Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

Calaveras


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Recuerdo con nostalgia que, en los tiempos de mi infancia, y en particular, cuando se acercaba el mes de noviembre, hojeaba con avidez los periódicos para encontrarme con esas rimas llamadas calaveras o calaveritas, tan propias de estas fechas. De hecho, el adjetivo “calavera”, yo lo asociaba a las personas que tienen ese carácter desparpajado, irónico y hasta divertido de las populares rimas.



Aunque el gusto por la poesía y por los versos se ha venido diluyendo, las calaveras se resisten al paso del tiempo y siguen siendo una manera muy mexicana de mirar a la muerte. Quizá por su carácter popular, quizá también porque se presta tanto a la crítica, como a la diversión. Pero sobre todo, yo atribuyo su éxito a su flexibilidad y facilidad de escritura, de tal modo que, prácticamente todos podemos escribir una calavera, sin ser sujetos a estrictas normas de métrica y rima.

En España, un tesoro importante en el campo de la poesía

Ya desde antes de la Conquista, en México la poesía era considerada como un arte y una forma de expresión elevada. Podríamos decir que la poesía náhuatl y maya, subsiste de alguna manera en el fondo de las décimas veracruzanas y hasta en las bombas yucatecas. Sin embargo, nuestro pueblo es fruto del mestizaje, por lo tanto, es una nación que amalgama el espíritu mesoamericano con el carácter latino aportado por los españoles.

Y vaya que en España siempre ha existido un tesoro importante en el campo de la poesía. De hecho, las primeras rimas que se asocian con las actuales calaveras, son las coplas escritas en el siglo XV por el capitán español Jorge Manrique, con motivo de la muerte de su padre. Más tarde, en la Nueva España, los criollos adoptaron la escritura de rimas para hacer críticas a su régimen Virreinal.

Pero fue en los tiempos de la revolución mexicana, con el desarrollo de la prensa y con el espectacular aporte de José Guadalupe Posada y sus célebres Catrinas, que las calaveritas se convirtieron en una de las formas más originales y divertidas de hablar de la muerte, y al mismo tiempo, burlarse de ella. Y, dicho sea de paso, las calaveritas literarias también ofrecieron la oportunidad de burlarse con aguda ironía de alguno que otro personaje famoso.

Hoy en día, el sentido de estas divertidas rimas ha llegado a evolucionar de tal forma que, recibir una calavera, generalmente es señal de aprecio y estima de parte de quien te la dedica. Así que, si te animas a escribir una, compartiré contigo algunos puntos que puedes considerar.

Aunque no tiene reglas estrictas, comúnmente las calaveritas se escriben en cuartetos, es decir, en cuatro frases o versos, que hacen rima. La rima también se maneja de manera libre, aunque usualmente se utilizan la rima gemela (AABB) y la rima cruzada (ABAB). Una buena medida serán cuatro cuartetos, pero insisto, no hay normas rigurosas para su escritura.

Será muy importante tomar en cuenta al personaje principal de los versos, es decir, a la persona de quien habla la calavera, para ello, conviene incluir algunas características típicas de esta persona. Pero el otro personaje que obviamente no puede faltar es la muerte, a la que también se le menciona como la flaca, la calaca, o la huesuda.

Finalmente, la calavera literaria se completa con una buena dosis de humor e ironía, ya sea que el personaje logre escapar de la muerte o ella lo arrastre a sus dominios, cuanto más divertida la escena, más exitosa será. Por supuesto que las situaciones imaginarias son solo eso, y no deben llevar ningún rasgo de falta de respeto o grosería mundana, se trata de ingenio, agudeza y sana diversión.

Ya se despide su servidor

de quien estas letras observa

pues tras del refrigerador

la huesuda me contempla.

Ella quiere mi osamenta

para llevarla a bailar;

su servidor se lamenta

de no poder aceptar.

Espero volver a verte

por aquí, querido lector,

cuando la muerte se aleje

buscando mejor bailador.