocer más nuestras libertades y nuestras responsabilidades, a ejercerlas con asertividad e inteligencia, a no entregar nuestro baluarte y a mantener la riqueza que se origina en la familia.