El papa Francisco, gran aficionado al fútbol y seguidor del club San Lorenzo de Almagro, ha sido sin duda el Pontífice que más ha hablado del deporte -cuyo Jubileo se celebra este domingo 15 de junio-, no solo como aficionado sino con una visión profundamente humana y teológica. Su pontificado deja un legado valioso, tanto por sus palabras como por la forma en que comprendió y promovió el deporte como un instrumento de crecimiento integral y evangelización.
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Desde el comienzo de su pontificado, Francisco subrayó que el deporte es una verdadera escuela de vida y santidad. Ha resaltado su capacidad para ayudar a cultivar virtudes esenciales como la perseverancia, la humildad, la solidaridad y el trabajo en equipo. En una audiencia con jugadores de la Sampdoria, dijo: “El deporte, y también el fútbol, es un camino de vida, de madurez y de santidad. Pero nunca se puede salir adelante solo, siempre en equipo”.
Pero el Papa ha ido más allá. Para él, el deporte también tiene una fuerte dimensión social: es espacio para crear comunidad y lazos, construir puentes y favorecer la paz. En la Cumbre Internacional ‘Deporte para todos. Cohesionado, accesible y adaptado a cada persona’ de 2022, dijo: “El deporte puede ser un símbolo de unidad para una sociedad, una experiencia de integración, un ejemplo de cohesión y un mensaje de concordia y paz”.
No es una competición
Francisco ha insistido muchas veces en que el deporte no debe vivirse solo como competición, sino como una oportunidad de encuentro entre personas y culturas. Por eso lo llama un lenguaje universal capaz de unir a los pueblos, que va más allá de las fronteras, las religiones o las razas. Así lo expresó con motivo de los Juegos Olímpicos de 2024: “El deporte es un lenguaje universal que trasciende todas las fronteras, lenguas, razas, nacionalidades, religiones: tiene la capacidad de unir a las personas, de favorecer el diálogo y la acogida mutua”.
Este lenguaje común lo convierte en una herramienta educativa de gran valor, especialmente para los jóvenes, y en una plataforma ideal para transmitir el Evangelio con gestos, actitudes y vida compartida.
Otro punto central de su pensamiento es la defensa de la centralidad de la persona en el deporte. Frente a las tentaciones del individualismo, la violencia o el culto y obsesión por el rendimiento, el Papa ha recordado que: “La práctica deportiva de un deporte puede convertirse en una vía de redención personal y social, una forma de recuperar la dignidad”.

Para Francisco, el deportista no debe ser visto únicamente como un medio para alcanzar victorias o éxitos comerciales, sino como una persona integral, con dignidad, sus sueños y su necesidad de crecer en humanidad.
Finalmente, Francisco defendió con fuerza un deporte inclusivo y fraterno, especialmente atento a los más frágiles, donde cada uno pueda participar con sus capacidades, sin quedar excluido por “no ser el mejor”. En su encuentro con el Centro Sportivo Italiano (CSI) en 2014 dijo: “Jueguen todos, no solo los mejores, sino todos, con los talentos y los límites que cada uno tiene, más aún privilegiando a los más desfavorecidos, como hacía Jesús”.
El legado deportivo de Francisco es, en definitiva, una llamada a redescubrir el deporte como un espacio de humanización, inclusión y anuncio del Evangelio. Para él, practicar y promover un deporte con valores no es solo una opción educativa: es una forma concreta de construir una sociedad más justa y fraterna, y un verdadero camino hacia la santidad cotidiana.
Su enseñanza invita hoy a deportistas, entrenadores, directivos y a toda la comunidad eclesial a no perder de vista que, en cada competición, más importante que la victoria es el crecimiento de la persona y el testimonio de una vida vivida con amor, solidaridad y alegría.