Transformar una necesidad en una oportunidad. Esa es la gran lección de la restauración de la catedral vieja de Vitoria. Y compartir cada paso, cada sorpresa, cada investigación. Incluso abrirla al público de par en par para que se vea cómo va recobrando “la alegría de vivir”, en expresión de Gonzalo Arroita, primer director-gerente de la Fundación Catedral de Santa María.
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“En aquella época, cuando había una restauración, se ponía un letrero en el que se leía ‘prohibido el paso a toda persona ajena a la obra’. La gran innovación fue hacer lo contrario”, como ha resumido Agustín Azkarate, catedrático de Arqueología de la Universidad del País Vasco, quien trabajó desde el primer instante en un proyecto que hoy es un modelo nacional e internacional.
El ‘Abierto por obras’ de la catedral de Santa María cumple 25 años con dos millones de visitantes. “En junio de 2000, cuando la catedral de Santa María puso en marcha un novedoso sistema de visitas en las que, ataviados con un casco, los visitantes podían recorrer un templo en obras, nadie pensó que aquel eslogan iba a convertirse con el paso de los años en un referente con gran repercusión social”, explica la Fundación Catedral Santa María, con Jon Lasa Echávarri al frente desde diciembre de 2013, cuando relevó a Juan Ignacio Lasagabaster.
La Diócesis de Vitoria, la Diputación Foral de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria crearon esa Fundación en mayo de 1999, aunque no echó a andar hasta un año después. El famoso ‘Abierto por obras’ fue su consecuencia inmediata. “Ahí estaba Agustín Azkarate, su equipo de arqueólogos, y nosotros mismos, que empezamos a aprender lo que nos estaba diciendo la catedral. Que era que no sabía qué es lo que había pasado, y no lo sabía nadie porque no se había estudiado a fondo lo que estaba sucediendo ahí”, relata Lasagabaster. “Y esa fue, de algún modo, la mentalidad de la que luego surgió el ‘Abierto por obras’ –añade–, que ninguno se acuerda exactamente de a quién se le ocurrió, fue una cosa de equipo”.
Una larga intervención
Lo que había pasado fue que, en octubre de 1994, un fragmento de la bóveda del crucero de la catedral cayó sobre los bancos. No hubo heridos, pero Lasagabaster, entonces jefe del servicio de Patrimonio Histórico-Arquitectónico de la Diputación Foral de Álava, echó el cierre al templo gótico. “Estaba muy dañado, un deterioro que venía históricamente de hacía muchísimos siglos”, según dictaminó el arquitecto. “Veíamos que no se podían resolver los problemas con una intervención directa e inmediata –cuenta Lasagabaster–, sino que había que pensar en un proceso que tenía que ir adecuándose a la propia velocidad que nos marcara el estado del edificio, que no lo conocíamos del todo a fondo”.
Gonzalo Arroita, al frente de la Fundación entre 2000 y 2008, y a quien sustituyó Lasagabaster, lo ha narrado elocuentemente: “Cuando se constituyó la Fundación en la sala capitular, el concepto estaba definido, en el sentido de que había que devolver la vida a la catedral, que corría un riesgo importante. Había que devolverle después la salud, pero antes había que acertar cuál era el remedio, y para eso se había hecho toda la investigación. Había que devolverle la alegría de vivir. Este fue el objetivo al que nos dedicamos, y en el que aún estamos inmersos, en medio de un trayecto muy emocionante”.