Editorial

Hijas del Amor Misericordioso: un vergel para controlar conciencias

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El Arzobispado de Madrid ha ordenado una fiscalización integral de las Hijas del Amor Misericordioso, conocidas popularmente como las HAM, una asociación pública de fieles aupada en algunos foros eclesiales como referente por su primavera vocacional. La decisión del equipo del cardenal José Cobo de expulsar a la superiora general, María Milagrosa Pérez, sustituyéndola por una comisaria extraordinaria, así como prohibir nuevas novicias y vetar cualquier actividad pastoral, permite hacerse una idea de las gravedad de las denuncias por abusos tras la fachada de una plataforma que buscaba ser congregación religiosa. De hecho, aspiran a ser un movimiento con rama sacerdotal y laical.



Según ha confirmado ‘Vida Nueva’, el ‘modus operandi’ de las HAM pasa por aprovecharse de la vulnerabilidad espiritual y afectiva de quienes llegan a ellas a través de retiros como Emaús y Effetá. El impacto emocional de estos encuentros desarma al participante y ahonda en sus heridas afectivas, punto de partida que las HAM aprovechaban para ejercer un control mental y espiritual hasta el extremo de anular a la persona y aislarla de su entorno.

María Milagrosa Pérez, superiora general de las Hijas del Amor Misericordioso, conocidas

María Milagrosa Pérez, superiora general de las HAM

Lamentablemente, la manipulación de las HAM no es un fenómeno aislado, sino una táctica presente en las realidades eclesiales de nuevo cuño y viejas formas que se presentan como una propuesta aparentemente renovadora, pero con resortes preconciliares y pentecostales, que confunden tradición con tradicionalismo.

Sus rigideces morales y litúrgicas buscan enganchar con recetas aparentemente sólidas en lo doctrinal en una sociedad líquida, presentando el discernimiento, el acompañamiento y la libertad de conciencia como enemigos de una dirección férrea que deviene en prácticas de manipulación como las imposiciones de manos, las misas de sanación o los descansos en el Espíritu, que refuerzan el poder mesiánico del líder, sea una consagrada, un laico o un sacerdote. Y todo, bañado por una obsesión por el demonio, que deja a Jesús de Nazaret como un secundario.

Auditoría real y a fondo

A la luz de lo sucedido con las HAM y otras tantas entidades intervenidas desde Roma, no estaría de más que quienes tienen la responsabilidad de velar por estas asociaciones emergentes, acometan sin demora una auditoría real y a fondo, tanto diocesana como estatal. No se trata de evitar más escándalos públicos, sino de salir al rescate de tantos jóvenes y adultos que confían plenamente en la Iglesia y se ven atrapados en una red de tintes sectarios. Urge establecer protocolos de detección tempranos antes de que haya víctimas. Es posible, salvo que se quiera mirar para otro lado, deslumbrados por oasis vocacionales donde se acunan los abusos.