La jueza Paola Di Nicola: “A la policía les digo que cuando un hombre pega a la mujer no es una disputa”

La violencia masculina hace que las mujeres no puedan mostrar sus riquezas extraordinarias, elimina la posibilidad de que se conviertan en personas completas, autónomas, fuertes y competentes. Lo veo en las escuelas cuando les pregunto a las niñas cuál es la reacción de sus novios cuando ellas salen con amigos; algunas responden que no tienen permiso, y tal vez están soñando con convertirse en cirujanas o astronautas. La posesión masculina confundida con el amor, este es el problema”.



Paola Di Nicola es la primera magistrada en Italia que ha querido la palabra “la juez” (en italiano se usa “el juez”, es decir, ‘il giudice’ para referirse a ambos sexos) en los actos que firma y desde hace tiempo reflexiona sobre el talento perdido de las mujeres víctimas de un entorno cultural que las aplasta incluso en los tribunales. “Los delitos sexuales son los únicos en los que se cuestiona el testimonio de quienes han denunciado. Por un robo, nunca culparíamos al estanquero, sin embargo en una violación se consideran lícitas preguntas como ¿había bebido?”.

Di Nicola, jueza en el tribunal penal de Roma y a su vez hija de magistrado, recientemente quiso adquirir el apellido de su madre –Travaglini– “quien eligió ser ama de casa y dedicarse por completo a nosotros”. A pesar de este deslumbrante ejemplo de vida familiar durante muchos años, no había puesto los ojos en la disparidad: “Hasta que tuve que interrogar a un jefe de la Camorra en Poggioreale durante la emergencia de desechos en Campania. El hombre estaba en prisión como resultado de una de mis disposiciones y durante la entrevista me lanzaba miradas descaradas para restaurar su poder masculino. Me estaba diciendo: eres una mujer y, por lo tanto, no reconozco tu autoridad institucional. Salí de la celda con el deseo de comprender la historia de las mujeres magistradas”.

Debilidad de las mujeres para juzgar

Hasta 1963 estaba prohibido para las mujeres entrar en la magistratura, lo que choca es la motivación: “El único trabajo que la asamblea constituyente consideró inadecuado para las mujeres es el mío. Las mujeres podrían convertirse en presidentes de la República, pero no juzgar porque, en su opinión, son irracionales y se dejan llevar por las emociones. La actividad interpretativa de las leyes da forma a la estructura de la comunidad, confiarla a las mujeres se consideraba peligrosa y, sin embargo, hubo mujeres valientes que lucharon y apelaron al Tribunal Constitucional para poder hacer mi trabajo”.

Estereotipos y prejuicios desfavorables para el sexo femenino que continúan con un trabajo pesado de exclusión: «Mi conciencia se fortaleció durante los juicios por violencia, en las mujeres víctimas vi mi exclusión atávica, tuve que luchar sobre todo por la adopción de un idioma diferente: a la policía y a los carabineros siempre les repito que si un hombre golpea a su esposa no es una cuestión de “disputa”, y cuántas veces he tenido que leer informes de la policía en los que está escrito “hemos tratado de lograr la paz entre la esposa y el esposo”, donde ningún agente pensaría en restaurar la paz entre el ladrón y el comerciante“. Las palabras como reflejo de una cultura son parte del último libro de Paola Di Nicola ‘La mia parola contro la sua’ (Mi palabra contra la suya) (ed. Harper Collins), fruto de una búsqueda paciente de prejuicios ocultos incluso también en las sentencias.

Virilidad cuestionada

Después llegó la reflexión sobre las razones de esta violencia omnipresente, y en las palabras de la jueza “la más democrática que exista porque involucra a hombres de cualquier ámbito social y nivel de formación”, y las razones se encuentran en el puro abuso de poder: “Veo a los imputados de violencia contra mujeres, les interrogo, no admiten la propia responsabilidad e incluso acusan a la mujer de haber desencadenado su violencia a través de comportamientos inapropiados. No reconocen ni siquiera el bien de una relación basada en el amor, y esto es una relación paritaria, ya que entienden la virilidad solamente como un instrumento de afirmación del poder sobre la mujer o la pareja. En el fondo se parecen a los mafiosos que viven aislados en la grutas y aún así mandan sobre una entera región. Cuando esta mujer se rebela y decide irse llega la violencia bestial: los hombres que cumplen un feminicidio quieren cancelar a la persona que ha cuestionado su virilidad, es terrible admitirlo pero para ellos el asesinato se convierte en un acto liberador“.

Di Nicola duda de la efectividad de los centros de recuperación para hombres maltratadores: “No se trata de personas con problemas psicológicos o enfermedades psiquiátricas, el tema es completamente cultural: a estos hombres hay que enseñarles que la relación beneficiosa y amorosa con una mujer solo pasa por el reconocimiento de igualdad entre los géneros“. ¿Difícil? “Soy optimista especialmente con respecto a las nuevas generaciones. Las chicas entienden que su libertad es preciosa, los chicos deben tener modelos positivos. Las primeras son sus madres: para educar a un hombre a respetar a las mujeres, solo deben respetarse a sí mismas al ser autónomas y cultivar sus talentos. Un trabajo a largo plazo, pero tengo confianza”.

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