Clerical, clerical, qué bonita serenata


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El clericalismo está en boca de mucha gente desde que Jorge Bergoglio salió al balcón de la Plaza de San Pedro con el nombre pontifical de Francisco. 

Se ha utilizado ampliamente el símil biológico del cáncer que se extiende y destroza las estructuras sanas. Pero si razonamos al hilo de esa metáfora visual debemos también aceptar que un cáncer se suele apreciar cuando su crecimiento incontrolado permite la adecuada detección, presentándose en muchas ocasiones las tan temidas metástasis de tan difícil recuperación.



¿Hasta dónde llega el tejido dañado?

Al igual que el cáncer, también el clericalismo comienza así, invisible, de tapadillo tras una sonrisa amable que oculta un gesto discriminatorio o impositivo. 

Lo vemos en la parroquia donde el Consejo Parroquial no es más que un círculo de sabias y sabios que anhelan su cuota de poder junto al párroco de turno. También se manifiesta en los congresos y encuentros donde una serie de laicos de sonrisa impostada orbitan alrededor del sacerdote gravitatorio. Es también un veneno cuando las religiosas se inhiben, por comodidad, de una participación más activa y referencial en la parroquia a la que se adscriben. Hay una clara metástasis cuando las laicas y los laicos buscan la aprobación feudal de sus pastores.

Y todo lo que se te vaya ocurriendo, porque resulta que en esto de la clericalización tiene mucho que ver el concepto de evangelización que cada cual aplique en su difusión de la Buena Noticia.

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Sin ánimo de acritud ni de encender discusiones destructivas creo que sería positivo detenerse a reflexionar acerca de los nuevos territorios de evangelización que van surgiendo con el devenir del tiempo. ¿No se priorizan aquellas iniciativas comandadas por personas de vida religiosa frente a las que son puestas en marcha por laicas y laicos? ¿Acaso no es una forma concreta de clericalismo? Un canal de Youtube, una cuenta de Twitter, un perfil en Instagram o uno en TikTok. 

Quizás sea complicado que leas o escuches la expresión “laica youtuber” o “laico tuitero”, pero a buen seguro podrá llegar hasta tus oídos “el fraile youtuber” o “el cura tiktoker”. ¿Y no te preguntas por qué?

Con pequeños detalles es como el cáncer crece y se desarrolla.

Hazte la pregunta, porque es necesario.

Quizás no haya mala voluntad (confiemos) en ese sacerdote que con actitud paternalista se relaciona con sus feligresas y “las lleva de congreso” para que vean “cosas de Iglesia”. Tal vez sea fruto de una poca altura intelectual, de una escasa formación o de una “comodidad” heredada. Pero hace daño a la Iglesia al fomentar y perpetuar la figura de la mujer a la sombra del sacerdote-líder que, además, suele acoger pobremente las iniciativas propuestas en los ámbitos que exceden los límites de su parroquia concreta.

Pues de igual manera, a medida que se asientan las expresiones “monja instagramer” o “fraile tiktoker”, las laicas y laicos quedamos como “segundones” porque se vive la evangelización como un camino que se recorre en fila, con unas personas al frente y otras en la retaguardia.

Me gusta pensar que la evangelización se parece más a una batida por el monte, donde todo el mundo camina formando una larga hilera a lo ancho para abarcar una mayor extensión de terreno durante la exploración. Es la imagen de la sinodalidad.

Quizás te suene a ciencia ficción y a fantasía mundana, pero de aquí a no demasiado tiempo se establecerán colonias humanas en Marte y la Luna. Cuando eso suceda, ¿cómo llegará la evangelización a esos lugares? ¿Hablaremos por entonces del “cura astronauta” o de la “monja espacial”?

Cuidado

Ojo, que no le resto mérito al esfuerzo personal invertido por miles de personas de vida consagrada en la difusión de la Buena Noticia en los medios de comunicación social y las redes sociales.

Sin embargo tampoco lo sobremagnífico.

Es más sencillo iniciar, mantener y potenciar una actividad cuando hay una comunidad que te respalda, ya sea a nivel de congregación, de diócesis o de parroquia. Y eso no hay que perderlo de vista. También es clericalismo asumir que la falta de difusión o la desaparición de ciertas iniciativas laicales son fruto de la falta de esfuerzo o la dejadez. Algunas propuestas han desaparecido tan anónimamente como surgieron, quizás únicamente porque una laica o un laico sin apoyos estaban detrás (no entro en los contenidos).

A veces, cuando los laicos presentamos nuestras iniciativas sentimos la garra del clericalismo que se apropia de la idea (o lo intenta) y la deforma para adaptarla a la línea de gobierno de la diócesis en cuestión (o de la provincia congregacional), o también para hacer proselitismo alrededor de la figura del fundador o fundadora de la orden religiosa que sea. 

Mucho cuidado tendremos que llevar para que, si caemos masivamente en la cuenta de lo que digo, no suceda que pongamos al frente de los canales de Youtube a laicas y laicos pero que sean guionizados y dirigidos por el sacerdote de turno (como ya ocurre), privándoles de la propia voz y de su identidad vocacional en el seno de la Iglesia.

Por cierto, que el clericalismo no es invento del papa Francisco. Échale un vistazo al punto número 5 del discurso de S. Juan Pablo II a la conferencia episcopal de Nueva Zelanda (1998).

Por continuar con la canción que da título a la entrada: “Clerical, clerical, que me estás dando la lata”.