Contemplar la presencia rotunda del misterio de Dios en la Amazonía en el camino sinodal


Compartir

En esta Amazonía, y en este camino sinodal, vemos los signos de Dios por doquier. Una presencia sutil y a la vez profundamente evidente, silenciosa pero llena de su permanencia con nosotros. Es huella del misterio de vida, aquella que los pueblos Amazónicos han vivido por siglos como certeza antes de la llegada de nuestra fe a estas latitudes. Una presencia a veces oculta y otras veces aparentemente derrotada en las diferentes dinámicas de la vida, pero victoriosa en estos pueblos que se niegan a dejar de existir y a decir su palabra que refleja su maravillosa diversidad. 



Estos gestos de vida inmanente que vienen de los pueblos de la Amazonía son posibilidades para sanar el mundo todo. Este Sínodo Amazónico ha tenido una gran causa y un profundo cauce, optando por contribuir para que haya posibilidades de curar este mundo roto. Y en los ojos creyentes, es en este Sínodo donde se desata una fuerza que quiere de hecho salvar y redimir a todo el género humano, mucho más allá de solo un punto geográfico relevante. Por ello pedimos que el sinsentido y la muerte cotidiana en la Amazonía y de sus pueblos, y en toda latitud de este mundo, no tengan la última palabra. Donde abunden los corazones rotos y los gestos de violencia y pérdida, que ahí sobreabunde la posibilidad de un modo distinto de ser y estar en relación con nosotros mismos, con los otros, con nuestra hermana madre y tierra, y con Dios. 

Los nuevos caminos en la Amazonía, y desde ella para todo el mundo, son los de la reconciliación, los de la acogida de la diversidad como fuerza que permita más vida. Caminos en los que el misterio de Dios no se agota en la mirada unívoca y autorreferencial que solo produce miedo, rechazo, distancia y barreras interiores y, por ende, tiene necesidad de construir muros exteriores también. Para los pocos –pero ruidosos y con poder mediático– que quisieron frenar la fuerza del Sínodo, pretendiendo evitar que lo nuevo emergiera, y quienes llamaron a los tejedores del Sínodo “panteístas”, entre otras cosas, aquí una frase del P. Teilhard de Chardin, a la luz de la unidad de toda vida en el Dios de la vida, para invitarlos a abrir su corazón y mirada:

He aquí en verdad una forma superior de panteísmo, sin huella alguna envenenada de confusión ni de aniquilación. Una especie de unidad perfecta en la que cada elemento, por estar ahí sumido, hallará su consumación simultáneamente con todo el universo.

En la presencia divina, y en su misterio, todo encuentra unidad y sentido. Para los creyentes en Jesús, nuestra fe afirma que en Él todo encuentra rumbo y posibilidad de comunión, más allá de las diferencias y particularidades. Creer en el Dios de Jesús, es creer en que el misterio de Dios nos encamina progresiva e incansablemente a una unidad superior, abrazando como riqueza divina la diversidad (1Cor. 12). Por ello, el Sínodo Amazónico es y será un instrumento propicio desde la riqueza de nuestra fe y la profundidad de la espiritualidad de los pueblos amazónicos, para ascender en este camino a la consciencia en la unidad universal que superará todo signo de muerte y ruptura, y servirá como puente al anhelado Reino en el que todos y todas tengan vida y vida en abundancia, especialmente los que sufren y han sido excluidos, perseguidos o abandonados.

En los caminos del Sínodo hemos vivido estos signos claroscuros, ya que hemos podido atestiguar esa presencia de Dios y de su misterio en la fuerza del pueblo sencillo y en su fe profunda de creer en lo cotidiano, su sensus fidei. Una fe del día con día en donde sus ojos expresan la esperanza de reconocer la presencia de Dios en el trabajo y en los sacrificios cotidianos, en los recorridos largos por los ríos y las trochas, y en la vida que late en los corazones de todos y todas los que abrazan y se dejan transformar por la fuerza de la fe en medio de esta Amazonía. En estos años lo hemos experimentado vigente y actuante en los aromas de la selva que nos evocan alegría, que nos llevan a los recuerdos de las personas amadas que nos antecedieron, de aquellos que siguen cuidando, protegiendo y acompañando el proceso de esos frutos que crecen para ser recolectados con cuidado y delicadeza para dar vida. Esos antepasados que, como lo expresa la encíclica Laudato Si, descansan en la tierra y la tornan en espacio sagrado en el que su identidad también reside (LS 146). 

Pero, en esta Amazonía también experimentamos lo más duro y lo podrido de nuestro mundo. La muerte cotidiana, la persecución y criminalización de defensoras y defensores de sus territorios, pueblos que son señalados por defender sus vidas e identidades, quienes viven y sufren la presión imparable por el anhelo incontenible de destruir para acumular sin límite. Una avidez por acumular, aun poniendo en riesgo el presente y el futuro, y aun matando la vida que resguarda trazos del misterio de la trascendencia en esta selva. Sin embargo, ahí también se perciben y experimentan las gotas tenues de la esperanza para que todo sea regenerado. Ahí, en lo rechazado o en lo considerado invaluable, ahí está presente el mensaje de la alegría por vivir intentando ver todo con ojos nuevos y donde se tejen las grandes posibilidades de un futuro asociado a la cultura del encuentro en las fibras humildes de lo pequeño. 

En esta bella y herida tierra amazónica nos reconocemos como simple y frágil barro en Tus manos. Somos barro habitado, y la esencia de este barro viene de un amor capaz de renovarlo todo, tal como sucede con el delicado equilibrio de este ecosistema amazónico, donde todo se renueva día con día, imperceptible ante nuestros ojos, pero con fuerza imparable. 

