Estos días tengo un sentimiento particularmente extraño. Y todo al pensar que mi trabajo como postulador, que no deja de ser un trabajo de ‘oficina’, pueda impactar de un modo tan grande en la vida de un país entero. A veces, me cuesta asimilar que formé parte de ese proceso que ha llevado a reconocer la santidad de Peter To Rot, el primer santo indígena papú, martirizado en la II Guerra Mundial por el ejército japonés.
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Fue un laico, catequista, de la misión de Papúa Nueva Guinea, que los Misioneros del Sagrado Corazón iniciaron allí enviados por encargo expreso del papa León XIII al fundador de la congregación, el padre Julio Chevalier. Tras la expulsión de todos los sacerdotes de la isla, él continuó muy comprometido con la labor evangelizadora. Defendió el sacramento del matrimonio y la familia frente a la poligamia que promovían las autoridades. Fue asesinado el 7 de julio de 1945.
Devoción popular
La gente creyó siempre que Peter To Rot era mártir. Tal era la fe, que le pedían su intercesión antes de ser beatificado. Hay infinidad de escuelas, instituciones y capillas dedicadas a él, y su tumba es visitada por peregrinos. En enero de 2024, los obispos deciden escribir una carta al papa Francisco explicando todo esto y la dificultad que tenían de recolectar pruebas de los milagros y las gracias recibidas por su intercesión. Muchos de los hospitales son confiados a los Testigos de Jehová y, principalmente, a los Adventistas del Séptimo Día. Y sus doctores no querían contribuir a la canonización con la realización de informes médicos. En esa carta firmada le piden al Papa explícitamente la gracia de ser dispensados de la necesidad de comprobar el milagro y Francisco acepta.
Yo estaba recién llegado a mi cargo y no conocía la carta cuando uno de los secretarios me llamó. Me escribió el padre Tomás Ravaioli, misionero en Papúa, miembro del Instituto del Verbo Divino, y comenzamos a trabajar. El caso de Peter To Rot era un caso atípico. No había que acreditar milagro y estuvo dispensado de la fase diocesana, otro privilegio del Papa. Había que hablar de la continuidad de la fama de santidad y de martirio. El padre Tomás descubrió en la Diócesis de Rabaul el archivo que se creía perdido con la invasión japonesa y donde figuraban los registros de bautismo firmados por Peter To Rot. Él estuvo bautizando y evangelizando durante el tiempo que los sacerdotes fueron expulsados por el ejército japonés. Desgraciadamente, parte de las reliquias de la fase de beatificación desaparecieron tras un incendio en la casa del obispo; ente ellas, la cruz de catequista con la que fue enterrado.
Viaje papal
En 2024, Francisco viaja a Papúa, ve personalmente la devoción que tiene la gente a Peter To Rot y confirma la canonización. La primera idea fue que el Papa la celebrara durante la propia visita, pero era imposible, porque había que recopilar y fundamentar toda la documentación. Rematado el trabajo de investigación, el Pontífice empeora de salud. Eso nos preocupó. La canonización era una decisión personal de Francisco y podía ser que el próximo papa no diese el visto bueno a un proceso inédito. Por ello, trabajamos contrarreloj por el miedo a que falleciera y todo quedara en el aire. La fecha para la firma del decreto se fue retrasando. Finalmente, Francisco lo firmó en el hospital en marzo y en abril falleció. La preocupación se mantuvo latente, pero León XIV respaldó lo que su predecesor había autorizado.
El hecho de que el primer santo canonizado de la Familia Chevalier no haya sido ni cura ni monja, sino un laico, catequista, padre de familia, es la confirmación del carisma del padre Chevalier, que entendía que el anuncio del amor de Dios manifestado en el corazón de Jesús no es algo exclusivo del clero, sino que todos somos misioneros de este amor.