“Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino”. Con esta frase de León XIV, en su primera exhortación ‘Dilexi te’, apostilla el camino incipiente de su pontificado, el amor a los pobres, que no es mera consigna ideológica añeja, sino una fuerte invitación a beber de las fuentes vivas del Evangelio para “no correr el riesgo de sustituirlo con la mentalidad mundana”, escribió el Papa. Por eso, buhoneros, cartoneros, cachivacheros, recolectores, ciudadanías callejeras, migrantes, esas nuevas caras de la pobreza, celebran con alegría este documento programático, explica a Vida Nueva, Carlos Olivero, cura argentino villero y coordinador de la Red de Comunidades Organizadas (RECOR), entidad que fundó, en 2024, con apoyo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en alianza con organizaciones sociales y pastorales de conjunto. Relata que “empezamos a transitar este camino, y en un momento Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, nos impulsó a darle formalidad”.
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Teología del pueblo
Para Olivero, ‘Dilexi te’ es la confirmación de esas intuiciones que muchos agentes pastorales, misioneros, sacerdotes, religiosas y obispos de este lado de América han venido construyendo sólidamente a lo largo del tiempo y que ha adquirido varios matices: teología de la liberación, teología del pueblo, teología popular, comunidades eclesiales de base… Así pues se honra el legado de Pedro Casaldáliga, Oscar Romero y Gustavo Gutiérrez. Todos quienes alzan las banderas del Evangelio encarnado celebran el hecho de que León XIV en su primer documento formal se enfoque “en los más pobres”, inclusive “va más allá al nombrar la situación de las personas que padecen adicción, de quienes están por fuera del trabajo organizado, de los movimientos populares”. Les da rostro y nombres.
Carlos Olivero, cura argentino villero y coordinador de la Red de Comunidades Organizadas (RECOR)
La pobreza no es una elección. Lo dejó muy claro Robert Prevost para desmontar la falsa visión meritocrática. Olivero agrega que “nos respalda frente a las ideologías mundanas, que dicen que los pobres son pobres porque quieren o porque no quieren trabajar”. También denuncia las estructuras de injusticia, que “impiden a nuestros hermanos vivir con dignidad”. Con Dilexi te, León XIV ha puesto toda la carne en el asador, una imagen muy argentina que hila seguramente con la visión de su antecesor Francisco. “Es un buen indicador”, apunta Olivero, porque en este documento se engloban cuatro verbos con los que las pastorales de las periferias vienen trabajando: respaldar, reconocer, promover y denunciar. Cuando el Estado está ausente, el pueblo pobre se organiza para desactivar las estructuras de opresión, que hoy ha mutado a la xenofobia (odio al extranjero) que se traduce más bien en aporofobia (odio al pobre). En medio de la polarización política resultaría lógico pensar que el concepto pobre se asocie con alguna de las aceras, pero “nosotros no nos vinculamos con los pobres como se vinculan los gobiernos o los partidos, sino como se vincula Jesús”.
En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia se fundamenta en el principio de la subsidiariedad, “pueblo salva al pueblo”. Es la solidaridad –explica el cura villero– hoy tan contracultural que desde Francisco a León XIV llega oportuna para denunciar los nuevos “becerros de oro”, donde la centralidad del dinero pretende ser ordenador de la vida. Para quien lo dude: “El amor a los pobres está en el mismo corazón de Dios”.