Luis Antonio Rodríguez Huertas
Militante del partido Por Un Mundo Más Justo y bachiller en Teología

Dudas y certezas en política


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La existencia del ser humano está envuelta de dudas e incertidumbres. Nadie se escapa. Lo contrario, querer “asegurar” la vida o cualquiera de sus dimensiones, además de quimera, es obstáculo, precisamente, para aprender a navegar entre interrogantes e inseguridades. El transcurso de la vida política participa de todo ello.



Por eso, es legítimo y sano que, como personas preocupadas por la justicia y bienintencionadas –se autoexcluyen de esta reflexión quienes no puedan catalogarse así–, nos situemos antes las muchas decisiones y opciones políticas con ese mismo grado de incertidumbre.

¿Es la solución para nuestra humanidad un sistema económico que acentúe el control por parte de un Estado fuerte, asegurando una redistribución equitativa de las riquezas? ¿O el que subraya e incentiva la iniciativa privada, estimulando así la creación de empleo y el progreso empresarial?

¿Es mejor apostar por la globalización en todas sus manifestaciones, cediendo “poder” a organismos internacionales o tratados multilaterales, por ejemplo? ¿O proteger de todos los modos posibles la soberanía nacional, priorizando las soluciones propias, defendiendo la propia identidad, etc?

Son sólo dos ejemplos de tensiones reales. Para cada polo existe multitud de literatura y de experiencias que lo apoyan o las cuestionan e, incluso, contradicen.

Los tres caminos

Desde esta expresión humilde, que constata que las soluciones “únicas y seguras” son muy escasas, si es que existen, la ciudadanía puede situarse con tres actitudes:

  • la fundamentalista, que tapa la falta de evidencias con un sobredimensionamiento de las propias ideas e ideologías;
  • la escepticista extrema, que peca de dudar de todo y, por lo tanto, provoca inoperancia;
  • y la racionalista dialogante, que mantiene la búsqueda de lo mejor, se abre a razonamientos contrarios y siempre, siempre, articula espacios para el diálogo. 
De alguna manera es la apuesta que hace Adela Cortina en su último y, como siempre, recomendable libro, en torno a la necesidad de fomentar la “razón comunicativa” (¿Ética o ideología de la inteligencia artificial? El eclipse de la razón comunicativa en una sociedad tecnologizada)

Y, ¿qué certezas?

Entonces, en ese panorama difuso… ¿es posible encontrar certezas básicas que preservar y proteger “sí o sí”? Si ahora diese respuestas apodícticas parecería contradecir todo lo anterior. Sin embargo, creo con fuerza que hay determinadas afirmaciones muy difíciles de contravenir. Así:

  • el priorizar por encima de cualquier otro interés a las personas (frente a la búsqueda de crecimiento económico, de poder estratégico…);
  • el que la democracia es, hasta ahora, el mejor sistema de gobernanza pública conocida;
  • el que los destinatarios preferentes de las políticas deben ser aquellos colectivos y realidades que viven más precariamente o con un ejercicio más limitado de sus derechos;
  • el que la proliferación armamentística conlleva potenciales y enormes peligros y, en cambio, la apuesta por las soluciones pacíficas y diplomáticas, al menos las minimiza; etc.
Politicos_congreso

Políticos en el Congreso de los Diputados

De tales certezas, tales astillas…

Por último, toda esta digresión quiere aterrizar con algo muy “pragmático”, que tanto le gusta a muchas personas cuando hablan de decisiones políticas. Y es que, si esas certezas son las que son, algunas consecuencias directas parecen ser:

  • más allá de la denominar genocidio o no a lo que está pasando en Gaza –que, si no lo es, no hay nada que se la parezca más según el signficado de tal vocablo–, las actuaciones que está llevando el gobierno israelí allí son inadmisibles, porque miles, millones de personas están siendo víctimas inocentes;
  • la escalada en gastos de defensa en la Unión Europea atenta directamente contra la posibilidad de construcción de un mundo en paz real (no solo en “tensa calma”, mientras cada parte mete miedo a la otra con el tamaño de su arsenal);
  • el empobrecimiento del nivel de diálogo y capacidad de buscar acuerdos de nuestra clase política…y el estar casi solo centrada en la búsqueda del poder y normalizando la connivencia con casos de corrupción y de acciones no éticas, a la postre sólo genera deterioro de nuestro sistema democrático y una desafección mayor por parte de la sociedad:
  • si un ayuntamiento, póngase el de mi ciudad, recibe un ingreso extra por parte de los fondos del Estado… al menos una parte de los mismos debería ir directamente a hacer frente a los problemas de las personas más vulnerables, dígase por ejemplo, personas sin hogar.

Lo dicho. Muchas dudas y pocas certezas. Pero suficientes estas últimas para que, si las preservamos y nos atenemos a sus consecuencias, nuestro mundo sea más humano, más justo, más fraterno y más en paz.

A por las certezas.