Primer ángelus de León XIV en Castel Gandolfo: un rezo multitudinario a las puertas del palacio

  • El Pontífice agustino instó a los presentes a rezar por la paz y subrayó cuál es la “ley suprema”: “Cuidar de la existencia de los demás”
  • Robert Prevost presenta al hermano marista que fue beatificado ayer en Barcelona como “testimonio heroico” para los educadores

León XIV, durante el rezo del ángelus en Castel Gandfolfo

Primer ángelus de León XIV desde la residencia veraniega de Castel Gandolfo después de una semana alejado de Roma, en el que ha tenido una agenda poco vacacional. Desde el enclave ubicado a unos treinta kilómetros del Vaticano, el Papa agustino dirigió la oración mariana a las puertas del palacio y ante una plaza repleta de fieles.



“No nos olvidemos de rezar por la paz y por todos aquellos que a causa de la guerra y la violencia se encuentran en estado de sufrimiento y necesidad”, expuso al final de una alocución en la que mencionó al hermano marista Lycarion que fue beatificado ayer en la iglesia de San Francisco de Sales de Barcelona. “Vivió con educación y coraje su misión educativa y pastoral”, señaló sobre “el testimonio heroico de este mártir”, que presentó como un estímulo para “cuantos trabajan por la educación de los jóvenes”.

Servir a la vida

En paralelo, en su meditación, León XIV se centró en el pasaje evangélico del día en el que se le pregunta a Jesús por la vida eterna. “Para vivir eternamente no es necesario engañar a la muerte, sino servir a la vida, es decir, cuidar de la existencia de los demás en el tiempo que compartimos”. “Esta es la ley suprema, que está por encima de cualquier norma social y le da sentido”, sentenció.

A la par, compartió que el deseo de salvación refleja el anhelo de “una existencia libre del fracaso, del mal y de la muerte”, compartió el Sucesor de Pedro, que explicó que “la vida eterna, que solo Dios puede dar, se transmite al hombre en herencia como de padre a hijo”.

A partir de ahí, presentó a Jesús como “la revelación del verdadero amor hacia Dios y hacia el hombre”. Y lo definió como un amor “que se da y no posee, amor que perdona y no exige, amor que socorre y nunca abandona”. “En Cristo, Dios se ha hecho prójimo de cada hombre y cada mujer”, remarcó. Con esta premisa, hizo un llamamiento a los católicos a “ llevar consuelo  esperanza, especialmente a quienes están desanimados y decepcionados”.

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