Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Bergoglio, el papa Francisco


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Los comportamientos, las actitudes y los pensamientos expresados por el papa Francisco, así como los nombramientos que hace y las decisiones que toma, no placen a todos. Es normal: nunca ni en ninguna parte llueve a gusto de todos.



Lo que ya no es tan normal, y llama poderosamente la atención, es que grupos de católicos que disienten del Papa se hayan lanzado a una despiadada, desvergonzada, abierta y hasta a veces grosera campaña de crítica a Francisco. Casi siempre se trata de una enmienda a la totalidad, sin matices ni excepciones.

He sabido, de fuente directa, de una comunidad religiosa en la que el papa ha sido Benedicto XVI hasta su muerte. Francisco era persona non grata, y sus escritos y el seguimiento de sus actividades estaban proscritos. De hecho, uno de los miembros de la comunidad fue sometido a un juicio severo por el delito de haber leído, a escondidas, algunos mensajes del papa Francisco. Desconozco si, desde la muerte de Benedicto XVI, esta comunidad considera que la Iglesia está en situación de sede vacante…

Es bastante frecuente en estas personas o grupos que se refieran al Papa simplemente por su apellido; no existe para ellos el papa Francisco o el Santo Padre: simplemente, Bergoglio. Se trata de una forma de menosprecio y de socavamiento de la autoridad moral del Papa; doblemente sorprendente en gentes que, en anteriores pontificados, se prodigaban en títulos honoríficos, como los de “Soberano y Romano Pontífice”, “Vicario de Cristo”, “Sucesor de Pedro”… Todo eso lo han guardado en el baúl de los recuerdos –de momento– y ahora solo existe “Bergoglio”… y sus bergogliadas.

La adhesión al Papa

En tiempos difíciles para la Iglesia, como fueron los de la unificación de Italia (que implicaba la desaparición de los Estados Pontificios), muchos buenos católicos gritaban, queriendo defender a la Iglesia: “Viva Pío IX”, que era el Papa reinante. También ese entusiasmo llegó a los jóvenes de Don Bosco. Pero este les decía: “No gritéis ‘Viva Pío IX’; digamos ‘Viva el Papa’”.

Una de las enseñanzas que nos ha dejado Don Bosco es, precisamente, la de expresar nuestro sentido de pertenencia y nuestro amor a la Iglesia a través de la adhesión al Papa, sea quien sea, venga de donde venga y tenga el carácter y las cualidades personales que tenga.

Así que ¡viva el Papa! Los que fueron, el que es y los que vendrán. Y que Dios le ayude, que no lo tiene nada fácil.

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