Formado en interpretación, el actor y creador multidisciplinar Tomás Farell (Madrid, 1995) compagina sus trabajos en cine, televisión y teatro con proyectos de escritura, dirección artística y gestión cultural. Tras participar en producciones como ‘El Eternauta’ (Netflix) o ‘Guerreros del pasado’, protagoniza ahora el documental ‘Solo Javier’, que relata cómo un joven aristócrata deja su carrera como tenista por Dios. Ya se promueve la causa para su beatificación.
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PREGUNTA.- ¿Conocía la historia de Javier Sartorius?
RESPUESTA.- No conocía su vida. Me han sorprendido las decisiones tan radicales que fue tomando. Primero, quedarse en Perú; luego, entrar en el seminario de Toledo; y la última, ir al Santuario de Lord, en plena montaña. Cómo, poco a poco, se fue desprendiendo de todo lo material que rodeaba su vida para entregarse a algo más puro.
Decisión radical
P.- ¿Cree que testimonios como el de Javier introducen un nuevo ‘perfil’ de santos?
R.- Desde luego. Antiguamente, había personas que se entregaban a Dios y, para ello, se iban a vivir al desierto, como puede ser el caso de san Antonio Abad. Pero estas formas de vida nos resultan hoy muy lejanas, pueden sonarnos a cuento o a película. Marcharse al desierto quizá sea una decisión demasiado radical, pero lugares como el Santuario de Lord pueden ser una buena opción para aquellas personas que sienten esa llamada a desprenderse de lo material y entregarse a Dios como lo hizo Javier.
Silencio y soledad
P.- Él descubrió que el silencio y la soledad eran la puerta por donde Dios acabaría entrando en su vida. ¿Cómo se asume eso entre el ruido y el caos de nuestro día a día actual?
R.- El ruido que todos tenemos en la cabeza –tanto de los teléfonos móviles y las redes sociales como el propio consumismo acelerado de las grandes ciudades– hace que nos resulte muy difícil encontrar un verdadero silencio en el día a día. Es complicado saber cómo Javier tuvo una primera llamada al silencio. Quizás porque había tocado fondo y necesitaba salir de ahí, quitarse todo lo que llevaba encima. O tal vez porque vio en alguien algo que él no tenía. Lo que sí sé es que Javier vio una luz y no paró de perseguirla hasta que la tuvo dentro de él. (…)