El camino de la REPAM y las intuiciones fundamentales ante el inminente Sínodo Amazónico

En el camino de la REPAM, a inicios de octubre de 2017 en la reunión del Comité de Coordinación en Santarém, Brasil, pocos días antes del anuncio del Sínodo por parte del papa Francisco, nos planteamos la pregunta sobre el inminente Sínodo a la luz de nuestro camino andado en la Amazonía desde las siguientes dimensiones: (1) raíces; (2) gritos; (3) esperanzas; y (4) horizontes. Aquí mis reflexiones al respecto, para dar cuenta del propio camino Sinodal.

1. Raíces

Queremos ser fuente de vida en el corazón de la Iglesia y de esta Amazonía con sencillez y a la luz de nuestra propia fragilidad, pero siendo signo que quiere hacer patente la presencia de Dios a partir de las propias voces y gritos de los territorios. Ser puente para escuchar la propia vida que comunican los diversos pueblos amazónicos, y en comunión con el sueño que Dios tiene para la Amazonía en plenitud integral y la de los mujeres y hombres que la habitan.

Queremos ser plataforma de encuentro donde acontezca la novedad, donde se acorten las distancias y se superen las fragmentaciones, un espacio que articule lo diverso sobrepasando fronteras, y donde los encuentros improbables produzcan nuevos caminos más osados para que el Espíritu sople. La Amazonía es signo de Dios y de esperanza en un mundo roto. Es fuerza espiritual para la convergencia y para el propio futuro del planeta, ya que está innegablemente entrelazado al destino de esta Amazonía y el de sus pueblos.

2. Gritos

Ante los innumerables e inenarrables signos de dolor cotidiano y ruptura en esta Amazonía, debemos ir más profundo, es decir, tocar las causas estructurales de este pecado que produce muerte, y confrontarlas con valentía evangélica. Confiar en el Cristo encarnado que echa las redes en aguas más profundas. Avanzar, a pesar del temor por los riesgos que acompañan este tipo de compromiso, reconociendo que Dios clama ahí dentro en las vidas mismas y en los rostros concretos que sufren como consecuencia de los tantos intereses de acumulación de muy pocos, los cuales nos han llevado hasta el límite como humanidad y en esta Amazonía.

Hagamos frente a esta cultura del descarte que quiere imponerse, en la que se reedita la pugna fratricida de Caín que asesina a Abel, y quien al ser cuestionado sobre ello responde aquello que los que matan por acción u omisión siguen respondiendo hoy en la Amazonía y en tantos sitios: ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano? El creyente debe responder a esto con un contundente ‘sí’ en palabras y obras, para seguir arriesgando y gastando la vida en la opción por cuidar al hermano y hermana, incluyendo a la hermana madre tierra.  Que muera el genocida, que no sabe que es también suicida, que llevamos dentro y que impera de tantos modos en nuestras sociedades hoy.

3. Esperanzas

Nuestra esperanza es que el Reino irrumpe con fuerza silenciosa en lo pequeño, en lo germinal que es promesa y signo de Dios como brote de vida en medio de la muerte y la tormenta. Sin idealizar, los pueblos de la Amazonía muchas veces viven un sentido de comunitariedad que nos revela la presencia de Dios, un sentido de profunda conexión con todo lo creado que se refleja en sus luchas cotidianas y en la defensa de su identidad y sus territorios, de cuyas vidas y futuro dependen. Son fuente de esperanza para nuestro camino como red, que quiere aprender en clave de diálogo e interculturalidad.

En ese modo vamos tejiendo un delicado proceso de reconciliación entre Iglesia y pueblos, y en el que los nuevos caminos surgen de estos encuentros transformadores ayudándonos a ser una Iglesia más abierta, integrada, permeable a las vidas de ellos, y llamándonos a ser signo creíble de comunión y presencia comprometida con ellos y sus causas. Queremos poner nuestras esperanzas no en el Sínodo como tal, sino en todo el camino andado que nos ha conducido hacia él, y en lo que podremos contribuir después de él.

4. Horizontes

Como proceso Sinodal, para la REPAM lo esencial será:

  • Estar abiertos a lo nuevo y a lo diverso, darle su espacio, que pueda florecer y hacernos florecer como Iglesia y como REPAM.
  • Cuidar el esencial e inédito camino de la convergencia de lo que puede responder con eficacia apostólica ante los signos de muerte y ruptura, y donde podamos traer una nueva posibilidad de caminar juntos, sinodalmente.
  • Respetar la amplitud y la diversidad de las voces, cuidando de no caer en los fundamentalismos de ambos extremos que afirman una verdad unívoca y muchas veces ideológica o de cerrazón total, que impiden toda posibilidad de genuino discernimiento.
  • Recuperar lo esencial, darle continuidad a ello, afirmar lo que es “no negociable” para mantenerlo vivo y profundizarlo en nuestro camino de red.
  • Mantener la fuerza renovadora de la territorialidad como sujeto eclesial emergente.
  • Hacer del Sínodo un verdadero instrumento de misión y de transformación de la realidad para los pueblos y comunidades Amazónicas.
  • Seguir abriendo espacio para otras redes y voces en nuestro camino de REPAM.
  • Poner las bases firmes en nuestro camino para trascender el momento actual y ser fieles a este kairós que va mucho más allá de nuestras temporalidades, limitaciones y fuerzas.

Esta navegación continuará….