La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ha lanzado la invitación a todas las diócesis del país a vivir la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación 2025 -con la que da inicio el llamado Tiempo de la Creación (del 1 de septiembre al 4 de octubre)- en comunión con toda la Iglesia, y este año, además de orar y reflexionar sobre el compromiso con la Casa Común, se propone a todas las comunidades crear un ‘Jardín de la paz’, a fin de que pueda ser bendecido el 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís.
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En entrevista para Vida Nueva, Juan Manuel González Sandoval, responsable de la Dimensión Episcopal del Cuidado Integral de la Creación, aseguró que es urgente “una reconciliación con Dios, con el ser humano y con la Casa Común”, pues estas “tres dimensiones están profundamente heridas y entrelazadas”.
El también obispo de la Tarahumara llamó a vivir el Tiempo de la Creación -del 1 de septiembre al 4 de octubre- con la conciencia de que “necesitamos pasar de las palabras a las decisiones, y de las iniciativas aisladas a un compromiso global y local, sostenido y valiente”.
El cuidado de la creación como parte del contenido de la fe
PREGUNTA.- En este 2025 se cumplen 10 años de la institución de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. ¿Considera que la Iglesia realmente ha hecho lo que está en sus manos para cumplir las expectativas que tenía el papa Francisco cuando promovió en 2015 esta iniciativa? En todo caso, ¿dónde estamos fallando como Iglesia, como gobierno y como sociedad? ¿Por dónde debemos caminar?
RESPUESTA.- Considero que la Iglesia ha dado pasos muy concretos:
- Magisterio: La encíclica Laudato si’ y la exhortación Querida Amazonía han sido puntos de referencia mundial.
- Pastoral: Poco a poco, las diócesis en México y congregaciones religiosas han puesto a alguna persona como referente y han creado equipos de pastoral ecológica.
- Más conciencia espiritual: La oración, la predicación y la catequesis ha introducido la dimensión del cuidado integral de la creación como parte del contenido de la fe.
Pero también hay fallas u omisiones:
Por parte de la Iglesia:
- No en todas las diócesis se ha tomado suficiente conciencia de la urgencia de trabajar en acciones concretas; muchas se han quedado en el puro discurso.
- Aún falta que la Ecología integral sea asumida como parte esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia y no como un tema ‘accesorio’.
- En las parroquias, escuelas y obras de la Iglesia, muchas veces no han transformado sus prácticas de consumo, energía, manejo de residuos y estilo de vida.
Por parte del Gobierno:
- Muchos países han firmado acuerdos internacionales (como el Acuerdo de París) pero no han cumplido metas reales de reducción de emisiones.
- La presión de intereses económicos y extractivistas ha debilitado políticas ambientales.
- Frecuentemente los pueblos originarios y comunidades vulnerables —que son los primeros custodios de la tierra— no se les ha tomado en cuenta, siguen siendo marginados.
Por parte de la sociedad:
- Existe una mayor sensibilidad hacia el cuidado del medio ambiente, especialmente entre los jóvenes.
- Se han multiplicado iniciativas ciudadanas, organizaciones ecológicas y movimientos locales.
- Pero desgraciadamente, la cultura del consumo sigue predominando, con estilos de vida insostenibles que muchas veces contradicen el discurso ambientalista.
¿Por dónde caminar?
Considero los siguientes puntos:
- Una conversión integral: nuestra espiritualidad cristiana debe asumir la ecología integral como parte esencial de la vida de fe: liturgia, catequesis, misión, etc.
- Compromiso estructural: Las instituciones de Iglesia, gobierno y sociedad civil deben dar ejemplo con políticas y prácticas coherentes.
- Educación: Formar nuevas generaciones con conciencia ecológica, no solo con teoría, sino con hábitos y valores.
- Escucha a los pueblos originarios: Sus saberes ancestrales y su experiencia, ofrecen claves de vida sostenible.
- Redes y sinodalidad: Solo uniendo esfuerzos (Iglesia, sociedad civil, gobiernos) podremos enfrentar esta crisis global.
En resumen: hemos avanzado, pero no hemos estado a la altura del desafío planteado por el papa Francisco.
Hoy más que nunca necesitamos pasar de las palabras a las decisiones y de las iniciativas aisladas a un compromiso global y local, sostenido y valiente.
Jardín de la paz: signo visible de la reconciliación y la esperanza
P.- Con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación da inicio el Tiempo de la Creación, que se extiende poco más de un mes. La Dimensión Episcopal del Cuidado Integral de la Creación de la CEM está promoviendo en las comunidades la construcción de un ‘Jardín de la paz’. ¿Qué sentido tiene esta iniciativa? ¿Cuáles serían los beneficios para las propias comunidades? ¿Cómo pueden aprovechar al máximo las comunidades este ‘Jardín de la paz’?
R.- Debo decir que el ‘Jardín de la paz’ no es solamente un espacio verde, sino un signo visible de la reconciliación y la esperanza, fundamentada en la espiritualidad de la creación.
