Rosalía ve la Luz

Rosalía, en Los 40 Music Awards

‘Lux’ es un relato sobre la búsqueda de Dios. En primera persona, el grito de la propia Rosalía (Sant Esteve Sesrovires, Barcelona, 1992), la gran diva de la música contemporánea. Pero también es un intento de compartir su necesidad de estar “más cerca de Dios” –el eje sobre el que gira todo el nuevo disco– y mostrar su camino: una especie de feminismo místico, como ella misma confiesa, con referentes más que reconocibles en el santoral, sobre todo católico: Rabia al Adawiyya, Olga de Kiev, Clara de Asís, Hildegarda de Bingen, Rosalía de Palermo, Juana de Arco, Rosa de Lima, Teresa de Jesús, Simone Weill, Chris Kraus, Ryōnen Gensō, Sun Bu’er o Anandamayi Ma.



“La inspiración principal es la mística femenina, así que seguro que hay más energía femenina. Y también la idea de ser un receptáculo”, narró a ‘The New York Times’. Ese concepto le surgió leyendo a Ursula K. Le Guin: “Decía que hay una diferencia entre la escritura masculina y la femenina: la escritura masculina trata del héroe, de los triunfos de este héroe. Y si el héroe no está en la historia, entonces no es una buena historia. Todo gira en torno al conflicto en la narración. La escritura femenina es más un proceso continuo. No se trata del clímax y luego la resolución. Se trata quizá de una persona con delirios y transformaciones y de todas las cosas que esta persona tiene que perder. No se trata de yo, yo, yo, yo”.

Disco Rosalía

Delirios, transformaciones, pérdidas, eso es lo que se escucha en ‘Lux’, el testimonio de una joven de apenas 32 años que, de repente en la cúspide de la fama, quiere cambiar, cantarlo y compartirlo. Mira hacia adentro, pero también aprende de la tradición: “Hagiografías, muchísimas hagiografías. Simone Weil, Chris Kraus. Estas monjas eran poetas increíbles, grandes artistas; Hildegarda de Bingen era como una polímata, era capaz de crear de muchas maneras. Hay tantas mujeres increíbles en la historia a las que no escuchamos lo suficiente, de las que no hablamos lo suficiente”. Ella lo hace: cada cambio de idioma es un homenaje a una de ellas.

Un lenguaje único

Rosalía –como en ‘Los ángeles’ (2017), ‘El mal querer’ (2018) y ‘Motomami’ (2022)– concibe un ‘long play’ como una historia y la apoya en un lenguaje musical único. Hay siempre un prefacio: aquí es “Sexo, violencias y llantas”, el primer tema, el que entona ese “quién pudiera vivir entre los dos, / primero amar el mundo y luego amar a Dios”. Aunque de ese conflicto ya apunta el desenlace: “En el primero, sexo, violencia y llantas, / deportes de sangre, monedas en gargantas. / En el segundo, destellos, palomas y santas, / la gracia y el fruto, y el peso de la balanza”.

Ella misma ha descrito que “hay cuatro movimientos en el álbum”, y los enumera: “El primero es la partida; marchar, salir de la pureza. El segundo tiene que ver con la gravedad y con ser amigo del mundo, de lo mundano. El tercero es la gracia, ser amigo de Dios. Y el cuarto es la despedida y la vuelta a casa”. Los tres primeros conforman ese desarrollo donde va narrando el vacío, la necesidad de llenarlo y el encuentro. Un itinerario que no recorre sola, sino con Björk, Carminho, Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz, Yahritza, Yves Tumor. El último es la visión: el ascenso a la luz.

Rebelión del cuerpo

En cada movimiento, Rosalía avanza en la trama. Es decir, quién es, qué siente, qué le ha ocurrido, para ansiar tanto a ese Dios que se le va descubriendo. En “Reliquia”, segundo corte, narra todo lo que ha ido perdiendo, desprendiéndose, como si fuera la misma Teresa de Jesús, aunque advierte: “No, no soy una santa, / pero estoy blessed”. Esto es: bendecida, que tiene antecedente, que tiene detrás lo que nos han ido contando en otros discos: la fe de la familia, de su abuela. Sigue “Divinize”, por eso mismo, en catalán, donde proclama que mordió “la manzana que está prohibida”. La rebelión del cuerpo. “Cada vértebra revela un misterio. / Reza sobre mi columna, es un rosario”, canta ahora en inglés. Es la mujer que se reveló: “Sé que fui hecha para la divinidad”.

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Rosalía celebra en México la “mística femenina” ante un mundo necesitado de “fe”

En “Porcelana” parte de la historia de Ryōnen Gensō y su mutilación. Ese “mi piel es fina /, de porcelana / rota en la esquina”, para ahondar en una reivindicación del cuerpo de la mujer en latín, inglés y japonés: “Renunciaré a mi belleza antes de que la arruines. / ¿Crees que soy rara? / Es un don con el que nací. / Soy la reina del caos porque Dios así lo decidió”. El primer movimiento finaliza con “Mio Cristo piange diamanti”, ahora en italiano, inspirada en Clara y Francisco de Asís, el amor contemplativo, imposible, soñado y divino.

Sirve de enlace con “Berghain”, donde comienza el segundo movimiento, dedicado íntegramente al amor, o más bien, al desamor, al despecho, al dolor, a la mentira. “Su miedo es mi miedo. / Su ira es mi ira. / Su amor es mi amor. / Su sangre es mi sangre”, entona en alemán, homenaje a Hildegarda de Bingen. “La perla”, “Mundo nuevo”, “De madrugá” o “Dios es un estalker” exhiben reflejos de lo mismo como en un prisma.’

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