El hielo
El pasado 1 de octubre, pocos días antes de la fiesta de san Francisco de Asís, el papa León XIV visitó el Centro Internacional Mariápolis, el cuartel general del Movimiento de los Focolares en el entorno de Castel Gandolfo. Allí el pontífice inauguró un congreso, “Brindando esperanza por la justicia climática”, sobre la crisis climática y el cuidado de la creación para conmemorar los diez años de la publicación de la Laudato Si’ del papa Francisco. En esta inauguración el pontífice hizo un gesto simbólico que se ha hecho viral –y, para algunos, caricatura–.
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Los titulares no se los han llevado el actor Arnold Schwarzenegger, exgobernador de California, o Marina Silva, ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil… sino un gran bloque de hielo. Y es que León XIV bendijo un bloque de hielo de más de 20.000 años de antigüedad procedente de un glaciar de Groenlandia. El objeto fue llevado a Roma desde el fiordo Nuup Kangerlua y forma parte del proyecto ‘Ice Watch’, concebido por el artista Olafur Eliasson y el geólogo Minik Rosing, quienes han llevado enormes fragmentos de glaciares a distintas capitales europeas para hacer visible, de manera directa, el impacto del calentamiento global.
Tras la intervención del Papa, en una oración cargada de simbolismo y música en torno a los elementos que forman parte de la Tierra, todos se pusieron en pie para la bendición del agua, algo muy atestiguado en las tradiciones religiosas. El pontífice tocó en silencio el bloque con su manos derecha y tras secarse con un pañuelo de papel pronunció la fórmula de la bendición: “Señor de la vida, bendice esta agua: que despierte nuestros corazones, purifique nuestra indiferencia, calme nuestro dolor y renueve nuestra esperanza por Jesucristo, nuestro Señor”, señaló antes de bendecir a la asamblea presente.
El discurso
Mientras que algunos han visto el gesto como un elocuente llamamiento de la emergencia climática, otros han visto al Papa alejarse del mensaje religiosos para entregarse en los brazos de las teorías ideológicas más ‘progres’. Si bien en su discurso declaró que “no podemos decir que amamos a Dios y destruir su obra”. Con razón la bendición dio paso al ‘Cántico de las criaturas’ de san Francisco de Asís en el que el ‘Poverello’ trata de hermano al sol, a la luna, al agua o a los animales…
Además, el Papa es consciente del legado de la encíclica de Francisco que ha incorporado la expresión “cuidar nuestra casa común” al vocabulario de las religiones. El “impacto” del documento, destacó León XIV, “se ha extendido a cumbres, iniciativas interreligiosas, círculos económicos y empresariales, así como a estudios teológicos y bioéticos”. Por eso invitó a una conversión del corazón en este sentido. Y es que allí “es donde tiene lugar la búsqueda más profunda, donde se encuentra la identidad última de cada uno y donde se forjan las decisiones. Sólo volviendo al corazón puede tener lugar una verdadera conversión ecológica”.
La encíclica
“Laudato si’, mi’ Signore” – “Alabado seas, mi Señor”, cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.
Así, con una expresión en dialecto, comienza la encíclica que acaparó titulares como el primer documento magisterial sobre la ecología. Con una oración. Casi remitiendo a las primeras páginas de la Biblia. Con preocupación, sin ideología. Sumando a las grandes tradiciones religiosas, entrando en el debate de la sociedad civil. Impregnada de Palabra de Dios, sin necesidad de abrazar cualquier panteísmo o animismo. Y eso León XIV lo sabe. Esperemos a su primera exhortación apostólica.
