“Me alegra acogeros aquí, en el Vaticano, en la casa de Pedro”, comenzó diciendo el papa León XIV al dirigirse al Consejo de Jóvenes del Mediterráneo, reunido este viernes en Roma. Acompañados por el secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, los participantes llegaron desde diversos países y culturas, pero con un mismo anhelo: “la convivencia pacífica de los pueblos, especialmente de aquellos que habitan en torno al Mediterráneo”.
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“Vosotros sois una demostración de que el diálogo es posible, de que las diferencias son fuente de riqueza y no motivo de enfrentamiento, de que el otro es siempre un hermano y nunca un extraño o, peor aún, un enemigo”, subrayó el Pontífice.
El Papa recordó que el Consejo de Jóvenes es fruto del camino iniciado por la Conferencia Episcopal Italiana en los encuentros de Bari (2020) y Florencia (2022), que reunieron a obispos de varios países de la región. En ellos, señaló, se reafirmó que el mare nostrum “puede y debe ser lugar de encuentro, cruce de fraternidad, cuna de vida y no tumba de muertos”.
Citó también la visión del alcalde Giorgio La Pira, inspirador de aquellas iniciativas, convencido de que la paz en el Mediterráneo sería la base de la paz mundial. “Esta visión conserva hoy toda su fuerza y carga profética, en un tiempo desgarrado por los conflictos y la violencia”, advirtió León XIV. “Pero no debemos desanimarnos, no debemos resignarnos. Y vosotros, jóvenes, con vuestros sueños y vuestra creatividad, podéis dar una contribución fundamental. ¡Ahora, no mañana! Porque vosotros sois el presente de la esperanza”.
El Pontífice describió al Consejo como “un proyecto y un signo”. Proyecto porque responde al encargo de Francisco a las Iglesias del Mediterráneo: “restablecer las relaciones que se han roto, reconstruir las ciudades destruidas por la violencia, hacer florecer un jardín allí donde hoy hay un desierto”. Signo, porque los propios jóvenes son “una generación que no acepta acríticamente lo que sucede, que no espera a que otro dé el primer paso, sino que imagina un futuro mejor y se compromete a construirlo”.
Tejedores de unidad
En su discurso, León XIV también alertó sobre el riesgo de que la paz se convierta en un eslogan vacío. “Lo que necesitamos es cultivar la paz en nuestros corazones y en nuestras relaciones, dejar que florezca en nuestros gestos cotidianos, ser impulsores de reconciliación en nuestras casas, en nuestras comunidades, en la Iglesia y entre las Iglesias”. Recordó además las palabras del Evangelio: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
“Queridos jóvenes, continuad siendo signos de esperanza, esa esperanza que no defrauda, arraigada en el amor de Cristo”, insistió. “El horizonte del creyente no es el de los muros y alambradas, sino el de la acogida recíproca. Así, el patrimonio espiritual de las grandes tradiciones religiosas nacidas en el Mediterráneo puede seguir siendo fermento vivo en esta región y más allá, fuente de paz, de apertura al otro, de fraternidad y de cuidado de la creación”.
“No tengáis miedo: sed brotes de paz allí donde crece la semilla del odio; sed tejedores de unidad donde prevalece la polarización; sed voz de quienes no tienen voz para pedir justicia; sed luz y sal donde se apaga la fe y el gusto por la vida”, concluyó el Papa. “No desistáis si alguien no os comprende. Dios también se sirve de los vientos contrarios para llevarnos a puerto”.