Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Cambiar la cultura empresarial


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Necesitamos un cambio de cultura empresarial que, en primer lugar, llame a las cosas por su nombre. Es decir, si el principal objetivo de una empresa es el de lograr el máximo de beneficios posible, hay que llamarlo por su nombre. Porque si la empresa dice que tiene una misión, que tiene unos valores, pero cuando los beneficios no son los deseados (no hablo de pérdidas, sino de ganancias menores a las esperadas) se toman decisiones que van en contra de esos valores o que, simplemente, aprietan más a quienes tienen que llevar adelante el trabajo necesario para enfocarse a la visión de la empresa, las personas de la organización intuyen la incongruencia existente entre lo que se dice y lo que se hace.



Pero hay que ir más allá. Porque como he insistido en este espacio en multitud de ocasiones la empresa tiene una función social que realizar y esa debe ser la prioridad de su actuación. Los compradores, los trabajadores, la sociedad en su conjunto debería saber cuáles son las empresas que priorizan su función social y aquellas cuya motivación final es simplemente el beneficio.

Y esto no siempre es fácil de discernir, sobre todo porque hay empresas cuya forma social no es la de una empresa capitalista (cooperativas o fundaciones) y que por eso se incluyen dentro de lo que se denomina economía social, que de hecho funcionan como buscando con exclusividad el máximo beneficio o el crecimiento sin fin para lograr incrementar las ganancias.

Las implicaciones que tiene que la prioridad sea el crecimiento y el maximizar los beneficios o la función social, son importantes. El canto de sirena que supone la misión, la visión y los valores de una organización, no puede llevarnos a engaño. Porque no es lo mismo trabajar en un tipo de organización que en otra. Aunque aparentemente están haciendo lo mismo, la manera en que lo hacen es totalmente diferente.

Mejora de la sociedad

Por ello deberíamos construir indicadores que nos mostrasen en qué dinámica está cada empresa, independientemente de la forma jurídica que tenga. Los resultados de estos indicadores deberían ser públicos para que, cuando busquemos trabajo o, simplemente, queramos comprar, sepamos con qué clase de empresa nos relacionamos y tomemos decisiones consecuentes a lo que pensamos.

La empresa tiene que ser un lugar en el que las personas puedan desarrollarse como tales y ser más y mejor personas, además de colaborar en la mejora de la sociedad. No es de recibo seducirlas hablando de una misión importante de la organización cuando la verdadera motivación de su funcionamiento son, exclusivamente, los beneficios… Y debemos incrementar todo lo posible el número de empresas que pongan la necesaria rentabilidad al servicio de su Función Social. Construir una nueva cultura empresarial nos lleva a que esto sea medible y público.