Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

El pan nuestro de cada día


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La petición económica que hacemos a nuestro Padre cada vez que rezamos nuestra principal oración es “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Si Dios se hubiese hecho hombre en el sudeste asiático, seguramente habría sido “Danos hoy nuestro arroz de cada día” o si lo hubiese hecho en centro América su frase habría sido “Danos hoy nuestras tortitas de cada día”. Porque el arroz, el pan, las tortitas, son la alimentación básica en estos lugares de la tierra y la frase del Padre Nuestro es una manera poética de expresar el anhelo de tener lo que necesitamos para vivir. Le pedimos que nos dé lo suficiente, que nos otorgue aquello que precisamos para poder vivir dignamente.

Esto fue lo que nos dijo Jesús que le pidiésemos al Padre, lo necesario, lo que precisamos para vivir de una manera digna. Estoy convencido de que si el mismo Dios hecho hombre y que es amor, nos indicó que le hiciésemos esta petición económica en nuestra principal oración, es porque piensa que ese es el mejor objetivo económico que podemos plantearnos, no solo a nivel personal sino también societario.

Si coincidimos en que lo mejor que le podemos pedir a nuestro padre que nos quiere es que nos de lo suficiente para vivir: ¿Por qué en nuestras sociedades nos empeñamos en querer que siempre se dé crecimiento económico, que siempre tengamos más y más? ¿Por qué nos afanamos en tener siempre más para nosotros y para el conjunto de la sociedad? Si Jesús hubiese pensado que eso era lo mejor para todos seguramente habría incluido en su oración al Padre algo así como “Concédenos tener siempre más y más” o “bendícenos con un crecimiento económico sin fin”…

Pero no lo hizo, nos animó a que pidiésemos y anhelásemos lo suficiente, lo que nos permite vivir de una manera digna. Organizar nuestras vidas y nuestras sociedades para que esto se cumpla, para que todas las personas puedan tener al menos lo suficiente, es colaborar en la construcción del Reinado de Dios en la tierra, es ayudar a que la voluntad del Padre se haga realidad. Poner la economía al servicio de que se cumpla la voluntad del padre y que todos tengan “el pan nuestro de cada día” es la manera en que los economistas y la economía pueden colaborar realmente en la mejora de la sociedad.