La Iglesia española hace fuerza con Greenpeace ante la COP30: “El tiempo de las excusas se acabó. Es la hora de la justicia”

  • Diez años después del Acuerdo de París y de la publicación de ‘Laudato si”, es un hecho que “la realidad nos golpea: no hemos hecho lo suficiente”
  • Se reclama “un calendario claro, vinculante y justo para eliminar gradualmente todos los combustibles fósiles” y dejar de “financiar nuestra propia destrucción”
  • “La necesaria y urgente transición energética debe democratizarse y no puede convertirse en una nueva forma de colonialismo”

Lula en la COP30 de Brasil

Del 10 al 21 de noviembre, Belém, en plena Amazonía brasileña, acoge la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, en su 30ª edición. Una cita clave, esta COP30, para implementar al fin la ecología integral, la defensa del medio ambiente y la justicia restaurativa para los pueblos que padecen la devastación de sus ecosistemas por parte de intereses extranjeros.



Consciente de la importancia de esta cumbre, la Iglesia española ha hecho público un mensaje firmado por diferentes entidades eclesiales: el Departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española, Enlázate por la Justicia, Cáritas Española, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas, REDES, el Movimiento Laudato si’-España, el Movimiento Rural Cristiano, el Grupo de Ecología Integral-Justicia y Paz de Sevilla y por 26 diócesis. Además, en otro gesto cargado de fuerza, se suman al manifiesto dos instituciones civiles como ECODES y Greenpeace España.

Una urgencia moral

El texto, dirigido “a los gobiernos y a la ciudadanía”, interpela en primer lugar “a quienes lideran el mundo”. Reunidos estos días en Belém, han de tener en cuenta que “la justicia climática es una urgencia moral, no una opción”.

Teniendo en cuenta que estos días coinciden con el 10º aniversario de dos hitos referenciales, el Acuerdo de París y la publicación de la encíclica Laudato si’, de Francisco, hay que lamentar que “la realidad nos golpea: no hemos hecho lo suficiente”. Y es que “el cambio climático ya no es una amenaza futura; es una crisis presente que castiga con mayor fuerza a las personas más pobres y vulnerabilizadas y que, si no se actúa con mayor contundencia, lo hará aún más en el futuro, profundizando la desigualdad que decidimos combatir e hipotecando el futuro de las siguientes generaciones”.

Junto a “otros actores de la sociedad civil”, las entidades católicas trasladan un mensaje contundente: “Exigimos a los gobiernos en la COP30 que pasen de las promesas vacías a la acción concreta”.

“Justicia en la acción”

A modo de hoja de ruta, se plantean “tres pilares jurídicamente vinculantes”. El primero es la “justicia en la acción”, lo que implica “abandonar lo que nos destruye”. De hecho, “los planes climáticos actuales de cada país o de grupos de países (como la UE) resultan insuficientes. Nos llevan directamente a un calentamiento global que causará un sufrimiento inmenso, especialmente en el Sur Global”.

En este sentido, es evidente que “los países ricos y los mayores emisores deben presentar planes drásticamente más ambiciosos. Esto no es negociable; es una obligación moral y legal”. Junto a ello, se debe “poner fin a la era fósil”. Algo que ha de implementarse con “un calendario claro, vinculante y justo para eliminar gradualmente todos los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Seguir invirtiendo en ellos es financiar nuestra propia destrucción”.

Otro paso básico es “detener la deforestación global antes de 2030 y proteger a las comunidades indígenas, sus mejores guardianes”.

“Justicia en la transición”

El segundo pilar es la “justicia en la transición”. Lo que conlleva “proteger a las personas, no solo al planeta”. De este modo, al dejar atrás los combustibles fósiles y apostar por las energías renovables, hay que tener en cuenta que “la transición ecológica no puede ser una excusa para crear nuevas pobrezas”. En consecuencia, toda acción “debe planificarse cuidadosamente para proteger a las personas trabajadoras, a las comunidades que dependen de esas industrias y a las personas más vulnerables”.

COP30 de Brasil

COP30 de Brasil

Sin “dejar a nadie atrás”, se deben “garantizar la protección social, los empleos dignos y el apoyo directo a las comunidades locales e indígenas”. Sin olvidar “fomentar e invertir en la agroecología”, pues hay que “transformar nuestros sistemas alimentarios, que hoy contaminan y provocan hambre”. Lo que se traduce en “dejar de subsidiar la agricultura industrial contaminante y apoyar a las mujeres y hombres que cultivan la tierra y alimentan al mundo de forma sostenible”.

En definitiva, “la necesaria y urgente transición energética debe democratizarse y no puede convertirse en una nueva forma de colonialismo. La demanda de minerales debe gestionarse con debida diligencia, equidad y protegiendo a las comunidades locales y sus ecosistemas de cualquier forma de expoliación, tal como vienen haciendo sobre el terreno diferentes organizaciones de la sociedad civil, así como la Iglesia católica”.

“Justicia en las finanzas”

El tercer pilar es el que conlleva la “justicia en las finanzas”. En virtud a este, no se puede obviar que “las naciones ricas construyeron su prosperidad sobre un modelo de desarrollo basado en combustibles fósiles, generando una ‘deuda ecológica’ masiva con el Sur Global, que es quien más sufre sus consecuencias sin haber causado el problema”.

Así, “nuestra demanda es clara: dinero real, no más deuda”. Porque “los países del Sur Global necesitan billones, no millones, para adaptarse y desarrollarse de manera limpia. Esta financiación debe ser nueva, adicional y entregada en forma de subvenciones (donaciones), no como préstamos que ahoguen aún más a los países pobres”.

Tampoco se puede pasar por alto que se debe “reparar el daño”. Para ello, “el Fondo para Pérdidas y Daños (creado en la COP27 de 2022, en Egipto) debe llenarse con urgencia con cientos de miles de millones de dólares. No es caridad, es reparación. Este dinero debe llegar directamente a las comunidades afectadas, sin burocracia”.

El problema de la deuda

Sobre “el problema de la deuda de las naciones en situaciones más vulnerables”, el fin último es que se las pueda “liberar para que puedan invertir en la acción climática en lugar de destruir sus ecosistemas y empobrecer sus poblaciones para pagar el servicio de la deuda”.

Asimismo, “sin una fiscalidad justa ordenada al bien común y la solidaridad global, no habrá finanzas justas para encontrar los recursos necesarios en todo el mundo para la acción climática necesaria”.

COP30 de Brasil

COP30 de Brasil

El mensaje eclesial y civil concluye apelando a la “ciudadanía global”. A ella “le pedimos que no sea espectadora. Eleven sus voces, exijan responsabilidad a sus líderes y vivan en solidaridad con los más afectados”.

El aldabonazo final vuelve su mirada a los gobiernos reunidos en Belém: “Les recordamos que la historia los juzgará. Tienen en sus manos la oportunidad de ser recordados como quienes eligieron la vida, la dignidad humana y el bien común. El tiempo de las excusas se acabó. Es la hora de la justicia”.

Noticias relacionadas