SÁBADO
Pongo un pie en la acampada de Silos. Después de unos cuantos años. No me planto con nostalgia de tiempos pasados mejores. Es el reencuentro con las raíces de uno. Con algo más que un espacio que removió y remueve, que desinstala. Tiempo de escucha a otros que han pasado y pisado por aquí. Toma la palabra Mireia, religiosa de Santa María de la Providencia. Un Festival de la Canción Misionera la trastocó con 16 años. Silos acabó de revolverla.
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Fue el inicio de una vocación ‘ad gentes’ que la ha llevado hasta Barranquilla, donde ha buscado replicar aquel encuentro entre niños y jóvenes de todo pelaje para trasfundir ese “sin fronteras” que ni mucho menos es únicamente territorial. Pero lo de Silos no es cosa de caídas del caballo, sino de cambios en lo pequeño. De aprender a servir. Yo no tuve mili, pero tuve Silos. Y a mucha honra.
DOMINGO
“Si Silos no es de Dios, que desaparezca Silos”. Es un mantra que escuchaba cuando me sentaba en el foro en el que hoy estoy. No ha desaparecido. Será que es de Dios. Cuando por la cabeza de Jorge Mario Bergoglio ni siquiera se asomaba la palabra sinodalidad, hace cincuenta años nacieron los Encuentros Misioneros Silos, de la mano de Cristianos Sin Fronteras.
Se pusieron en marcha gracias a sacerdotes, religiosos y laicos. En un mano a mano inédito en la Iglesia. Por los viales se mezclaban hábitos con casullas. Chupetes con piquetas. Niños con ancianos. Como hoy. No sé si aquello fue laboratorio o profecía. Solo sé que hoy esa diversidad sigue presente. Y aunque hay quien intente vender por ahí fórmulas mágicas de evangelización en un mundo secular, tal vez no hay que irse tan lejos. A los pies del ‘ora et labora’ de los benedictinos, hay mucha animación misionera que exportar.
LUNES
Me despierto en casa con la sintonía de ‘Abre tu tienda al mundo’ como un taladro. Bromeo incluso con quien tengo cerca al otro lado de la pantalla del móvil. Al rato me detengo más allá de la música. Aprender a abrir tu tienda es un ejercicio.
MIÉRCOLES
Buscar tres pies al gato no suele acabar bien. Hay quien ha querido elucubrar que la demora en el plácet de Piero Pioppo como nuncio en España se debía a una venganza de Moncloa. Incluso, se ha llegado a hablar de veto a su nombramiento obligando a Roma a buscar otro candidato. Aplíquese mejor aquello de que “las cosas de palacio van despacio”. Y más cuando uno hace las maletas desde Indonesia.
