Son muchos los enfoques para saber formar un laico-servidor o un pastor-formador, algunos lo hacen desde las habilidades blandas, otros desde las habilidades competitivas; en nuestro caso llamamos “competencias”, como una forma de administrar el capital humano e intelectual de un laico competente o de un pastor-formador y en nuestra Iglesia católica.
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El capital humano es fundamental en el desarrollo humano hoy
Recordemos que el capital humano lo componen el conocimiento (la educación formal y experiencia laboral), las habilidades (las capacidades y competencias que se desarrollan en la práctica a lo largo de la vida y la formación), la experiencia (acumulación de conocimiento y habilidades) y las capacidades (aptitud y capacidad de adaptación).
Esto es algo que todos tenemos que trabajar a lo largo de la vida y los nuevos desafíos que vendrán para nuestra Iglesia en la formación de laicos y formadores de nuevas generaciones que cada día nos retan a ser mejores en nuestro quehacer de acompañamiento y reflexiones en los diferentes escenarios que tenemos para seguir dando una palabra de esperanza en nuestro mundo de hoy.
La Palabra nos desafía hoy, porque es nuestro capital divino
Creo que la Palabra de Dios, tiene el verdadero discernimiento para comprender las habilidades, como Simón-Pedro, que fue escogido entre los apóstoles para guiar a su grey, para pastorear a la Iglesia, con defectos y un temperamento fuerte que el Espíritu fue forjando y equilibrando en su vida espiritual, otros como san Pablo, que seguro era fuerte en su temperamento descubrió que debía ocupar su lugar entre los apóstoles, incluso llego a describirse como un aborto, por ser el último de los mismos apóstoles.
¿Dónde está el verdadero equilibrio entre nuestra humanidad y la gracia de Dios?
En descubrir la presencia del Espíritu Santo en la misión, seguro san Juan Eudes fue moldeado por el Espíritu Santo, esto es su temperamento fuerte lo equilibro con la dulzura acogedora, que es la misma presencia del Espíritu Santo.
Incluso cuentan que San Juan Eudes, era muy fuerte en su temperamento, tanto que, al predicar, lo llamaron un León y un cordero al confesar, señalando la valentía, fuerza y autoridad al hablar o enseñar, como un León que ruge con poder y “cordero al confesar”, implica humildad, mansedumbre y vulnerabilidad al reconocer errores o debilidades, como un cordero que es manso y dócil.
Saber escuchar en todo momento para sintonizarnos con Dios
Para escuchar a Dios, debemos sintonizarnos con la Palabra de Dios, saber escuchar es estar abiertos al querer de Dios en nuestras vidas, esto es el “Shemá” (escucha Israel): “Amaras con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4) y “y hablarás sobre ellos… cuando te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6, 7), al acostarte por la noche y al levantarte por la mañana. Dado que se trata de un precepto positivo marcado por el tiempo.
Saber escuchar a Dios en la oración y en los signos de los tiempos
Para saber escuchar, debemos sintonizarnos con el querer de Dios en nuestras vidas. Es tradición que los judíos reciten el Shemá como sus últimas palabras antes de la muerte y que los padres lo enseñen a sus hijos para recitarlo antes de dormir.
Esto es dejar a Dios ser Dios, es dejarnos tocar por su voluntad en todos los momentos de nuestra vida. Los Israelitas eran un pueblo que tenía como oración central el Shemá. Su costumbre era recitarlo por lo menos dos veces al día para expresar su amor fundamental a Dios, como un credo fundamental que luego lo van a retomar santos como san Juan Eudes en diferentes oraciones y en el rosario de amor a Jesús.
Reconocer los errores y las fallas para mejorar
Un punto importante es reconocer que todos cometemos errores, nos equivocamos y a veces tenemos que saber que esos mismos errores nos ayudan a ser mejores personas, esto nos ayuda a demostrar que un buen líder debe ser humilde y valiente. En el evangelio nos habla que el antídoto contra el orgullo es la humildad.
Las declaraciones son muy importantes, como saber decir “Si”, “No”, “Basta”, “hasta aquí”, saber decir gracias, saber pedir perdón y perdonar.
