La protección efectiva de menores y adultos bajo el cuidado de la Iglesia universal es un mandato para todos los cristianos. Sin embargo, lo que significa una estrategia de salvaguardia eficaz en diferentes contextos puede ser bastante diferente. En lugar de seguir estrategias de protección universalmente válidas, las organizaciones eclesiásticas deben adoptar enfoques diversos y específicos del contexto en forma plural. Solo con este enfoque podemos esperar y confiar en una protección efectiva para mantener seguros a los niños y adultos vulnerables.
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¿Por qué la necesidad de enfoques diversos y específicos para cada contexto? Por un lado, quienes quieren proteger la vida humana no pueden colocar indiscriminadamente a las culturas en pie de igualdad cuando la vida humana está en peligro en una cultura por razones estructurales y sistémicas y no en otra. La mutilación genital femenina, el matrimonio forzado de niños, el abuso sexual de grupos vulnerables y el abandono de grupos enteros de la población causado en parte por un sistema de castas no sólo son indignantes sino intolerables.
Por otro lado, la comprensión de lo que se puede considerar una amenaza y, a la inversa, lo que se puede considerar seguridad, está influenciada culturalmente y, por lo tanto, es relativa. Lo que se clasifica como abuso o agresión delictiva, por ejemplo, depende en gran medida de cómo se define y connota la sexualidad en una cultura particular o, más ampliamente, en un círculo cultural específico, cómo se estandarizan la cercanía y la distancia, cómo se definen las relaciones de género y qué comprensión prevalece de la familia, la autoridad, la individualidad, la dignidad y el honor. Esto dificulta enormemente la lucha contra los abusos si se adoptan medidas de protección generalmente estandarizadas.
Dilema y conflicto
Las discusiones sobre tales dificultades culturalmente determinadas pueden malinterpretarse rápida y fácilmente. Por esta razón, digamos muy claramente aquí que identificar tales dificultades no se trata de relativizar o trivializar a los abusadores, sus acciones o su encubrimiento por parte de aquellos en posiciones de responsabilidad que son escépticos o incluso hostiles hacia la protección. Más bien, es una cuestión de honestidad intelectual al reconocer un problema que no puede evitarse simplemente por los principios de la epistemología y la teoría de la comunicación.
Es importante recordar los siguientes factores al establecer normas de protección:
- En primer lugar, hay influencias culturales inevitables en todos los involucrados de las que nadie puede escapar. Estos moldean a cada individuo de una manera específica y, por lo tanto, también imponen limitaciones específicas a sus encuentros y compromiso con el mundo.
- En segundo lugar, las condiciones contextuales que se suman a los patrones culturales y, en comparación con estos, tienden a ser más fluidas (como la pobreza económica, las guerras civiles, las epidemias o las tensiones políticas) a menudo dan lugar a diferentes enfoques y formas de abordar el tema de la protección.
- En tercer lugar, las cuestiones interculturales desempeñan un papel casi omnipresente en el establecimiento de medidas de salvaguardia. Especialmente en nuestro tiempo, ya no es posible asumir que las culturas son autónomas. Con respecto a las medidas de protección, la distinción entre “nosotros” y “ellos” es cada vez más obsoleta. En este contexto, nuestro primer paso debe ser entendernos mejor como un “nosotros” formado por una multitud de “otros”.
- Finalmente, a menudo sucede que introducir juicios morales y, más aún, la devaluación moral asociada de cualquiera definido como “otro”, no conduce al cambio, sino solo a la actitud defensiva y la negación.
La base
El intercambio intercultural solo puede tener éxito si las personas se tratan con respeto y con una apertura fundamental hacia otras culturas. En el contexto de la salvaguardia, esto significa que se aplica el siguiente principio: En todas las culturas, la protección y promoción de los niños y jóvenes es algo natural, y la empatía y la compasión no son conceptos desconocidos. Partir de una actitud tan básica hace que se alimente a su vez de una visión positiva de los seres humanos.
El principio de estima culturalmente sensible mencionado anteriormente se aplica a todos los que apuestan por la interculturalidad, incluida la Iglesia, que se extiende por diferentes continentes y está arraigada en una amplia variedad de culturas. En este contexto, algunos aspectos específicamente eclesiásticos resultan extremadamente útiles. Estos surgen tanto de la percepción que la Iglesia tiene de sí misma como de ciertos supuestos teológicos básicos.
Se debe poner especial énfasis en primer lugar en la comprensión de la Iglesia como una comunidad de creyentes y de diferentes Iglesias locales. Nadie puede colocarse por encima de los demás; todos tienen la misma dignidad, y nadie es más o menos valioso que nadie. Como miembros diferentes del único cuerpo de Cristo, forman lo que constituye la Iglesia. Sobre esta base, toda comunidad eclesial debe prohibir el rechazo del diálogo y del intercambio comunicativo o de la ayuda y el apoyo mutuos, así como el paternalismo arrogante. Esto corresponde básicamente al término ‘sinodalidad’ como concepto rector del pensamiento teológico y de la vida eclesiástica en nuestros días.
En cuanto a los supuestos teológicos que son importantes para el intercambio intercultural, quisiéramos recordar aquí la ‘logos-spermatikos’ como enseñanza de los Padres de la Iglesia, que se refleja en los documentos del Concilio Vaticano II, como la “Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas” (‘Nostra aetate’), el “Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia” (‘Ad gentes’) y la “Constitución dogmática sobre la Iglesia” (‘Lumen gentium’). Estos documentos reconocen que se pueden encontrar elementos buenos y verdaderos entre los no cristianos (y por lo tanto, lógicamente, también en sus culturas) como preparación para el Evangelio (LG 16).
Una nota complementaria se puede encontrar en la “Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo” (‘Gaudium et spes’), que afirma que así como el Evangelio toma una nueva forma en las diversas culturas, así la Iglesia, por la influencia de su mensaje en la mente y en las costumbres de los diversos pueblos, enriquece el patrimonio espiritual de estos pueblos y, en cierto sentido, lo perfecciona y lo purifica (cfr. GS 58).
*Artículo original publicado por America Magazine, con traducción al español de Vida Nueva.