Busca recordar a cada comunidad que la tierra es un regalo de Dios confiado a nuestro cuidado. Es un lugar donde la oración y la contemplación se unen con el compromiso de proteger la casa común.
Además, simboliza la armonía entre las personas, la naturaleza y Dios. Al plantar y cuidar juntos un jardín, la comunidad se convierte en un testimonio vivo de la paz, la fraternidad y la ecología integral que pide el papa Francisco en Laudato si’.
Los posibles beneficios que vemos para las comunidades serían estos:
- Espirituales: Un espacio de oración, contemplación y encuentro con Dios a través de la belleza de la creación.
- Comunitarios: fomenta la participación de las familias, niños, jóvenes y adultos mayores en una obra común que fortalece los lazos de fraternidad.
- Educativos: Da oportunidad para enseñar sobre ecología, cuidado de la biodiversidad, reciclaje y agricultura urbana.
- Sociales: Se convierte en un lugar de encuentro pacífico, un ‘santuario’ dentro de la comunidad que promueve la cultura del respeto, la paz y la no violencia.
- Ecológicos: Favorece la regeneración de la tierra, atrae polinizadores, mejora el aire y ayuda a combatir el cambio climático localmente.
Cómo pueden aprovechar al máximo el ‘Jardín de la paz’:
- Integrarlo a la liturgia: Celebrar allí momentos de oración, bendiciones, el Día de la creación y actividades del Tiempo de la creación.
- Educación ecológica: Organizar talleres para niños y jóvenes sobre cultivo, cuidado de plantas y reciclaje.
- Símbolo de reconciliación: Promoverlo como espacio de diálogo y resolución de conflictos comunitarios.
- Cuidado compartido: Crear equipos de voluntarios responsables del mantenimiento, fomentando el sentido de corresponsabilidad.
- Lugar de memoria: Dedicar el jardín a personas o causas de paz y justicia, manteniendo viva la memoria comunitaria.
En resumen, el ‘Jardín de la paz’, es una semilla que, bien cuidada, puede dar frutos abundantes de espiritualidad comunitaria, fraternidad y conciencia ecológica.
La reconciliación con la creación: una urgencia vital
P.- Este ‘Jardín de la paz’ busca ser un signo visible de reconciliación con Dios, con los hermanos y con la tierra. ¿Nos podría decir por qué es tan urgente esta reconciliación con Dios, con el ser humano y con la Casa Común?
R.- Es muy urgente esta reconciliación en sus tres dimensiones porque todas están profundamente heridas y entrelazadas:
La reconciliación con Dios
El ser humano, al olvidar a Dios, ha puesto en el centro sus propios intereses, cayendo en la autosuficiencia y en una cultura de indiferencia. Esto ha generado idolatrías modernas: el consumo desmedido, la búsqueda de poder, el dinero. La reconciliación con Dios es necesaria porque sin Él el corazón humano pierde su horizonte, y cuando se oscurece la relación con el Creador, también se desfigura la relación con las criaturas. Volver a Dios es volver a la fuente de la vida, de la misericordia y de la paz.
La reconciliación con el ser humano
El individualismo, la violencia, las injusticias sociales, la migración forzada y el desprecio por los más pobres nos muestran cuánto necesitamos sanar nuestras relaciones entre hermanos. La reconciliación con el otro implica reconocer su dignidad, tender puentes, derribar muros de odio y abrir caminos de fraternidad. La paz no será posible en el mundo si no nos reconocemos miembros de una misma familia humana.
La reconciliación con la Casa Común
La tierra está herida: contaminación, deforestación, cambio climático, explotación desmedida de recursos, pérdida de biodiversidad. La reconciliación con la creación no es una opción o un lujo, sino una urgencia vital, porque de la salud de nuestra Casa Común depende la vida de las generaciones presentes y futuras, especialmente de los más pobres, que son los más vulnerables a la crisis ecológica. Reconciliarnos con la tierra significa escuchar el clamor de la naturaleza y asumir un estilo de vida sencillo y solidario.
En resumen, el ‘Jardín de la paz’ es un signo que recuerda que la paz no es solo ausencia de guerra, sino armonía integral: con Dios, con el prójimo y con la creación. Esta triple reconciliación es urgente porque, si falta una, todas las demás se rompen. Solo en la medida en que avancemos en estas tres direcciones, podremos vivir en paz y dejar un mundo habitable a quienes vienen detrás.
Armonía integral: con Dios, con el prójimo y con la creación
P.- Además del ‘Jardín de la paz’, ¿tiene la Iglesia en México algunos otros programas, proyectos o iniciativas para realizar durante el Tiempo de la Creación?
R.- 1. Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación – ‘Semillas de Paz y Esperanza’.
- Creación del ‘Jardín de la paz’.
- Actividades de sensibilización y acción en comunidades (experiencias).
Cada equipo en sus diócesis con iniciativas propias como: celebraciones, talleres, reciclaje, reforestación, recursos eclesiales y litúrgicos, para animar las celebraciones y acciones comunitarias, etc.