Tribuna

Un diaconado para la Casa común: el servicio como camino de conversión ecológica

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No somos pocos los diáconos que tenemos en nuestro radar pastoral la ecología integral como lugar privilegiado para el ejercicio del servicio ministerial. El diaconado nace del corazón del Evangelio como ministerio del servicio y del cuidado, y del corazón de la Iglesia como signo sacramental de Cristo servidor. Y, por eso, el diaconado remite siempre a una Iglesia en salida, encarnada en lo concreto de la vida y al servicio de los más vulnerables.



En un contexto de crisis ecológica y social, el servicio diaconal está llamado a ampliarse: servir hoy es cuidar la vida amenazada, humana y no humana. El paradigma de la ecología integral parte del mismo impulso que vertebra al diaconado: el servicio a la vida en todas sus formas, especialmente donde está herida. Ambas realidades, la del ministerio del diaconado y la de la ecología integral, están permeadas por una espiritualidad del cuidado, del vínculo y de la interdependencia.

El altar, la Palabra y el servicio

El diácono se mueve entre el altar, la Palabra y el servicio: tres ámbitos que encuentran un eco en la ecología integral. Como servidores del altar, expresamos y ayudamos a descubrir que toda la creación puede ser ese “altar del encuentro con Dios”. Toda la creación con dolores de parto está gritando que la tratemos como lo que es: expresión del amor de Dios.

El diácono también es servidor de la Palabra; por lo tanto, está impelido a proclamar la Buena Noticia como respuesta eficaz al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Finalmente, el diácono ha de desarrollar el servicio de la caridad a través de gestos concretos de cuidado, justicia y sostenibilidad. Evidenciando un compromiso preferencial por los más pobres de la tierra, que son las primeras víctimas climáticas.

En definitiva, la ecología integral puede entenderse como una extensión del ámbito de la diaconía, que hoy ya no puede obviar que la causa de los más pobres esta intrínsecamente vinculada a la causa de la tierra.

Signo profético

Por lo tanto, el diaconado hoy está llamado a ser en la Iglesia, en nuestras comunidades, signo profético que alerta de la urgente necesidad de una conversión ecológica personal y comunitaria. Ha de ser animador de una espiritualidad ecológica que impregne desde la liturgia hasta los procesos de anuncio e iniciación a la fe. El diaconado ha de ser agente de procesos comunitarios de cambio hacia estilos de vida que puedan ser universales y no privativos de unos pocos. Ayudando a vincular la opción por los pobres con la opción por la tierra.

Ecologia

Por eso, cuando oramos y cuando celebramos, estarán presentes, de forma nítida y nuclear, la Casa común, las criaturas que la habitan y todas las formas de vida más vulneradas por los poderosos de este mundo. El servicio diaconal ha de abarcar la justicia climática, animando a las comunidades en las que servimos a ejercer mayores cuotas de compromiso para con millones de mujeres y hombres víctimas de una cultura dominada por la voracidad y el afán ilimitado de acumulación de unos pocos, que deja a una inmensa mayoría de la humanidad sin las condiciones de posibilidad para una vida digna.

El diaconado y el despliegue de su servicio han de ser un aldabonazo, en la sociedad y en la Iglesia, para que se tome en serio la realidad doliente de la tierra, los pobres y tantas formas de vida amenazadas de muerte. El ejercicio ministerial del diácono ha de gritar la necesidad urgente de re-comenzar, de reconciliarnos, de establecer relaciones de fraternidad al estilo de san Francisco de Asís con los hermanos más pequeños y con todo lo creado. Porque, solo si vemos a todo ser humano y a toda creatura como hermanos/as, lograremos una auténtica reconciliación con Dios Padre y Creador, origen de toda vida.

El ministerio reconciliador de Cristo

En esta misma línea, hay que decir que el diaconado participa del ministerio reconciliador de Cristo, que une cielo y tierra, humanidad y creación. El “cultivar y cuidar” del Génesis encuentra su plenitud en el “lavar los pies” del Evangelio: ambos son gestos genuinamente diaconales.

Visto desde este prisma, podríamos decir que el diaconado es un centinela que apunta al final de los tiempos, anuncia y anticipa el Reino de Dios, entendido como un mundo reconciliado donde todas las criaturas han encontrado su lugar, en una fraternidad cósmica, como nos diría Teilhard de Chardin.

Recapitulando, la ecología integral tiene una dimensión diaconal innegable. Si el diaconado es la expresión sacramental de Cristo siervo (cf. Mc 10,45), la ecología integral es la expresión contemporánea del seguimiento de Jesús en clave de cuidado y reconciliación. Ambas son formas concretas del amor hecho servicio.

El “Cristo ecológico” de Boff

Leonardo Boff habla del “Cristo ecológico”, el que asume la materia y la historia para transfigurarlas desde dentro. El diácono, configurado con ese Cristo servidor, puede ser signo de una “Iglesia servidora de la tierra” que sirve al Reino en la totalidad de la creación.

El diaconado puede ser hoy una puerta de entrada a la conversión ecológica comunitaria, ayudando a las comunidades a integrar el cuidado ambiental, la sobriedad y la justicia social en su vida pastoral. Acompañando procesos de vida sostenible, proyectos comunitarios, cuidando de los vulnerables, tendiendo puentes entre lo espiritual y lo ecológico, denunciando los pecados ecológicos y anunciando modos alternativos de habitar la tierra más alineados con la propuesta de paradigma de la ecología integral y, por lo tanto, con el Evangelio.

Para todo esto, el diaconado ha de cultivar una “espiritualidad diaconal ecológica”: cultivando en su persona la gratitud que reconoce el don de la creación; la sobriedad expresada en un estilo de vida sencillo; la comunión vivida en relación con los pobres y con la tierra; y la esperanza como convicción profunda de que el Dios que un día comenzó la obra buena de la creación, la sostiene, la alienta y la conduce a una vida plena y definitiva.

En conclusión, el diaconado, en este horizonte, aparecerá como un ministerio para los nuevos tiempos. Aparecerá como ministerio del cuidado integral: una forma de actualizar la diaconía de Jesús en un tiempo marcado por el clamor de la tierra y el clamor de los pobres.
El servicio diaconal, vivido desde la ecología integral, se convierte en profecía de una Iglesia que lava los pies a la humanidad herida y a la tierra agotada, devolviéndoles dignidad y vida.

Roberto Vidal, diacono, es referente para la ecología integral en la Delegación de Caridad y Justicia de la Diócesis de Bilbao.