Editorial

El espíritu vigente de los Jerónimos

Compartir

El 20 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco. Solo una semana después, se conmemora la proclamación de Juan Carlos I como rey. Aquel 27 de noviembre, en misa votiva del Espíritu Santo, el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Vicente Enrique y Tarancón, pronunció una homilía que sugería algo más que buenos deseos para el monarca. Sus palabras constituyeron una hoja de ruta para la transición de la dictadura a la democracia, unas coordenadas no solo para una ciudadanía que soñaba con pasar de una vida en blanco y negro a una sociedad plural y en color. También volcaba las expectativas de una Iglesia encarnada en el papa Pablo VI y su aggiornamento conciliar frente al nacionalcatolicismo.



“Que sea el Vuestro un reino de justicia en el que quepan todos sin discriminaciones, sin favoritismos, sometidos todos al imperio de la ley y puesta siempre la ley al servicio de la comunidad”, entonaba el cardenal en un sermón que debía ser de estudio obligado en todo proceso formativo eclesial, lo mismo en un seminario que en una catequesis de adultos. Sobre todo, teniendo en cuenta que los errados vientos melancólicos de la polarización parecen arreciar.

Sin ideologías

Entonces, el presidente de los obispos sentenciaba que “la fe cristiana no es una ideología política ni puede ser identificada con ninguna de ellas, dado que ningún sistema social o político puede agotar toda la riqueza del Evangelio ni pertenece a la misión de la Iglesia presentar opciones o soluciones concretas de Gobierno en los campos temporales de las ciencias sociales, económicas o políticas”. “La Iglesia no patrocina ninguna forma ni ideología política y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente”, señalaba justo después, acuñando así el llamado ‘espíritu de los Jerónimos’, de absoluta vigencia, en tanto que busca hacer realidad el Evangelio desde una escucha atenta a los signos de los tiempos.

Rey Juan Carlos I y cardenal Tarancón

Cincuenta años después, los españoles, y los católicos, han sabido construir una próspera convivencia a través de los derechos y libertades que recoge la Constitución. Y esto exige una mirada agradecida al pasado, con un compromiso exigente de futuro que pasa por el respeto a la dignidad de todos y cada uno, especialmente al diferente, curando heridas, pero no desenterrando nostalgias caducas. Como escribía entonces el director de Vida Nueva, José Luis Martín Descalzo: “Mal se podrá inaugurar una página nueva de nuestra Historia, mal se podrá dar un paso al frente sin que todos sepamos la tierra que pisamos, sin que todas las fuerzas sociales del país digan sin rodeos qué es lo que pueden y están dispuestas a aportar”.