Tribuna

Nunca más la pena de muerte

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El 30 de noviembre se ha establecido como la fecha para poner sobre el tapete la necesidad de abolir la pena de muerte. Tal día del año 1786, recuerda la anulación de la pena capital en el primer estado del mundo, el gran ducado de Toscana, dando lugar a la discusión acerca de la aplicación de la Ley del Talión, necesaria hasta entonces para poner fin a la espiral de violencia imperante.



Hoy la utilización de la pena de muerte, gracias al trabajo de sensibilización de organizaciones como Amnistía Internacional, la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte, la Comunidad de Sant’Egidio, se ha reducido significativamente. Ya en 2018, 140 estados eran abolicionistas “de hecho” o “de derecho” (97 para todos los delitos, 8 para delitos comunes y 35 abolicionistas “de hecho”), mientras que 58 países la mantienen. Es un gran progreso hacia la humanización de la sociedad. En América Latina, la mayoría de los países son abolicionistas y, en nuestro país ha sido, unos años atrás, retirada incluso del código militar.

Sin embargo, no hay que bajar la guardia. La violencia que crece en todo el continente, sumado a la justicia puesta en tela de juicio y a un gran sentido de impunidad percibido por la opinión pública, ha visto crecer aquella lógica que desemboca en la “justicia por mano propia”. De hecho han crecido en los últimos años, peligrosamente también en nuestro país, los episodios de linchamiento hacia presuntos o verdaderos abusadores, violadores y jóvenes protagonistas de robos.

Otros episodios de pena capital disfrazada son los homicidios por el “gatillo fácil”. Desgraciadamente, debemos registrar un aumento significativo de estos delitos que podríamos comparar con las inhumanas condiciones en que viven muchos presos en las cárceles argentinas, entre hacinamiento y violencia institucional.

La postura de Francisco

El papa Francisco, enérgico trabajador, no solo por la abolición de pena de muerte sino también de la cadena perpetua, ha escrito en su última encíclica ‘Fratelli Tutti’ palabras significativas que es útil internalizar para cambiar una mentalidad violenta: “Hoy decimos con claridad  que la pena de muerte es inadmisible y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo”.

Asimismo, hace hincapié en la construcción social de la cultura del enemigo: “se incita algunas veces a la violencia y a la venganza, pública y privada, no sólo contra quienes son responsables de haber cometidos delitos, sino también contra quien cae la sospecha, fundada o no, de no haber cumplido la ley… existe la tendencia a construir deliberadamente enemigos”. Y termina con una afirmación, diría, universal: “todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados por lo tanto, a luchar no solo  por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Y esto lo relaciono con la cadena perpetua… La cadena perpetua es una pena de muerte oculta…”

La pena de muerte es la demostración de una pérdida consistente de humanidad en una sociedad ciertamente pasiva. Pero es también una hemorragia de odio y de insensibilidad sin freno. Como decía el Mahatma Gandhi, con la lógica del “ojo por ojo” quedaremos todos ciegos. La abolición de la pena de muerte será el camino hacia sociedades menos divididas y violentas. Esta es nuestra esperanza y anhelo.