Andanada del cardenal Castillo Mattasoglio contra Dina Boluarte al advertir de “la sombra de la dictadura” en Perú

  • “Reconozcamos que una amplia capa de la dirigencia nacional vive de espaldas a la mayoría y solo ve su propio interés”, denunció en el ‘Te Deum’ nacional
  • “Gracias a Dios que nuestro pueblo no calla, porque es un pueblo digno, consciente de que la República es para todos”, dijo en un mensaje televisado al país

Cardenal arzobispo de Lima

El 28 de julio, día grande en Perú al conmemorar el aniversario de su independencia, el cardenal Carlos Castillo Mattasoglio, arzobispo de Lima, presidió un Te Deum en la catedral limeña que fue retransmitido a todo el país por la televisión pública. Una ocasión que aprovechó para clamar contra la situación de postración nacional, interpretándolo muchos como un ataque indirecto a la presidenta, Dina Boluarte, en el poder desde 2022, cuando fue cesado constitucionalmente Pedro Castillo, acusado de haber promovido un autogolpe.



Acudiendo a “la lectura de Isaías”, el purpurado recordó que “el pueblo de Israel siente una esperanza, ve una luz en medio de la oscuridad. Ha sufrido un dominio arbitrario grave. Necesitaba liberarse del opresor y, a la vez, deseaba un gobernante que le trajera una paz duradera”.

Una vocación entrañable

Puesto que, “para la fe hebrea y cristiana, toda responsabilidad de dirigir a un pueblo es una vocación entrañable”, “solo quien la recuerda puede conducir a superar la confusión y la oscuridad. Solo quien recuerda el amor maternal puede llenar de alegría liberadora a su pueblo, similar a una cosecha abundante o a la repartición de un tesoro”.

Así, “para ser un verdadero dirigente, se requiere sentir las tareas encomendadas desde las vísceras más hondas de su vocación. Ser dirigente no es actuar como un simple y triste funcionario, lleno de criterios superficiales, frívolos y banales, ni distraerse en cosas de poca monta”.

Retrocediendo dos siglos, al tiempo de la independencia y la proclamación de la República, “la imagen de un buen gobernante” se difuminó, “sobre todo porque el militarismo de la guerra independentista difícilmente generaba gobernantes”. En ese contexto, “era fácil ser dictador, pero muy difícil saber gobernar”.

Sin vocación democrática

Para Castillo, “nuestra Republica se constituyó muy difícilmente. Y es probable que sea así porque primó siempre la sombra de la dictadura. En efecto, la actitud dictatorial y mandona viene de personas sin vocación entrañable. Quizás, por eso, el sujeto dirigencial se forjó sin vocación democrática, primando más los intereses particulares que el amor entrañable en favor de todos”.

Cardenal arzobispo de Lima

Pero, “aun así, el anhelo democrático anidó en el pueblo sencillo que amó la unidad del Perú. Desde orígenes socioculturales muy diversos, intervino múltiples veces para corregir el espíritu dictatorial. Si bien aceptó la dictadura, en algunos casos y de manera transitoria, un sentido profundo de dignidad terminaba por sacar del medio al que pretendiera perennizarse”.

Así le sucedió “hasta al mismo Simón Bolívar, que, declarado suprema autoridad en 1823, y enarbolado dictador en 1824, duró como tal solo hasta inicios de 1827. Los aspectos positivos de su ser libertador dictador se fueron opacando ante la exigente tarea de ser gobierno. No comprendía la necesidad de hacer surgir la democracia y superar su concepción autoritaria de lo político”.

Estabilidad y respeto

Para el purpurado, “es verdad que, a veces, un Gobierno fuerte es remedio transitorio ante el peligro de la anarquía o de la de la pérdida de la independencia lograda. Pero solo la estabilidad y el respeto a la autodeterminación de los pueblos y a su gestión democrática, con la más amplia participación, es lo que asegura una patria de digno futuro”.

En este tiempo presente, “un pueblo nos interpela y nos habla. Incluso, nos exige y nos grita por sus derechos, y cuestiona nuestros comportamientos distorsionados. Nuestro pueblo peruano nos llama a levantarnos para ir corriendo a ayudarlo, renunciando a diferentes ambiciones y costumbres injustas. Cuando lo hace, no todos lo sabemos comprender adecuadamente. Pensamos demasiado rápido que lo que hay es una sedición. En la mayoría de los casos, son justos reclamos, como la necesidad de amparo ante la extorsión y el asesinato vil”.

Con emoción contenida, Castillo enfatizó que “gracias a Dios que nuestro pueblo no calla, porque es un pueblo digno, consciente de que la República es para todos”. De modo que “la anarquía no es el resultado de los justos reclamos de la población, sino de las acciones de dirigencias que han ido eliminando su vocación de servicio y toman decisiones sin justicia, equidad ni moral”.

Autocrítica global

De cara al presente y al futuro, “no contribuyamos a que surja la anarquía. Hagamos una autocrítica todos, incluso, la dirigencia eclesial. Reconozcamos que una amplia capa de la dirigencia nacional vive de espaldas a la mayoría y solo ve su propio interés”.

Ante ello, “nuestro pueblo percibe que son pocos los que actúan por vocación de servicio, como María, y percibe claramente que un espíritu mafioso se ha apoderado de nuestros corazones, dejándose llevar por la malsana tendencia mundial de la indiferencia egoísta y tiránica, que pretende apoderarse del mundo, prescindiendo de los humildes y pobres, considerándolos población sobrante”.

Dina Boluarte a quien se le ha abierto una investigación por enriquecimiento ilícito.

Dina Boluarte a quien se le ha abierto una investigación por enriquecimiento ilícito.

Como remachó el cardenal limeño, “apreciemos el despertar popular, no intentemos manipularlo. Dejémonos regenerar por el espíritu humanizador y por el Espíritu de Dios, que mora en nuestra condición de ser hijos de este pueblo nacido de las entrañas misericordiosas de nuestras madres, que muchas veces olvidamos, y que es lo único que nos convierte en hermanos iguales los unos de los otros”.

Y es que “un deseo incontenible de humanidad está brotando en el mundo ante la brutalidad guerrerista de los más poderosos que, sin compasión, matan de hambre a poblaciones enteras, y no se dan cuenta de que no son dioses. Creyéndose absolutos, solo muestran su fragilidad, que se ahonda cuando no afrontan las grandes heridas que llevan dentro de sí y, por tanto, no pueden percibir su vocación. Con esta evasión no solo se perjudican ellos, sino a toda la humanidad”.

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