Dos años después de que un atentado terrorista de Hamás desencadenara una ofensiva israelí que ha acabado con la vida de más de 60.000 personas, el alto el fuego promovido por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha permitido que, al menos durante unos días, en la Franja de Gaza se haya frenado la masacre.
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Reconstrucción
Es cierto que la ausencia de guerra no siempre es sinónimo de paz, pero el acuerdo da un respiro en medio del apocalipsis al que parecía abocada la población palestina. Más allá de protagonismos mesiánicos, de los flecos de un plan que parece cogido con hilos y de las suspicacias de los implicados que pueden hacer saltar por los aires los pasos dados hasta ahora, algo ha cambiado. Cuando resulta frívolo hablar de reconstrucción con miles de cadáveres bajo los escombros, la esperanza ha conseguido hacerse hueco contra todo pronóstico.
Todo gesto para facilitar la mediación, todo sacrificio para hacer posible la negociación, toda oración sencilla lanzada a lo alto y toda denuncia profética sincera realizada en medio de esta escalada de violencia, lejos de ser un brindis al sol, han sumado para ir forjando una paz que, antes o después, vendrá.