El Papa recuerda a los catequistas que su labor no es “un adiestramiento” sino “poner en el corazón la palabra de vida”

El papa León XIV ha presidido, en la plaza de San Pedro, la misa del Jubileo de los Catequistas en este 26º Domingo del Tiempo Ordinario. Una celebración en la que, antes y después de la homilía, se ha desarrollado el rito de institución de un grupo de nuevos catequistas en el que han recibido una cruz de manos del Pontífice.

En concreto han sido 39 los nuevos catequistas, hombres y mujeres, de diferentes partes del mundo como Estados Unidos, Italia, tres de España, India, Inglaterra, Corea del Sur, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Brasil, Perú, Timor Este, Portugal, Paraguay, México, República Dominicana y Mozambique.

Despertar la conciencia

En la homilía, el Papa ha comentado el evangelio del rico epulón y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31) que refleja que “el Señor mira el corazón de los hombres y, a través de sus ojos, nosotros reconocemos a un indigente y a un indiferente”.

Para León XIV, “el relato que Cristo nos confía es, lamentablemente, muy actual. A las puertas de la opulencia se encuentra hoy la miseria de pueblos enteros, azotados por la guerra y la explotación”. “Cuántos Lázaros mueren frente a la avaricia que olvida la justicia, al beneficio que pisotea la caridad, a la riqueza ciega frente al dolor de los necesitados”, lamentó exhortando la llamada de la Iglesia a la conversión.

“Dios redime el mundo de todo mal, dando su vida por nuestra salvación”, reiteró el Pontífice recuperando las palabras de Francisco en el Jubileo de los Catequistas en el Año de la Misericordia. Y es que para el Papa, “las palabras de la Escritura no quieren decepcionarnos o desanimarnos, sino despertar nuestra conciencia” haciendo “memoria de los mandamientos y las promesas de Dios, cuya providencia no abandona nunca a nadie”.

“El Evangelio nos anuncia que la vida de todos puede cambiar, porque Cristo ha resucitado de entre los muertos. Este acontecimiento es la verdad que nos salva; por eso debe conocerse y anunciarse, pero no es suficiente. Debe amarse, y es este amor el que nos lleva a comprender el Evangelio, porque nos transforma abriendo el corazón a la palabra de Dios y al rostro del prójimo”, destacó.

Anunciar con la vida

Y es que, para León XIV, los “catequistas sois esos discípulos de Jesús que se convierten en sus testigos”. “El catequista es una persona de palabra, una palabra que pronuncia con su propia vida. Por eso los primeros catequistas son nuestros padres, aquellos que hablaron con nosotros primero y nos enseñaron a hablar. Así como aprendimos nuestra lengua materna, del mismo modo el anuncio de la fe no puede delegarse a otros, sino que se realiza allí donde vivimos, principalmente en nuestras casas, alrededor de la mesa”, añadió.

A través de sus testimonio, prosiguió, “los catequistas nos acompañan en la fe compartiendo un camino constante”, una “dinámica que involucra a toda la Iglesia” en el conocimiento y anuncio de la Palabra.

Una tarea en la que cuentan con el Catecismo que es, explicó el Papa, “el ‘instrumento de viaje’ que nos protege del individualismo y las discordias, porque confirma la fe de toda la Iglesia católica”.

Así, “los catequistas enseñan, es decir, dejan un signo interior; cuando educamos en la fe no hacemos un adiestramiento, sino que ponemos en el corazón la palabra de vida, para que produzca frutos de vida buena”, añadió a partir de una anécdota de san Agustín.

La homilía concluyó recordando que, “cuando también nosotros estamos tentados por la avaricia y la indiferencia, los muchos Lázaros de hoy nos recuerdan la palabra de Jesús, convirtiéndose para nosotros en una catequesis aún más eficaz en este Jubileo, que es para todos un tiempo de conversión y de perdón, de compromiso por la justicia y de búsqueda sincera de la paz”