La alianza entre la empresa y la fe


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Reconozco que siempre me ha fascinado esa conjunción —quizá tan humana— entre liderazgo, responsabilidad empresarial y espiritualidad. Si hubiera que condensarla en dos palabras, serían estas: empresa y fe. Cada vez que he querido abrir este diálogo, siempre aparece alguien que lo despacha citando aquello de Mateo 6:24: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Pero el ámbito socioeconómico exige un examen más delicado: un diálogo sosegado entre el “yo” más profundo y Dios. Porque son muchos los responsables empresariales que buscan en la fe una base sólida desde la que tomar decisiones en conciencia.



Recuerdo que, en una clase de Filosofía de Bachillerato, la profesora expresó su disgusto con un anuncio de una empresa de electrodomésticos en la que los trabajadores explicaban las características de cada aparato y terminaban diciendo: “también tiene un poquito de mí”. Seguro que lo recuerdan. ¿La razón de su enfado? Afirmaba que aquello no era más que “alienación en el trabajo”.

Otro profesor, sin embargo, quiso darle la vuelta: desconocemos si ese anuncio tenía un trasfondo cristiano, pero mostraba que incluso en ese microondas que usamos sin pensarlo varias veces al día tiene “un poquito” del corazón de alguien que ha puesto tiempo, conocimiento, formación y, en definitiva, trabajo para que otros puedan vivir mejor.

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Comunidad de personas

León XIV quiso saludar a los participantes de la 31º Conferencia Industrial Argentina y puso como ejemplo al empresario argentino Enrique Shaw, quien concibió la industria “como una verdadera comunidad de personas”. Sus palabras me devolvieron a aquel debate promovido –inconscientemente– por esos dos profesores. Habló, como se recoge en otra publicación escrita por R. Alfieri, de liderazgo y transparencia, de capacidad de escucha y esfuerzo “para que cada trabajador se sintiera parte de un proyecto compartido, logrando una armoniosa unión entre la fe y la gestión empresarial”.

No sé si aquel anuncio pretendía reflejar esta visión del trabajo o si era simplemente una estrategia de marketing más, sin intención alguna de colaborar en la construcción del Reino. Pero, voluntaria o no, aquella frase publicitaria dejaba entrever algo cierto: que incluso en lo cotidiano o en lo aparentemente mecánico, puede haber un rastro de dignidad humana. Y reconocerlo quizá sea el primer paso para que empresa y fe dejen de verse como enemigos y empiecen a reconocerse como aliados en la tarea de construir un mundo más justo.