El 9 de octubre se dio a conocer la primera exhortación apostólica de León XVI, que la firmó cinco días antes, en la festividad de san Francisco de Asís. El Poverello apadrina así, de alguna manera, ‘Dilexi te’ (‘Él te ha amado’), que –como explica el propio Papa agustino– se trata de un proyecto heredado de Francisco, que lo inició antes de fallecer. Este documento magisterial de estreno es algo más que un puente entre dos papas. Si a menudo se habla de la continuidad entre pontificados de una manera formal, e incluso diplomática, en este caso, Robert Prevost va más allá, teniendo en cuenta la naturaleza de la exhortación.
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A través de los 121 puntos, el texto cimenta y oficializa la opción preferencial por los pobres que vertebró los doce años de Jorge Mario Bergoglio en la sede de Pedro. A la fundamentación bíblica que certifica que “los pobres para los cristianos no son una categoría sociológica, sino la misma carne de Cristo”, se suma el repaso a través de la historia de la Iglesia para ratificar que la lucha por la justicia social y la igualdad forma parte del ADN cristiano.
“Cuestión esencial de nuestra fe”
No está de más que el grueso de la exhortación se concentre en evidenciar que dignificar al vulnerable y excluido es una “cuestión esencial de nuestra fe”. Máxime, teniendo en cuenta que, en esta década, desde los propias sacristías y foros laicos, se ha llegado a afirmar que la apuesta por los últimos era fruto de una ocurrencia. De ahí que resulte especialmente significativo que el Pontífice norteamericano nacionalizado peruano profundice en el camino recorrido en este último medio siglo por la Iglesia latinomericana, que ha sido capaz de tejer una propuesta teológica y un proyecto pastoral para corroborar que “cada renovación eclesial ha tenido siempre como prioridad la atención preferencial por los pobres”.
León XIV, durante el almuerzo con un grupo de pobres en Castel Gandolfo
Así se enmarca también una de las principales denuncias que el Santo Padre lanza de puertas para dentro, preocupado por la que denomina “pastoral de las élites”, escribiendo literalmente que “en vez de perder el tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos” y que “nuestra tarea es rezar y enseñar la verdadera doctrina”.
Frente a ello, el Papa aboga por una promoción integral que exige abordar las causas estructurales de la pobreza, tanto en el ámbito internacional como local. Pero, sobre todo, dejando a un lado cualquier tipo de desprecio asistencialista, poniendo nombre, voz y rostro a un empobrecido que no lo es por elección ni por comodidad.
Mirar al pobre a la cara, abrazar su realidad y romper la barrera de la aporofobia es el primer paso para que deje de ser un mero destinatario de beneficencia para ser sujeto protagonista y ciudadano de pleno derecho en la Iglesia.