“No era un santo de estampita”. Así lo describe sor Monica Ceroni, religiosa de las Marcellinas y actual directora del Instituto de Piazza Tommaseo en Milán, quien le dio clases de religión al joven Carlo Acutis, nacido en Londres en 1991 y que será canonizado el próximo 7 de septiembre, junto a otro referente juvenil de la fe: Pier Giorgio Frassati.
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Carlo pasó ocho años de su vida, entre los seis y los catorce, en los pasillos de esa escuela milanesa. Allí dejó recuerdos que hoy hacen sonreír. “Carlo era un buen hijo, un buen amigo, un buen estudiante —explica sor Monica— pero no en el sentido estereotipado”. No siempre llevaba los deberes en orden y a veces no repetía perfectamente las lecciones, porque estaba “buscando otra cosa”. Su boletín no era impecable, salvo en religión, donde siempre obtenía la máxima nota. “Y yo no suelo hacer muchos descuentos”, subraya con humor la profesora.
Detrás del aura de santidad había un adolescente de carne y hueso: inquieto, creativo, bromista. “Recuerdo aquella vez en que se escondió en un armario con su compañero Lorenzo, para salir gritando ‘¡Boo!’ y darle un susto a la profesora de matemáticas. La pobre acabó llamando a la directora”, evoca la religiosa entre sonrisas.
Testigos creibles
Pero más allá de la picardía, Carlo destacaba por su capacidad de hacer sentir importantes a los demás, sobre todo a los marginados. Como Andrea, “el sfigato de turno”, que gracias a él se sintió acogido. También fue un hijo obediente —aunque con la típica sed de libertad de la adolescencia— y un amigo leal.
Para sor Monica, la “heroicidad de la fe” de Carlo no consistía en ostentaciones piadosas. “No iba con el rosario en la mano rezando oraciones especiales. Su amistad con Jesús era su brújula cotidiana”. Esa autenticidad, añade, es lo que lo acerca tanto a los jóvenes: demostrar que se puede ser apasionado de los videojuegos o la informática —entonces aún en pañales— y, al mismo tiempo, vivir como un “héroe de la fe”.
“Los jóvenes piden testigos creíbles”, concluye la profesora. “Carlo lo fue: coherente, enamorado de la Eucaristía, capaz de mostrar que la fe no es algo lejano, sino accesible y cercano”.