Físico, mago, máster en teología fundamental y salesiano. Y ganador de la octava edición del Premio de Ensayo Teológico Joven PPC. Por unanimidad, el jurado del galardón firmó el 11 de diciembre el acta que reconocer la calidad de su trabajo de investigación titulado ‘Todos, todos, ¿todos? El racismo como problema teológico’. Santanderino de 35 años, a Juan Carlos Aonso le conocen como Juanky, lo mismo en su tierra natal que en Urnieta. En este pueblo situado a quince minutos de San Sebastián, es el coordinador de pastoral del colegio Salesianos Magale y responsable del centro juvenil desde hace un año. Allí llegó después de pasar, entre otros destinos, por Madrid, Granada o Lugo.
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PREGUNTA.- ¿Dios es el primer migrante?
RESPUESTA.- Se podría decir que sí. Es el primero en salir de sí mismo, se hizo carne y habitó entre nosotros. Vino a su casa, pero los suyos no lo recibieron. El fenómeno migratorio nos ayuda a entender de alguna manera la dimensión de la kenosis divina.
P.- Y Jesús, con María y José, familia exiliada a Egipto…
R.- Por supuesto, pero yo pretendo ir más allá para detenerme en la radicalidad de la vida trinitaria. Lo esencia del amor trinitario es la salida libre de sí mismo en favor del otro. Se hace de manera perfecta en la Trinidad. Cada persona de la Trinidad lo es en la medida que sale de sí mismo. Y esta dinámica la vemos constantemente en Jesús, en una entrega permanente al servicio de los demás, en perder la vida para ganarla.
P.- En el ensayo llega a calificar el racismo de “enfermedad espiritual”. ¿Hay vacuna para este virus?
R.- En el Evangelio y en la tradición de la Iglesia podemos encontrar algunas pistas. Por un lado, hemos de acometer un ejercicio intelectual para desmontar prejuicios. Por otro, está la dimensión espiritual, que nos compromete a un ejercicio personal para luchar contra la soberbia y el orgullo, que están en la base de toda forma de racismo. En el fondo es vivir desde la caridad, desde el ponernos al servicio del otro. Hay quien dice que el racismo se cura viajando. Creo que ya llevamos todos muchos viajes internacionales como para comprobar que eso no es cierto, sino que además puede incluso asentar o confirmar prejuicios. El racismo se cura cuando te arrodillas a lavar los pies del otro, del diferente.
El desprecio al diferente
P.- “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un racista alcance la vida eterna”. ¿Lo suscribiría?
R.- El racismo puede entenderse como una forma de riqueza, en tanto que el problema del rico en esa reflexión de Jesús de Nazaret es que pone toda su esperanza en los bienes que en la promesa de Dios. El desprecio al diferente tiene que ver mucho con eso, con primar una errada protección de la propia cultura, de la nación, de la raza más que en la acogida de Jesucristo. Yo me imagino que hoy Jesús le diría al joven rico que busca la vida eterna ese ‘déjalo todo y sígueme’ con una llamada a romper sus propios muros: “Deja de comer tortilla de patata y de hablar castellano, vente conmigo, aprender arameo, aliméntate a base de saltamontes, viste una túnica, intégrate con el diferente”.
P.- ¿Ha percibido a pie de aula o de parroquia que ese discurso que criminaliza al que viene de fuera está creciendo?
R.- Todos estamos viendo desde hace tiempo que hay un discurso que se articula en esos términos y que va ganando más presencia pública. Evidentemente eso repercute en los adolescentes y jóvenes. Es preocupante que se esté cayendo en posturas radicales para afrontar complejos problemas sociales.