Etty Hillesum: la vida es bella… a pesar de todo


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Villa de Leyva, Colombia. Tres días de inmersión en las páginas del diario de una judía holandesa víctima del holocausto nazi. Gracias a las intervenciones de conferencistas y ponentes, pudimos acompañarla durante los últimos meses de su vida en el despojamiento que la liberó para asumir valientemente la deportación hacia el campo de exterminio de Auschwitz, al mismo tiempo que recorrer, con ella, su proceso de apertura a la experiencia de Dios: experiencia desde la cual podía decir: “La vida es bella a pesar de todo”.

Me refiero al Primer Encuentro Iberoamericano Etty Hillesum: Mística, arte y vulnerabilidad reunido del 23 al 25 de agosto en Villa de Leyva, una bellísima ciudad colombiana que invita a detener la mirada en sus paisajes y a volverla de inmediato hacia Dios. Y me refiero, obviamente, a Etty Hillesum, quien sin querer queriendo se hizo mística mientras escribía su diario.

El mundo de Etty Hillesum (1914-1943)

Etty Hillesum nació el 15 de enero de 1914 en una familia de tradición judía que residía en Middelburg, Holanda. Estudió derecho y lenguas eslavas y estaba comenzando a estudiar psicología cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Que fue cuando los alemanes ocuparon Holanda y cuando los judíos de toda Europa eran perseguidos y exterminados por el régimen nazi de Adolfo Hitler: “Toda la superficie de la tierra se va convirtiendo poco a poco en un gran campo de concentración del que pocos se escapan. Los judíos se cuentan cosas entrañables: que en Alemania se les empareda o se les extermina con gases tóxicos”, escribió el 11 de julio de 1942.

Amenazas que se cernían sobre una familia judía como era la suya: “Llegará el momento en el que no sabré dónde están, solo que han sido deportados. Dios sabe dónde, y que morirán de forma miserable. Sé que eso llegará. Según las últimas noticias, todos los judíos serán deportados de Holanda, a través de Drenthe, a Polonia. Una emisora de radio inglesa dijo que desde el año pasado habían muerto 700.000 judíos en Alemania y en los países ocupados”, había escrito el 29 de junio. Amenazas que se hicieron realidad, segando tempranamente la vida de Etty: un informe de la Cruz Roja registra su muerte el 30 de noviembre de 1943 en el campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia, donde también murieron sus padres y sus dos hermanos. Y en medio de esta realidad podía decir: “La vida es bella a pesar de todo”.

Y a propósito, recuerdo estas palabras del papa Benedicto XVI: “Pienso también en la figura de Etty Hillesum, una joven holandesa de origen judío que morirá en Auschwitz. […] En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisamente en medio de la gran tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: Vivo constantemente en intimidad con Dios”.

El diario de Etty Hillesum (1941-1943)

Tenía 27 años cuando comenzó a escribir el diario por insinuación de su psicoterapeuta Julius Spier, a quien llamó su “partero del alma” y, porque estuvo involucrado en su búsqueda de Dios, “el hombre que te despertó en mí”.

En una carta fechada la víspera de comenzar su primer cuaderno, le escribió a Spier: “Debo trabajar aún más conmigo misma para convertirme en una persona adulta ciento por ciento. Y usted me ayudará, ¿verdad?”.

Al día siguiente, domingo 9 de marzo, escribió la primera página y en su ejercicio de escribir todos los días durante veinte meses, narró lo que pasaba a su alrededor, sus conversaciones, su sentimientos; describió el lugar, su escritorio, los paisajes, la música que oía o que le llegaba desde la distancia, el árbol que había junto a la casa, las estrellas que brillaban entre sus ramas y se refirió “a las flores de un jarrón y a las piñas de su escritorio, al rojo geranio del estudio de Spier, a las ramas cortadas que decoran el rincón de una habitación” (4 de julio [1941]).

Y en Westerbrok, donde acompañaba a los judíos que iban a ser deportados hacia su destino final que ella sabía también le esperaba, el 13 de octubre de 1942 escribió las últimas palabras que retratan su decisión vital: “Una quisiera ser bálsamo derramado sobre tantas heridas”.

La escritura del diario comenzó siendo, para Etty Hillesum, un ejercicio de introspección con el fin de entenderse ella misma –que es lo propio de la escritura diarística– y desarrollar el proceso de formación y crecimiento personal que buscaba. Y en este ejercicio tropezó con Dios: se lo encontró dentro de sí misma, sin practicar la religión ni haber pertenecido a una sinagoga: “Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo” (26 de agosto [1941]).

Entonces se convirtió en interlocutor habitual que se confunde en su interlocución con ella misma: “Mi vida es en realidad un escucharme a mí misma continuo, un escuchar a los demás y a Dios. Y cuando digo que yo me escucho es en realidad Dios el que escucha en mí” (17 de septiembre [1942]). Pero también pide: “Que crezca algo de ‘Dios’ dentro de uno mismo, tal como hay algo de ‘Dios’ en la Novena Sinfonía de Beethoven. Que también surja algo de “amor” con el que poder influir en las pequeñas acciones cotidianas” (8 de junio [1941]). Un “amor” que se fue haciendo realidad en su camino espiritual: “Amo tanto al prójimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti” (15 de septiembre [1942]).

La Fundación Etty Hillesum

Este encuentro con los escritos de Etty Hillesum fue organizado por la Fundación Etty Hillesum, creada por la teóloga colombiana Rosana Navarro, que en su tesis de doctorado entró en contacto con la mística holandesa. Se le ocurrió que su encuentro no podía quedarse en teoría. Que tenía que convertirse en proyecto inspirado “en la vida y el legado de Etty Hillesum que acompaña la vulnerabilidad humana con el propósito de contribuir a la resignificación de la vida y a la construcción de comunidades humanizadoras”. La Fundación comenzó en Colombia, se extendió a España y está próxima a abrir filiales en Italia y en Suecia para seguir sanando el dolor desde la inspiración de la mística holandesa.

Creo que al concluir el Encuentro de Villa de Leyva, los participantes –casi un centenar– quedamos con ganas de leer más a Etty, de apropiarnos de su espiritualidad, de abrirnos más al encuentro con Dios. Sobre todo, de compartir su experiencia de vulnerabilidad para tomar conciencia de nuestra propia vulnerabilidad, para acoger y abrazar la vulnerabilidad de las demás personas, para reconocer a un Dios también vulnerable que nos necesita: “Dios, cógeme con tu gran mano y conviérteme en tu instrumento” (4 de julio [1941]).

Creo que quedamos con ganas de aprender a decir, como ella, lo que le escribió desde Westerbrok a su amiga Henny Tideman el 18 de agosto de 1943, pocos días antes de ser deportada: “Tú que me diste tanto, Dios mío, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, en una larga conversación”. Y, sobre todo, poder seguir diciendo con ella y como ella: “La vida es bella a pesar de todo”.