Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Cruzada sacerdotal en redes


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Un reciente estudio de la Universidad de Harvard demuestra que conectar mejor con la familia, los amigos y la comunidad es lo que nos hace más sanos y felices. Los pastores de la Iglesia tienen vocación de entregarse al servicio de la comunión, y eso quiere decir que son buenos para nuestra salud y nuestra felicidad. Por eso, es especialmente grave y doloroso cuando alguien usa su condición sacerdotal para insultar y acosar a gente en redes sociales. Hay suficientes casos como para que ya se haya convertido en un grave problema de comunión eclesial. El deterioro de la convivencia eclesial ya es significativo.



En redes sociales hay presbíteros –y muestran orgullosos alzacuellos en sus fotos– que hacen uso agresivo de sus cuentas para proferir insultos y acosar a aquellos con los que no están de acuerdo por sus ideas culturales, políticas o religiosas. Han interiorizado que son combatientes en una guerra cultural y religiosa, y su fin no es el diálogo ni la profecía, sino la intimidación, denigración y expulsión del otro.

La radicalización fundamentalista de un pequeño porcentaje de católicos practica una estrategia sistemática de violencia verbal y acoso social con el fin de manipular a la Iglesia, y su presión es sufrida incluso por obispos. Ya hay creyentes y otros curas que, intimidados, hastiados o deprimidos, abandonan las redes. Los no creyentes quedan escandalizados o confirman sus peores prejuicios.

Canónicamente sancionados

La Iglesia no debería permitir que presbíteros insulten y acosen por redes públicas ni ningún otro medio. Cuando alguien lo hace identificándose como cura, constituye un claro abuso de autoridad y atentado contra la comunión eclesial, y deberían ser canónicamente sancionados. Urge una reflexión de las conferencias episcopales y, ante casos tan públicos y pertinaces, nuestros obispos deberían tomar la iniciativa de proteger al pueblo y la paz eclesial.

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