Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Alarma de polarización: una ciudadanía más partidista que demócrata


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La Fundación alemana Friedrich Ebert Stitfung —la más arraigada institución civil alemana para el fomento de la democracia social— ha publicado una encuesta a diez mil votantes de siete países europeos —Alemania, Suecia, España, Polonia, Estonia, Ucrania y Serbia— alrededor de tres cuestiones que dan nombre al estudio: “Identidad, partidismo y polarización”. Su conclusión la resumía bien el sociólogo italiano Paolo Gerbaudo en un artículo en El País: “los electores son antes partidarios y después demócratas”. El estudio ha sido realizado por los investigadores Elena Avramovska, Johanna Lutuz, Filip Milačić y Milan Svolik y publicado en otoño de 2022.



Comprender la democracia

Más de tres cuartos de los ciudadanos comprenden adecuadamente lo que es una democracia —79% en España, 85% en Suecia—. ¿Qué indicadores ayudan a mostrar esa cultura demócrata? Por ejemplo, solo un 13% de suecos considera demócrata que los militares derroquen a un presidente del gobierno. Piensa lo mismo el 17% de españoles (2.500 cuestionarios fueron realizados a españoles), 16% de alemanes y el 22% de los polacos. La media de valoración del grado de importancia de vivir en un país democrático supera el 8 en una escala de 0 a 10.

En Suecia es 8,8, en España 8,4 y en Estonia 8,1. La afirmación de que la democracia es la mejor forma de gobierno conocida supera el 90% de apoyo en Suecia y Alemania, y el 89% en España y Polonia. En España hay un 44% que está intensamente de acuerdo, porcentaje superado por Alemania (47%) y Suecia (50%). En Serbia, Estonia y Ucrania está por debajo del 25% ese apoyo fuerte a la democracia como mejor sistema.

Violar la democracia solo cuesta un 7,8% del voto (5,9% en España)

La clave del estudio reside en el grado de castigo o rechazo que los votantes tienen hacia las violaciones de la ley o la moral demócrata por parte de los partidos con que se identifican. La conclusión con aquellos que son permisivos es que dan más importancia al poder de su partido que a la democracia.

¿Cómo lo mide? En primer lugar, se trata de saber cuánto voto perdería un partido que comete una fechoría. En su conjunto, en todos los países prevalece el castigo electoral por parte de los votantes, pero en diferentes grados y quizás nos parezca que dicha pérdida de votos no es suficiente. Un partido que mine la democracia solo perderá en Europa —si proyectáramos esta encuesta al conjunto de países— el 7,8% de sus votos. En Suecia disminuiría su voto un 10% y en España solamente el 5,9%. La Fundación Ebert pregunta acerca del castigo que merecerían distintos tipos de ataques contra la democracia.

Perseguir periodistas: solo un 3% de votos menos en España

Por ejemplo, la persecución de periodistas por parte del gobierno recibiría un castigo de 10% menos de votos en el conjunto. En Suecia le votaría un 14,5% menos de gente, pero en España solo le dejaría de votar un 3%. En ningún otro país es menos castigado que en España. El control de los medios de información solo lo castiga el 2,9% de españoles, en contraste con el 8,1% de suecos.

Leyes sin debate: 2,5% menos en España

Que una ley sea aprobada sin debate público solo es castigado por el 2,5% de votantes en España y no muchos más en Alemania: el 3,3%. En Suecia perdería el voto del 4,9%. Son en general bajas pérdidas (media general del 5,4%) para la corrosión de la democracia.

Violación de Derechos Humanos: 5,7% menos en España

Las violaciones de algunos Derechos Humanos tampoco tienen mucho mayor coste. Si un gobierno prohibiera la libertad de oración pública a los musulmanes, perdería el 11,1% de votos en Alemania, 10% en Suecia y el 5,7% en España. Solo en Ucrania sería menos castigado (4,2%).

Las políticas de identidad de género son lo que más polariza y mina

En cuanto a los temas que hacen que se sea más tolerante con las violaciones de la cultura demócrata o incluso la ley, resalta uno sobre todo: las políticas de identidad en cuestiones de género y homosexualidad. Es el tema más polarizado, el tema que los electores juzgan menos importante para el bien público y el tema en el que se castiga menos las violaciones contra la democracia.

A los políticos les compensa minar la democracia

Pero hay otro indicador que es sobrecogedor. Sabemos ya cuánto castigo recibiría un partido que minara la democracia, pero a la vez esas acciones también pueden ser premiadas. En España es donde más se premian: lo haría el 27,6% si quien comete el mal es del partido al que se apoya. En Suecia baja, pero obtendría el apoyo de un quinto de los electores (21,5%).

La pregunta es, ¿compensa violar o corroer la democracia? El estudio demuestra que claramente sí. Si restamos los votantes que pierde al número de votantes que están dispuestos a seguir apoyándole por esos desmanes, el saldo es claramente positivo para los políticos antidemócratas: el saldo final es que en España —donde mayor apoyo reciben los antidemócratas— consigue un apoyo del 21,7% de voto y en Suecia —donde menos—, el 11,5%.

El peligro de la ultraderecha

Al analizar por signos políticos, la encuesta de la Fundación Ebert constata que los votantes de extrema derecha son los más proclives a tolerar violaciones de la democracia, con porcentajes que llegan a triplicar a los partidos de extrema izquierda.

Estos datos deben llevarnos a repensar a fondo una cuestión: ¿quién forma personas demócratas? La escolarización es insuficiente y con frecuencia incapaz de formar en valores demócratas a niños y jóvenes. Las universidades hace ya tiempo que han abandonado la transmisión de valores demócratas ya que se han neoliberalizado hasta la raíz. El conjunto de la sociedad civil es la que trabaja más en esa dirección y las Iglesias en general forman demócratas, aunque hay ambigüedades y un poderoso porcentaje en su interior que va en la dirección contraria. Los medios de comunicación dependen en gran parte de la financiación pública y también tienden a conformarse como partidos: tolerantes con su partido y exageran todo lo posible los errores del contrario.

Según el estudio de Ebert, los partidos parece que están trabajando todo el día desde los poderes del Estado y los medios de comunicación remando a su favor, formando más gente que les apoye que gente que apoye en su conjunto la democracia aunque eso les perjudique y castigue. Esa maquinaria apenas tiene contrapeso, no hay ninguna entidad o conjunto de instituciones que compense esa labor corporatista. Las instituciones de cultura y ciencia están muy condicionadas por la financiación gubernamental o es insignificante. El problema principal es de agencia: ¿quién forma demócratas? ¿Quién hace sistemáticamente la formación permanente a demócratas a lo largo de toda la vida?