“Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen nunca jamás. (Is 45, 15-17)
Cuando comenzamos a escribir sobre lo que nos supera, pensé en el profeta Isaías, que nos invita a reconocerlo como el Dios de Israel, que pareciera ausente, pero está presente en la tradición de todos los hombres, incluso en el profundo silencio de la historia, porque el único que puede salvar al hombre oprimido por los ídolos o por el pecado es Dios.
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Claro el contexto es el exilio en Babilonia, están desterrados de su tierra, seguro habían perdido la esperanza de volver Israel a la libertad. ¿Cuántas veces perdemos la esperanza? ¿Cuántas veces nos dejamos llevar por la incertidumbre?
La incertidumbre de la vida
Pero también el ser humano sabe que son varias cosas que no se pueden controlar, como la muerte o el saber sobre el futuro, nos encontramos ante la incertidumbre como parte del conocimiento sobre el futuro, algo nos supera o son sobrepasa o incluso no sabemos lo que es, pero nos hace desvelarnos o nos puede quitar la paz.
Muchas personas hoy, están ansiosas por saber el futuro de las cosas, personas y del mundo. Una frase que he escuchado mucho es: “Dios tiene el control de todo”. Esta frase me ha gustado porque es así, Dios permite todas las cosas para el bien de los que Él ama.
La fe, es el antídoto a la incertidumbre
Lo que llamamos los católicos la fe, porque la fe es el antídoto ante la incertidumbre, la fe no es ciega, ni la fe como lo decía el catecismo del padre Gaspar Astete: “Pregunta: ¿Qué cosa es Fe? Respuesta: Creer lo que no vimos. Pregunta: Visteis vos nacer a Jesucristo? Respuesta: No padre. Pregunta: Visteis lo morir o subir a los cielos. Respuesta: No padre. Pregunta: Creislo? Respuesta: Sí lo creo” (Catecismo que la Doctrina Christiana, escrito Por el P. Gaspar Astete, y añadido para su mayor declaración por el licenciado Don Gabriel Meléndez de la Luarca […] Canónigo Penitenciario de la Santa Iglesia Catedral de Segovia. Reimpreso en Bogotá, por José Ayarza. Año de 1836).
Esa fe que cree sin haber visto, es muy condicional y hoy en día se ha ido superando, porque las dudas de la fe se han esclarecido desde el dialogo con la razón y desde el encuentro personal con Jesús. Hoy se cree más por convicción, por testimonio y porque se ama con el corazón.
Los ídolos que no pueden salvar
Si antes era un ídolo de madera, un becerro de oro, que pueden ser las ideologías, tales como la evasión de impuestos, el consumismo exagerado, “el culto exagerado al cuerpo”, la excesiva y exagerada auto-imagen; pero nosotros al reconocer al único Dios, reconocemos el rostro de Dios en el hombre, creado a imagen y semejanza, lo que se quiere plantear es que la idolatría está en las actitudes con las que hombres y cosas se consideran como valores absolutos y sustituyen a Dios mismo en la vida.
He visto personas que externamente están bien, pero su corazón está roto, se derrumban ante una mala noticia, porque no saben valorar su vida, sus padres y su misma familia.
La anécdota del “tío pobre”
Un señor de la comunidad parroquial de los sagrados corazones de Jesús y María, nos contaba jocosamente que el tío pobre se murió, todos en la familia dieron una parte para su funeral, pensando que había sido pobre realmente, seguro se cumple esa frase: “mientras vivió, fue un gran desconocido”; después de un tiempo, les llegó la notificación del banco que tenía una cuenta con varios ceros, al tiempo que descubrieron que tenía dos apartamentos, fincas y carros.
No habían conocido al tío realmente, porque vivía como pobre, almacenando lo que tenía, seguro no disfruto lo que tenía, murió solo porque nunca se casó y lo que quedo, tuvieron que repartirlo entre todos los familiares, a todos les alcanzo una parte.
La lección de esta anécdota es que esta persona, seguramente, lo que no disfrutó en vida, si lo están disfrutando los familiares y lo que sucedió fue que vivió una soledad negativa, vacía… seguro que Carlos un sobrino que nos contó este cuento sacado de la vida real, hoy en día, causa muchas risas para todos, pero detrás del telón, está la gran pregunta: ¿Para quién ahorraba lo que tenía? ¿Para quién realmente vivió? Seguro, no le alcanzo el tiempo y la vida para disfrutar lo que tenía, porque vino la muerte un día sin avisar y se fue sin organizar su testamento. Así que en vida, debemos pensar en dos cosas: uno, disfrutar lo que tenemos y dos organizar el testamento para no dejar situaciones sin resolver o sin finiquitar.
Las cosas que no podemos controlar
“No podemos manejar la azarosa distribución de algunas desgracias, ni la indeseada aparición de una enfermedad, ni la dolorosa partida de lo que queremos. No podemos, y nos cuesta aceptarlo, controlar la conducta, el pensamiento o el sentimiento de los demás… la humanidad va acercándose, poco a poco, a la sabiduría de la aceptación: la aceptación de la realidad (tiempos de crisis), no como resignación, sino pérdida de la urgencia (Bucay, Jorge, empieza hoy el resto de tu vida, ed Oceano, 2017, P. 48), como polarizarnos sobre un aspecto de las necesidades del hombre como por ejemplo, el económico sobre la vida o el materialismo sobre la humanidad.
Superando el dolor
De estos argumentos, nace la necesidad que tiene el ser humano de asumir su propio duelo (sentirse caer, débil y cansado) se convierte en una salida para poder comprender y asumir esta crisis. Pero sabernos frustrados es una parte importante de la vida y, por supuesto, es un aspecto sustancial en el motor de nuestro desarrollo y crecimiento.
La derrota y el fracaso de quienes buscan la libertad al margen de Dios salvador, se patentiza inequívocamente en la muerte, barrera infranqueable y negación de toda libertad. En cambio, los testigos de la soberanía de Dios reconocemos que su poder creador puede procurarnos una salvación eterna y saber que debemos pasar la derrota y el fracaso como una fuerza interna para vencer el mal y ser mejores personas cada día. Podemos predicar y sembrar, así como dejar huellas imborrables donde vamos, porque lo que las personas recuerdan es ese mensaje vivo, alegre y esperanzador de un ¡Cristo vivo! “El viviente”.
Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios
