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El Papa apela a la responsabilidad de cada uno para seguir el camino de la paz en su primera bendición ‘Urbi et orbi’ navideña

No dejemos que nos venza la indiferencia hacia quien sufre, porque Dios no es indiferente a nuestras miserias”, invitó León XIV

El Papa apela a la responsabilidad de cada uno para seguir el camino de la paz en su primera

El papa Francisco se fue tras el día de Pascua y su bendición ‘Urbi et orbi’. El papa León XIV se presentó al mundo pidiendo la paz en su primera bendición papal solemne en el mismo balcón al que ha vuelto esta Navidad combatiendo la lluvia matutina. Ha portado hábito coral, la estila pastoral de los evangelistas y ha estado acompañado por los cardenales Dominique Mamberti y Mario Grech. Una transmisión para la que el Vaticano, además de un dron, ha estrenado una nueca cámara que obtiene imágenes en formato cinematográfico permitiendo que se siga de forma más inmersiva este acto.



Como novedad, el papa León XIV ha recuperado la tradición de felicitar la navidad en distintos idiomas antes de la bendición y tras la alocución. Al latín oficial, al italiano, el inglés o el español, ha sumado el francés, alemán, portugés, polaco, árabe y chino –seguidos siempre de aplausos por los fieles que se han dado por aludidos–.

Responsables de la paz

“El Niño que ha nacido de la Virgen María es Cristo Señor, enviado por el Padre para salvarnos del pecado y de la muerte. Él es nuestra paz, Aquel que venció al odio y a la enemistad con el amor misericordioso de Dios”. Con estas palabras ha felicitado el Papa la Navidad a todos los fieles y seguidores de la celebración haciéndose eco de la expresión de san León Magno de que “el nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz”.

Este Niño, prosiguió, “por amor aceptó la pobreza y el rechazo y se identificó con los que son marginados y excluidos”. Así, apuntó, “nos mostró lo que sólo nosotros podemos hacer, es decir, asumir cada uno nuestra parte de responsabilidad” en la salvación; porque “este es el camino de la paz: la responsabilidad. Si cada uno de nosotros, a todos los niveles, en lugar de acusar a los demás, reconociera ante todo sus propias faltas y pidiera perdón a Dios, y al mismo tiempo se pusiera en el lugar de quienes sufren, fuera solidario con los más débiles y oprimidos, entonces el mundo cambiaría”.

El camino del diálogo

“Jesús nació en Belén y murió en la cruz: para liberarnos del pecado. Él es el Salvador”, reivindicó para que “con su gracia, cada uno de nosotros puede y debe hacer lo que le corresponde para rechazar el odio, la violencia y la confrontación, y practicar el diálogo, la paz y la reconciliación”. Por ello mostró su cercanía “a todos los cristianos que viven en Medio Oriente”. “He escuchado sus temores y conozco bien su sentimiento de impotencia ante las dinámicas de poder que los superan”, apuntó tras su viaje al Líbano. Por ello pidió “justicia, paz y estabilidad para el Líbano, Palestina, Israel y Siria”.

Para Europa, ha pedido que Jesús “siga inspirándole un espíritu comunitario y colaborativo, fiel a sus raíces cristianas y a su historia, solidario y acogedor con los que están pasando necesidad”. Y pensando en Ucrania clamó “para que cese el estruendo de las armas y las partes implicadas, con el apoyo de la comunidad internacional, encuentren el valor para dialogar de manera sincera, directa y respetuosa”.

También pidió “paz y consuelo para las víctimas de todas las guerras que se libran en el mundo, especialmente aquellas olvidadas; y para quienes sufren a causa de la injusticia, la inestabilidad política, la persecución religiosa y el terrorismo” como sucede en Sudán, Sudán del Sur, Malí, Burkina Faso y la República Democrática del Congo. A esto añadió un llamamiento para que en Haití, cese “toda forma de violencia y pueda avanzar por el camino de la paz y la reconciliación”.

Para los políticos de América Latina oró para que “al enfrentar los numerosos desafíos, se le dé espacio al diálogo por el bien común y no a las exclusiones ideológicas y partidistas”. Y que el Señor “ilumine a Myanmar con la luz de un futuro de reconciliación, que devuelva la esperanza a las generaciones jóvenes, guíe a todo el pueblo birmano por los caminos de la paz y acompañe a quienes viven sin hogar, sin seguridad y sin confianza en el mañana”. A esto añadió la intención de que “se restablezca la antigua amistad entre Tailandia y Camboya y que las partes implicadas continúen esforzándose por la reconciliación y la paz”; y recordó a las catástrofes naturales que azotan el sur de Asia y de Oceanía

La esperanza continúa

“No dejemos que nos venza la indiferencia hacia quien sufre, porque Dios no es indiferente a nuestras miserias”, prosiguió el Papa. Por ello identificó al Niño de Belén “con quienes ya no tienen nada y lo han perdido todo, como los habitantes de Gaza; con quienes padecen hambre y pobreza, como el pueblo yemení; con quienes huyen de su tierra en busca de un futuro en otra parte, como los numerosos refugiados y migrantes que cruzan el Mediterráneo o recorren el continente americano; con quienes han perdido el trabajo y con quienes lo buscan, como tantos jóvenes que tienen dificultades para encontrar empleo; con quienes son explotados, como los innumerables trabajadores mal pagados; con quienes están en prisión y a menudo viven en condiciones inhumanas”.

Ante esta situación invitó: “abramos nuestro corazón a los hermanos y hermanas que están necesitados y sufren. Al hacerlo, lo abrimos al Niño Jesús que, con sus brazos abiertos, nos acoge y nos revela su divinidad”. “Cristo, nuestra esperanza, permanece siempre con nosotros”, sentenció ante el fin del Año Jubilar y ante una Navidad en la que se celebra que “Él viene para quedarse y entregarse a sí mismo. En Él toda herida es sanada y todo corazón encuentra descanso y paz”. “A todos, les deseo de corazón una Navidad serena”, concluyó.

Bendicion Urbi Et Orbi