Cuando uno se ama a sí mismo, sabe decir “si” cuando es necesario y tiene una la convicción, pero también, saber decir “no” es válido en la vida, es saber amarse y reconocer que eres libre, que tienes esa capacidad de saber decir las cosas en el momento preciso y en el tiempo preciso. Muchas personas por no decir “basta” o “hasta aquí llegamos” sufren y no pueden cerrar algún ciclo de dolor o alguna situación personal o familiar.
Saber decir gracias es una manera de reconocer que también somos humanos y que el agradecimiento es un punto importante para saber ser generosos y bondadosos. Saber pedir perdón y perdonar es una manera de sanar las relaciones rotas, quebradas en las personas, en el libro sobre “perdonar para sanar el corazón”, entendí que esa es la puerta que todos necesitamos para sanar las relaciones, nos permite liberarnos de las heridas del pasado y encontrar la paz interior y la paz en las comunidades.
Hay que reconocer que lo más difícil del mundo es perdonar de corazón, pero en los retiros y talleres se da un momento de gracia donde el Señor actúa en el corazón de cada uno, para resolver conflictos y recuerdos dolorosos no sanados (Cfr. Sossa, Wilson, “Perdonar para sanar el corazón” Centro carismático Minuto de Dios, febrero 2025).
Saber administrar las cuatro formas de capital humano
Quiero citar a Pierre Bourdieu, sociólogo francés influyente en la teoría social y cultural. En una síntesis corta, Bourdieu identificó cuatro formas de capital que son relevantes para entender la dinámica social y la reproducción de las desigualdades.
Las necesidades básicas resueltas son prioritarias para llegar a la autorrealización del ser humano hoy
He observado que todas las personas tienen lo mínimo para vivir, las necesidades básicas resueltas, recordemos la pirámide de Abraham Maslow. Que nos plantea desde las necesidades básicas (biológicas: alimentación, agua, sueño y salud), necesidades de seguridad (estabilidad, protección, empleo), necesidades sociales (de amor y pertenencia a un grupo social), necesidades de estima (reconocimiento, confianza, logro) y necesidades de autorrealización (crecimiento personal, habilidades y creatividad).
Los capitales de Bourdieu
Por otra parte, Bourdieu argumentó que estos capitales no son igualmente distribuidos en la sociedad y que su posesión y acumulación pueden influir en la posición social y las oportunidades de las personas. Además, sugirió que los diferentes capitales, tales como el capital económico, que se refiere a los recursos financieros y materiales que una persona o grupo posee, como dinero, propiedades y bienes.
El capital cultural. que incluye la educación formal, el conocimiento, las habilidades y los gustos culturales que una persona adquiere a lo largo de su vida. El capital cultural puede ser institucionalizado (títulos académicos), objetivado (posesión de obras de arte, libros) o incorporado (conocimientos y habilidades adquiridos).
El capital social, que se refiere a las redes sociales, las relaciones y los contactos que una persona tiene y que pueden ser útiles para acceder a recursos, oportunidades y apoyo. Y el capital simbólico, que es el prestigio, el reconocimiento y la legitimidad que una persona o grupo posee en la sociedad.
El capital simbólico puede ser utilizado para legitimar la posición social y ejercer influencia sobre otros. Todos los capitales pueden ser convertidos entre sí, lo que significa que una persona puede utilizar un tipo de capital para adquirir otro y así progresar en ser una mejor persona y un mejor formador, porque tiene las competencias y los capitales para aportar en su contexto social y poder así generar nuevos capitales.
Una última reflexión hoy
Como pastores formadores de seres humanos, forjamos, trabajamos, socializamos, nos confrontamos, nos llamamos la atención para ser mejores y dar lo mejor de sí, en el campo de la misión y la evangelización, nuestras pastorales deben ser ese aporte capital a los retos y proyectos sociales para influir positivamente en los diferentes capitales humanos y sobre todo en la espiritualidad.
Esto nos mueve a seguir realizando retiros, espacios de formación como talleres, esto es solo un camino para ayudar a las personas a su autorrealización y complementación de sus habilidades para seguir creciendo como seres que ocupamos un lugar importante en la creación.
Queda abierta la reflexión para que nos retemos en ser mejores pastores y aportar así, desde nuestro capital espiritual a nuestra sociedad. He encontrado personas que cuando descubren los talleres de sanación interior, sanación de heridas o autorrealización y plenitud, han mejorado de sus relaciones interpersonales y sociales e incluso en el trabajo.
Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios
Foto: Corporación El Minuto de Dios
