Para la fe cristiana, la esperanza no solo marca el camino presente, sino la meta a la que se dirige el caminante. Vivimos “aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” (Tit 2, 13). Él es el fundamento y la meta de nuestra esperanza. La muerte no es el fracaso de nuestra esperanza. Es la puerta que nos abre al encuentro definitivo