Sergio Pérez de Arce: “Hemos avanzado en un clima de confianza mutua”

Entrevistado por ADN CELAM, el obispo de Chillán y secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile evalúa los efectos de la III Asamblea Eclesial nacional

Con 600 representantes de las diócesis y organismos eclesiales de todo el país, la Iglesia chilena realizó su III Asamblea Eclesial Nacional durante 3 días en Santiago. Había sido convocada por los obispos en la Asamblea Plenaria Extraordinaria realizada en julio de 2018, ante la aguda crisis provocada por abusos sexuales, de conciencia y de poder de parte de clérigos, principalmente. Esa crisis impactó en la visita del papa Francisco en enero de ese año quien llamó a todos los obispos a la Santa Sede donde les hizo ver esa situación con un duro diagnóstico.



Esa decisión del Episcopado puso en marcha un proceso nacional de discernimiento que culminaría en la III Asamblea, pero afectado por las manifestaciones sociales de fines del 2019 y luego por la pandemia. Finalmente tuvo lugar a mediados de este mes de octubre, después de un participado período de consultas y discernimiento que incorporó las respuestas a la Asamblea Eclesial Latinoamericana convocada por el CELAM y realizada en noviembre del 2021; y a la consulta mundial preparatoria al Sínodo de la Sinodalidad llamado por el papa Francisco.

Crisis de confianza

Luis Miguel Modino, periodista de ADN CELAM, entrevistó al obispo de Chillán y secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), Sergio Pérez de Arce. A continuación, ofrecemos partes de esa entrevista en cuyo inicio el obispo afirma:

“Hemos avanzado en un clima de confianza mutua, porque en una crisis como la que hemos vivido en Chile, lo que se ha violado en buena parte ha sido la confianza. Nos miramos con distancia, a veces entre grupos católicos o el laicado respecto de la jerarquía, o de la jerarquía de ciertos grupos del laicado. Esa desconfianza, esa sospecha que a veces se da, no digo que se supere de un día para otro, pero hemos avanzado en un clima de mayor confianza, de reconocernos hermanos que a todos nos interesa avanzar en comunión, en sinodalidad, porque queremos a nuestra Iglesia.

PREGUNTA.- ¿Cómo esa confianza puede ayudar a construir el futuro de la Iglesia y de la sociedad chilena, que como usted dice, se ha visto claramente afectado en los últimos años?

RESPUESTA.- Es que es esencial la confianza en la Iglesia, hablemos de la Iglesia primero, porque tenemos que enfrentar juntos la misión que el Señor nos regala, el envío que nos hace, y tenemos grandes desafíos respecto de la comunión en la Iglesia y respecto de la misión, y para eso necesitamos caminar como hermanos, integrando la diversidad de miradas, de posiciones frente a los desafíos. Para eso tenemos que creer que el otro tiene una buena intención y que lo que está proponiendo es para el bien de la comunidad.

A partir de este diálogo tenemos que encontrar los consensos necesarios y los caminos para animar la misión. La confianza es básica. También en la sociedad la confianza está muy quebrada, no solo en Chile, sino en buena parte de la sociedad, y la Iglesia tiene que promover el diálogo, la importancia del diálogo, del encuentro. Ahora en Chile, respecto del proceso político, de la búsqueda de una nueva Constitución, hemos insistido mucho en la importancia del diálogo, de llegar a acuerdos, de no dejar a nadie fuera. Eso mismo lo tenemos que vivir en la Iglesia.

Fortalecer la sinodalidad

P.- ¿Cuáles son las resistencias que encuentra la Iglesia chilena en ese camino de la sinodalidad?

R.- Hay una realidad que no es solo de la Iglesia, sino que este individualismo que hay en la sociedad, también se expresa en la Iglesia como dificultad para comprometerse, cuesta encontrar a veces católicos que se comprometan en diferentes servicios, que estén dispuestos a asumir responsabilidades. Esa es una primera limitación en la que, con constancia, tenemos que seguir avanzando.

En cuanto resistencias, al clero, no a todos por supuesto, nos cuesta escuchar más, nos cuesta decidir en común y no solo en solitario. Son prácticas en las que tenemos que seguir convirtiéndonos, y vamos dando pasos, pero hay que reconocer que nos cuesta. Es más fácil decir que yo soy el párroco y esto se va a hacer así, que hacer un proceso de participación en algunas decisiones fundamentales.

No una resistencia, pero tenemos que convencernos más que el Bautismo nos da identidad y nos hace miembros de la Iglesia y corresponsables de la misión. Ahí tenemos que cambiar el disco duro, los católicos en general, de descubrir que el Bautismo nos hace corresponsables en la misión de la Iglesia.

P.- Al final de la Asamblea, usted habló sobre la necesidad de llevar las decisiones a las diócesis, parroquias, comunidades. ¿Cuáles son los pasos que van a ser dados para que eso vuelva a las bases y pueda acrecentar elementos positivos al caminar de la Iglesia en Chile?

R.- En esta asamblea compartimos y llegamos a ciertas propuestas que surgieron en el diálogo. Obviamente, la Iglesia no funciona como una organización centralizada, que se da una orden y todos van para allá, porque la Iglesia se realiza principalmente en las iglesias locales. Hemos dicho que estas propuestas vuelven a las iglesias locales que han hecho un camino sinodal de búsqueda, y ahí en cada iglesia local, los organismos pastorales, con el obispo, tienen que hacer un aterrizaje, de manera de acoger aquellas sugerencias, intuiciones, que son vigentes a cada realidad.

En la Asamblea de Obispos a mediados de noviembre, vamos a recoger esta síntesis que ha hecho de las propuestas, vamos a dialogar y espero que surjan algunos dinamismos que nos ayuden en la misión. Hemos tenido un encuentro representativo del Pueblo de Dios, incluidos los obispos en ese pueblo, y ahora tenemos que decidir qué hemos escuchado en esta asamblea, en lo escrito y también en el ambiente, en el espíritu que se vivió. Qué hemos escuchado de Dios, del Espíritu, y ponernos al servicio del Señor, porque Él quiere algo de nosotros. Ese aterrizaje lo tenemos que hacer también los obispos y hacerlo con generosidad, con corazón abierto, y con espíritu de pastor. El pastor acoge, escucha y ayuda a marcar un horizonte de servicio a la comunidad.

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